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Comienza un nuevo período histórico en Guatemala
Lun, 13/05/2013 - 16:24

Mario Antonio Sandoval

Elecciones en Guatemala: el mapa político entre Patriota y Líder
Mario Antonio Sandoval

Mario Antonio Sandoval Samayoa es periodista, escritor y comunicador social. Es miembro de la Real Academia Guatemalteca de la Lengua, correspondiente a la RAE, y ha sido dos veces presidente de la Asociación de Periodistas. Ha escrito dos libros, varios ensayos y es columnista estable de Prensa Libre (Guatemala).

La condena al general retirado Efraín Ríos Montt y la absolución a su colega José Mauricio Rodríguez se convirtió en un hecho histórico en sí y a la vez abre un período nuevo en la historia de Guatemala. Como era de esperarse, la sentencia -sin precedentes- despertó una clara división entre los guatemaltecos. 

Algunos la aprueban, otros la rechazan; unos la consideran injusta porque el juicio y la actuación de la jueza Jazmín Barrios no está exenta de errores y acciones inaceptables, y otros más piensan de esta misma manera, pero al mismo tiempo señalan la necesidad de castigo para el ex jefe de Estado, a quien consideran culpable. Esto se puede ver en los mensajes de las redes sociales y en las conversaciones entre amigos y familiares.

Esa puerta abierta a análisis empieza con la condena misma. Ochenta años por genocidio y por faltar a los deberes para la humanidad constituye en realidad una cadena perpetua, pues en el caso hipotético de una persona condenada por esos delitos a los 18 años saldría libre cuando tenga 98 años. En otras palabras, a un adulto de mediana edad y a un anciano, un número tan grande de años de condena resulta ser un tecnicismo jurídico y por ello abre la puerta a la discusión sobre cuál es la pena realmente porque no hay posibilidad alguna de ser cumplida. Nadie vivirá esa cantidad de años en prisión. En el caso de Efraín Ríos Montt, muy probablemente una condena de diez años constituiría igualmente una cadena perpetua.

La jueza Barrios también es otra fuente de análisis encontrados. Algunas de sus acciones fueron sorprendentes, desde su expresión al iniciar el juicio con un inusitadamente fuerte golpe con el mazo del tribunal, hasta la forma cómo alzó un brazo y sonrió para saludar al público favorable a la sentencia, poco después de pronunciarla, y cómo en realidad no pudo mantener el orden debido en la sala. Por otro lado, algunas de las acciones de los defensores provocarán análisis igualmente contradictorios, como por ejemplo cuando hace algunos días decidieron abandonar la sala. Estas acciones de ambos provocaron en muchos guatemaltecos una reacción de rechazo o al menos de incredulidad e incomprensión al porqué ocurría todo esto.

El fin de semana hice un ejercicio. A personas comunes y corrientes, residentes fuera de la capital, preguntarles su opinión del caso. Un hombre de unos 55 años lo rechaza porque recuerda el tiempo de la guerra y como “gracias al general no ganaron ellos”, mientras una joven de 24 años comentó estar de acuerdo porque “los militares siempre saben lo que hacen” y porque se debe sentenciar a la gente sin importar si tiene avanzada edad o no. Una tercera señora, de unos 40 años, manifestó tener “sentimientos encontrados” porque acepta la necesidad de castigo, mas por otro lado teme el inicio de una serie de juicios a los adversarios ideológicos, lo cual es justificable pero debería hacerse “para que la justicia sea pareja para todos”.

Los análisis a partir de este momento permitirán observar detalles pasados por alto cuando ocurría el juicio. Respecto a los presentes, cómo actuaron quienes aprobaron el veredicto, así como los abogados defensores, los fotógrafos de prensa y quienes ingresaron al lugar con una cámara en mano y se colocaron entre los periodistas, así como los guardias al trasladar a quien fue declarado culpable. Todos son temas dignos de noticias y de artículos periodísticos, y de discusiones en programas de radio y televisión. La sociedad guatemalteca debe prepararse para los siguientes pasos jurídicos, y lo más importante: debe ser la seguridad acerca de un juicio en el cual no haya reales o presuntas inclinaciones a favor o en contra de nadie.

*Esta columna fue publicada originalmente en PrensaLibre.com.

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