Pasar al contenido principal

ES / EN

Consulta: giro de tuercas en la política ecuatoriana
Mar, 06/02/2018 - 09:20

Hernán Ramos

Eduardo Castro-Wright: en la puerta del horno se le quemó el pan
Hernán Ramos

Hernán Ramos es economista, editor, escritor, docente universitario, consultor internacional en economía y medios latinoamericanos. Fue editor general del Diario El Comercio de Quito, Editor-Fundador del Semanario Económico Líderes. Colabora habitualmente con medios de Colombia, Argentina, México. Escribe sobre temas económicos, sociales, políticos que interesan a la región.

La Consulta Popular realizada en Ecuador (este 4 de febrero de 2018) fue otro aventón de la puerta giratoria de la política local. Miremos algunas facetas: Lenín Moreno declárase ganador sin atenuantes, mientras Rafael Correa ampara su derrota en una artimética electoral enrevesada, donde menos votos resultan más, y más votos resultan menos. El presidente, desde su flamante trituradora política, zarandea al expresidente aferrado a los pliegues del poder. El también presidente del fracturado movimiento Alianza PAÍS (AP) se atornilla a su carpa partidista para legitimarse ante sus bases, en tanto, el expresidente y fundador de AP se autoexilia entre los surcos de la nostalgia militante para insistir en una desvanecida revolución ciudadana…

Es la rueda sinfín: la política gira y los políticos, que en apariencia se reinventan, francamente deambulan con la resaca que deja el paso ciudadano por las urnas. Esta bigotera al revés ha hecho posible, por ejemplo, ciertas lecturas milagrosas que en cualquier lado del planeta serían el hazmerreír de la jornada. Solo en Ecuador, en efecto, el 70% de votos por el Sí se lee como un triunfo sufrido del gobierno, y el 30% de votos por el No se levanta como un triunfo histórico… de los perdedores. ¡O todos estamos locos o ninguno entiende los nuevos códigos de la política ecuatoriana!

Esquizofrenia política aparte, la verdad sea dicha: i) Moreno derrotó a Correa y tiene vía libre para gobernar como estadista (al menos eso espera el país) y no como un administrador del poder más o menos condescendiente; ii) Correa, derrotado y aferrado a su vieja querencia, de todas formas marcó su impronta electoral frente a un gobierno que advierte débil, mal amalgamado y frágilmente conciliador; iii) Moreno quemó sus naves, agotó su tiempo inicial y se quedó sin pretextos políticos: no hay más fantasmas en el horizonte, el correísmo es un dato de la realidad, sí, pero se desvaneció el cuco que asustaba a unos y petrificaba a otros dentro del gobierno; iv) Moreno soporta la presión de los padrinos de la Consulta (partidos, movimientos sociales, gremios), que exigen cambios, sobre todo económicos y de política exterior; v) Moreno tiene un gran desafío: responder a quienes le "tendieron la mano", sin descuadernar el libreto político e ideológico inicial del gobierno de AP; v) Moreno no tiene más el "pretexto Correa" para gobernar, ni Correa el "pretexto Moreno" para victimizarse mientras hace política más allá del correísmo.

La política ecuatoriana entró en la era del ajuste de tuercas tras la consulta. Moreno gobierna con un Correa debilitado. Pero el gobierno de Moreno tampoco es un muro de granito, por la heterogeneidad de fuerzas políticas y la confluencia de intereses económicos que ahí se decantan. Los muchos apoyos –sin tener una agenda rigurosa- crean inevitablemente una riesgosa permeabilidad estratégica. Moreno sabe que no es fácil satisfacer a tirios y troyanos. Correa, a su vez -esto es importante-, dejó de ser el político monopólico del Ecuador, el de la voz única, el de la palabra final. Este cambio poco perceptible en el paisaje político nacional, pronto tomará forma. Para entonces, las nuevas coordenadas del poder incluirán a otros actores no correístas salidos del correísmo, y a los morenistas que renegarán cada vez más de su pasado correísta.

Países
Autores