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El alto riesgo de ser un periodista
Vie, 18/05/2012 - 19:49

Mario Antonio Sandoval

Elecciones en Guatemala: el mapa político entre Patriota y Líder
Mario Antonio Sandoval

Mario Antonio Sandoval Samayoa es periodista, escritor y comunicador social. Es miembro de la Real Academia Guatemalteca de la Lengua, correspondiente a la RAE, y ha sido dos veces presidente de la Asociación de Periodistas. Ha escrito dos libros, varios ensayos y es columnista estable de Prensa Libre (Guatemala).

Al enterarme del vil asesinato del periodista hondureño Alfredo Villatoro, secuestrado hace varios días y luego encontrado con una capucha y balazos en la cabeza, decidí investigar sobre la violencia contra periodistas en nuestro continente. Encontré esta noticia, publicada por el diario español La Razón, una de cuyas frases indica: “el 2012 ha sido hasta ahora un año negro para el periodismo en Iberoamérica. De enero hasta mayo se han reportado al menos doce periodistas asesinados en México, seis en Brasil, cuatro en Honduras, dos en Bolivia, uno en Argentina y uno en Colombia. Igualmente han ido en aumento las agresiones contra reporteros, no solo del narcotráfico o del crimen organizado, sino también de parte de sectores políticos”.

En cuanto a Honduras, desde el 2003 han sido asesinados 30 periodistas, de los cuales, 23 murieron desde el inicio del gobierno presidido por Porfirio Lobo. Viendo las cosas desde otro punto de vista, en el continente perecieron 26 periodistas, es decir uno cada seis días, y en Honduras ocurre lo mismo con uno cada 25 días durante el actual régimen. No tuve oportunidad de conocer al colega Alfredo Villatoro, pero las declaraciones de los periodistas hondureños lo señalan como un comentarista profesional, sereno, maduro. Por tanto, peligroso, según la lógica de quienes envían a los sicarios a matar a quienes solo tienen como arma su pluma o su micrófono.

A mi criterio, es claro el motivo del asesinato: silenciar a la prensa hondureña. En el continente latinoamericano se realiza ahora una lucha desigual: por un lado los periodistas, defensores de su verdad, derivada de la manera como analizan las situaciones, las coyunturas, y por ello hacen señalamientos, denuncias y críticas. Por el otro, los delincuentes, los intolerantes, los malos, quienes tienen una plena conciencia de un factor a veces olvidado tanto por los mismos periodistas como por las sociedades a las cuales sirven: la credibilidad de la prensa como institución y de determinados periodistas en particular es superior, es efectiva para impedir o al menos disminuir el engaño a las sociedades. Por eso su sueño dorado es un mundo sin críticas.

La noticia citada antes señala un factor preocupante: el de las presiones políticas. En el continente, Hugo Chávez y Rafael Correa son los adalides de las fuerzas del mal en contra de la prensa. Usan al Estado: juicios amañados por cortes corruptas, al servicio del poder, y con ello se burlan de las leyes. Demandar por injurias, no renovar derechos de transmisión, son ejemplos claros. Es una tendencia latente, y se inicia con las cartas de protesta, aunque sea sutil y cordial, en referencia a editoriales y artículos, o a la forma como son cubiertas las informaciones del accionar de políticos o de gobernantes. El asesinato, quiero creer, ya no es maquinado por los gobiernos, sino por los grupos de la delincuencia organizada.

En Guatemala, el último presidente intolerante contra la prensa fue Álvaro Arzú, cuya actitud mantiene en la municipalidad capitalina, donde está desvaneciéndose su monarquía tropical a causa de los derechos invocados por los tres concejales de oposición. Antes fue el delincuente Jorge Serrano, quien azuzó a sus funcionarios cercanos. El resto de mandatarios ha mantenido una actitud inteligente y madura, al aceptar los beneficios de la libre emisión del pensamiento, gracias a la cual se facilitó su llegada al poder. Pero siempre subsiste el peligro de la censura. A Guatemala le ha costado mucho llegar al actual nivel de libertad de expresión. Por eso a todos nos debe preocupar la actual situación en el continente americano. Se contagia.

*Esta columna fue publicada originalmente en PrensaLibre.com.

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