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El Chapo: ¿circo o enorme acierto?
Jue, 27/02/2014 - 23:53

Armando Román Zozaya

Seguridad en México: resultados “en un año”
Armando Román Zozaya

Armando Román Zozaya es licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por el CIDE, México; Maestro en Estudios de Desarrollo por la Universidad de Oxford (Reino Unido), y Doctor en Integración Económica y Monetaria de Europa por el Instituto Ortega y Gasset-Universidad Complutense de Madrid (España). Ha sido profesor en la Universidad de Oxford (Mansfield College), en la Universidad Metropolitana de Londres y en el University of Stanford Centre in Oxford. Es editorialista del periódico Excélsior (México).

Cayó el famoso Chapo Guzmán. Las reacciones no se han hecho esperar: hay quienes han minimizado el hecho, han puesto en duda la identidad de quienes las autoridades dicen que es Joaquín Guzmán Loera y hasta han sostenido que todo es un “circo”, una cortina de humo para ocultar lo que el gobierno hace mal. Pero también hay voces, según las cuales, la captura de Guzmán es un logro impresionante de la actual administración federal: ha quedado claro que sí hay Estado, que sí hay jefe (el presidente Peña), que el país no está desamparado y que el titular del Ejecutivo encabeza un gobierno eficaz.

Mi impresión es que ambas perspectivas están equivocadas. Por una parte, es evidente que la caída de El Chapo es indudable: el detenido sí es Guzmán. Asimismo, es obvio que capturar a uno de los delincuentes más buscados del mundo no es algo menor. De igual manera, quienes argumentan que todo es una cortina de humo, sólo exhiben estulticia. Por otra parte, decir que la captura de un criminal -por muy importante que éste sea- se traduce en que en México sí hay Estado y que el gobierno es eficaz, es una exageración.

Guzmán Loera es un delincuente de ligas mayores. De hecho, es responsable de la muerte de varias personas. Igualmente, por años se burló de la ley y, en consecuencia, de la sociedad. Es más, la impunidad que disfrutó desde su fuga, sus muchas mujeres, su mucho dinero, su poder y su popularidad entre algunos mexicanos hicieron de él una leyenda. Esto enviaba un pésimo mensaje a todos los ciudadanos: el crimen paga, ser criminal es positivo, el marco legal sólo existe en el papel. Por todo lo anterior, es importante que Joaquín Guzmán Loera esté de nuevo preso; no debemos minimizar esto. Su captura deja claro que, cuando el gobierno se decide a actuar de verdad, la delincuencia no es una ruta atractiva.

Pero esas buenas señales que la autoridad genera el poner tras las rejas a El Chapo se ven debilitadas, tal vez incluso anuladas, por lo siguiente: los secuestros, las extorsiones, los robos, asaltos, violaciones, la trata de personas, la tala ilegal de montes, etcétera, son males que nos aquejan y que hacen mucho daño a la colectividad. Asimismo, la corrupción en todas las esferas y niveles de gobierno es el pan nuestro de cada día. También es innegable que nuestro sistema de procuración e impartición de justicia deja mucho que desear, entre otras cosas.

Dado lo mencionado en el párrafo anterior, argumentar que porque Guzmán está detenido entonces en México sí tenemos Estado y nuestro gobierno es estupendo, es celebrar demasiado lo que, si bien es digno de celebrarse, no amerita tantas fanfarrias ni, mucho menos, debe nublarnos la vista: a este país le falta mucho, pero mucho, para ser un Estado de verdad (nos faltan ciudadanos también de verdad, por ejemplo). De la misma forma, a la administración de Peña todavía le quedan cinco años por delante. En ese lapso, tendrá que ratificar que sí sabe dar resultados. En su defecto, pasará a la historia como un gobierno que tuvo ciertos logros importantes y nada más. ¿Por qué, entonces, apresurarse a decir que, ahora sí, México tiene Estado y que Peña encabeza una administración eficaz? ¡Calma; todavía hay retos cruciales que enfrentar!

Qué bueno que El Chapo Guzmán ya está en la cárcel. Qué mal que haya quienes han minimizado esto y hasta hayan dicho abiertamente que se trata de un acto circense. El caer en triunfalismos es también cuestionable. En pocas palabras, con esto de El Chapo, lo más sano es, me parece, lo siguiente: “ni muy muy ni tan tan”.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.

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