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El FMI y los ajustes fiscales
Mar, 19/02/2013 - 10:15

Caio Megale

El FMI y los ajustes fiscales
Caio Megale

Caio Megale es economista de Itaú-Unibanco y máster en Economía por la PUC-Río.

Dos veces al año, el FMI pubica su informe de perspectivas económicas globales –World Economic Outlook, disponible en su sitio web www.imf.com. En el documento, el fondo hace un balance de la evolución económica global, ofrece su visión sobre algunos de los temas relevantes y hace proyecciones de crecimiento del PIB en países y regiones seleccionadas.

En el informe del segundo semestre de 2012, dos hechos llaman la atención. El primero es que las proyecciones de crecimiento 2013 fueron revisadas a la baja en casi todos los países. Los efectos de la crisis global, que se arrastra desde 2008, continúan pesando. La realidad es que el mundo seguirá creciendo (bastante) menos que el promedio de los años previos a la crisis.

El segundo hecho que vemos es una interesante revaluación de los efectos de los ajustes fiscales sobre la economía. El FMI admite haber subestimado el llamado “multiplicador fiscal”. En palabras simples, las contracciones fiscales (como recortes de gasto o aumento de impuestos) tienen efectos bastante mayores de lo que se pensaba sobre el crecimiento económico. Esto significa que el recetario tradicional de ajustar las cuentas públicas ante una crisis puede imponer a la sociedad un sacrificio mayor del que calculaba el FMI hasta ahora.

Este cambio de visión tiende a producir un cambio en la forma como el FMI se relaciona con los países en los cuales mantiene programas de apoyo financiero. De hecho, las últimas declaraciones de Christine Lagarde, directora gerente del fondo, revelan una tolerancia mayor a la liviandad fiscal de países como Grecia y España. La defensa del ajuste de las cuentas públicas permanece, pero debe ser alcanzado sólo en el mediano plazo. Con “ritmo y tipo de medidas adaptadas  a las necesidades de cada economía”. ¡Vaya mudanza, comparada con el rigor despiadado impuesto a los países latinoamericanos en los años 90!

Reconocer errores del pasado y cambiar para mejor es una postura loable. En este sentido, es admirable la postura franca del FMI. En esta cuestión específica, en tanto, la alteración puede ser peligrosa. No caben dudas acerca del carácter recesivo de los recortes al gasto público. Sin embargo, dependiendo del grado de eneudamiento del país, poner las cuentas en orden puede tener un lado muy positivo también. Esto porque restaura la confianza de los acreedores y atrae nuevos flujos de inversión.

No existe una respuesta trivial a si los beneficios de la austeridad superan los costos. Algunos de los principales observadores del contexto mundial se han vuelto contra ella, como el Premio Nobel Paul Krugman y el exsecretario del Tesoro estadounidense Lawrence Summers. En el argumento principal, en medio de un crecimiento bajo, la austeridad acaba empujando a la economía hacia la recesión, reduciendo la recaudación de impuestos y empeorando aún más la situación fiscal. Sin embargo, en los años 90 la estrategia de la austeridad sirvió en América Latina. Los que buscaron la consolidación fiscal vieron aumentar su credibilidad en los mercados internacionales.

Brasil es uno de estos ejemplos. El significativo ajuste fiscal por el que atravesó el país a partir de 1999 fue fundamental para reducir las tasas de interés de los títulos públicos, restaurar la confianza de los inversionistas y mantener la inflación bajo control. El esfuerzo del gobierno de la época rindió rápidamente frutos. Parte del éxito actual se debe a una disciplina en la conducción del proceso, en gran medida incentivada (y exigida) a Brasil por los equipos del FMI en aquella época.

El alejamiento del rigor exigido a los países europeos ahora puede traer cierto alivio de corto plazo, la sensación de que la crisis va a ser anestesiada por préstamos fraternos del FMI. Pero puede ser leído y narrado, también, como el cuento de la madre que, con pena ante las lágrimas del retoño, le da un dulce pese a haberse portado mal y dejado los deberes sin hacer. La caricia proteccionista puede tener consecuencias graves en el largo plazo.

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