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El fracaso del plebiscito en Colombia
Mié, 05/10/2016 - 10:35

José E. Mosquera

La interconexión eléctrica Colombia-Centroamérica
José E. Mosquera

José E. Mosquera es periodista y escritor colombiano. Es columnista de los diarios El Tiempo, El Espectador, Portafolio, El Colombiano, El Mundo, La República, La Patria, El Liberal, El Universal y La Tarde (Colombia), La Nación (Costa Rica), La Prensa, La Estrella de Panamá y El Panamá América (Panamá), El Heraldo (Honduras), Tal Cual (Venezuela) y El Nuevo Diario (República Dominicana), entre otras publicaciones nacionales y extranjera.

La frase célebre de Woody Allen, "la vocación de un político de carrera es hacer de cada solución un problema", sirve para explicar lo que pasó con las votaciones del plebiscito para refrendar el acuerdo de paz. Triunfó la manipulación, la política del odio y el miedo que difundieron los líderes del no, comandados por el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, para oponerse a las reformas que se plantean en el acuerdo de paz. Reformas que son las mismas que se vienen pidiendo en Colombia desde las primeras décadas del siglo XX, las mismas que por no hacerse originaron los 52 años de guerra con Las Fuerzas Revolucionarias de Colombia (FARC). El acuerdo de paz no modifica ni el sistema económico, ni el régimen de propiedad en Colombia.

En Colombia pudo más el miedo y el odio que el perdón y la reconciliación. En los que votaron por él no, no hubo sindéresis a la hora de decidir entre la paz y guerra. De hecho, ganó el odio y la sed de venganza; perdió el perdón y la reconciliación. Se demostró otra vez que la manipulación de la población pobre y de la clase media ha sido un instrumento político eficaz de la oligarquía colombiana para conservar su poder y sus privilegios de clase dominante. 

En los enfrentamientos políticos entre el presidente Juan Manuel Santos y el ex presidente Álvaro Uribe se esconde una realidad de la que poco se habla en Colombia: el enfrentamiento entre dos sectores de la oligarquía colombiana, representados cada uno en estos personajes. El proceso de paz ha puesto en contexto aquellas diferencias, sectores de la oligarquía colombiana que tienen posiciones particulares ante las reformas que demanda la sociedad colombiana desde los albores del siglo XX y que han sido la médula del conflicto colombiano.

Es claro que el sector de la oligarquía que representa el presidente Santos quiere reformas como la agraria y una apertura política para los sectores insurgentes y las minorías étnicas. De allí su interés por sacar adelante el proceso de paz. En cambio, el sector de la oligarquía que representa el ex presidente Uribe, asociado a los terratenientes y a los dogmas religiosos, impulsador de los paramilitares, no quiere en el fondo una reforma agraria y otros cambios que afecten su poder económico, sus privilegios de hegemonía de clase.

Postura que se matiza con una campaña de manipulación que la gente no alcanza a comprender y que le ha servido al Centro Democrático (CD), el partido político de Uribe, para mantener su electorado cautivo. Detrás del CD lo que se esconde es una poderosa fuerza de la oligarquía colombiana que se ha opuesto a las reformas más liberales que demanda la sociedad colombiana. Fuerza que desplegó todo su poder económico y político para determinar los resultados en la región andina, la más rica y poblada del país. 

Detrás de las desavenencias entre Santos y Uribe lo que hay también es una disputa entre dos sectores de la oligarquía con marcadas diferencias sobre la conducción el Estado. Producto de ese enfrentamiento, las FARC han quedado en el centro del péndulo de la política colombiana. Los que votaron por él no, en su ceguera ideológica y de odio, indirectamente han jugado un papel decisivo para que las FARC obtengan un posicionamiento político más rápido de lo que se esperaba. Por esas luchas entre la oligarquía, las FARC se han convertido otra vez en punto de desacuerdo y de acuerdo en esta coyuntura política colombiana. 

Los enfrentamientos en la oligarquía colombiana no son nuevos. Se vivieron en el siglo XIX cuando los políticos radicales plantearon grandes reformas para la modernización del Estado colombiano y encontraron férreas oposiciones de los sectores tradicionales de la política colombiana. Igualmente sucedió en los años 30 del siglo XX, cuando el ex presidente Alfonso López Pumarejo (1934-1938, 1942-1945) impulsó las reformas para adecuar la estructura del Estado a los nuevos cambios que demandaba la sociedad colombiana, entre ellos la reforma agraria. La misma que se plantea en el acuerdo de paz actual e idéntica a la que no dejaron hacer los terratenientes en la administración de López Pumarejo y en la de Carlos Lleras Restrepo (1966-1970).

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