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El karma de la baja productividad en América Latina
Dom, 04/05/2014 - 13:24

Manuel Hinds

¿Cómo impactará a América Latina la crisis?
Manuel Hinds

Manuel Hinds es economista y consultor económico. Fue ministro de Hacienda de El Salvador entre 1994 y 1999. Se le considera el padre de la dolarización, pues fue quien propuso la idea en su país. Es autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (Yale University Press, 2006) y co-autor con Benn Steil de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009). Hinds también es columnista de El Diario de Hoy, de El Salvador. En 2010 obtuvo el Premio Hayek, del Manhattan Institute.

La fuente primordial de riqueza es el conocimiento, que, cuando aplicado a la producción, potencia a los trabajadores para que produzcan un alto valor agregado por sus salarios -es decir, para que tengan una alta productividad. 

Esto, a su vez, permite que las empresas paguen salarios altos y aún así sean rentables y acumulen capital. 

La revista británica The Economist publicó hace poco un artículo sobre el estancamiento de la productividad en Brasil con una gráfica similar a la adjunta. El problema, sin embargo, no sólo es de Brasil. Es de América Latina entera.

Como se ve en la gráfica, América Latina tiene dos problemas con la productividad. Uno, es que es baja con relación a la de los países desarrollados.

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El otro es que, con la modesta excepción de Chile, no ha estado aumentando en los últimos 30 años. Digo modesta porque, aunque claramente distinguible, no se compara con el crecimiento de la productividad de Corea (mostrado en la gráfica), Singapur y Hong Kong (no mostrados) que fueron los únicos países que salieron del subdesarrollo en los últimos cien años. En realidad Chile ha logrado empatar con México en el primer lugar de la región latinoamericana, pero eso representa apenas el 56% de la productividad de Corea y el 32% de la de EE.UU.

Mucha gente se sorprenderá por tres cosas más mostradas en la gráfica. Una es que la productividad de Rusia es casi igual a la de Chile y México (apenas un poco arriba de la de Costa Rica, que no se muestra). El comunismo dejó a Rusia bien armada pero bastante subdesarrollada.

Otra es que Brasil tiene apenas la mitad de la productividad de México, y apenas ha crecido en los últimos treinta años. Lo que es inexplicable es que, como resultado de un boom en productos primarios, tanta gente haya creído hace unos años que estaba a punto de convertirse en el motor de la economía mundial.

La tercera sorpresa es que la productividad de China es tan baja como la de Brasil. Sin embargo, está creciendo rápidamente y promete dejar atrás a América Latina en algunos años si ésta no despierta de su largo letargo -que The Economist, refiriéndose a Brasil, llamó "la siestecita de 50 años".

En realidad, la siestecita no es de 50 años. Por dos siglos hemos sido la región que está a punto de desarrollarse. Pero no lo hemos hecho porque todavía no entendemos que la base del desarrollo es la productividad, y que ésta está basada en el conocimiento. En vez de entender esto, seguimos creyendo que la riqueza no requiere trabajo ni estudio sino sólo un milagro que haga que todos seamos ricos sin tener que trabajar.

Es la misma razón por la cual Latinoamérica no ha podido salir de la primitiva etapa de los caudillos que ha dominado su política desde la independencia. La idea es que un caudillo vendrá que hará que nos desarrollemos sin tener que trabajar. Hemos probado a cientos de ellos que nos han estafado al entregar dictaduras en vez de las riquezas que han prometido, desde Juan Manuel de Rosas y el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia hace 200 años en Argentina y Paraguay, a Anastasio Somoza, Juan Domingo Perón, Fidel Castro, Hugo Chávez, los Kirchner, Evo Morales, Daniel Ortega y similares en nuestros días, y todavía creemos que el siguiente aspirante a caudillo de verdad nos dará esa riqueza sin tener que educarnos y producir un alto valor agregado.

Nuestro karma es que vamos a tener que pasar de malos a peores caudillos hasta que aprendamos cuales son las verdaderas causas del desarrollo y dejemos a los caudillos en el ridículo en donde debieron estar siempre.

*Esta columna fue publicada originalmente en el centro de estudios públicos ElCato.org.

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