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El miedo a la velocidad
Lun, 06/08/2012 - 08:48

Alfonso Reece

‘¿Cuándo se jodió el Perú?’
Alfonso Reece

Alfonso Reece es ecuatoriano, y se ha desempeñado como escritor y periodista. Posee estudios de Derecho y Sociología en la Universidad Católica del Ecuador. Como periodista se ha desempeñado en los canales de televisión Ecuavisa y Teleamazonas, mientras que en prensa escrita ha colaborado en las principales revistas de su país, como 15 Días, Vistazo, SoHo, Mango y Mundo Diners. Actualmente es columnista en el diario El Universo (Guayaquil, Ecuador).

No han faltado quienes me acusan de manejar “como viejita”. Pues sí, le tengo miedo a la velocidad y pienso que su exceso es el factor principal a ser controlado, si se quiere arreglar el mortal caos del tránsito en el Ecuador. Pero de allí a que por bajar esa variable se haga tabla rasa de los principios del derecho hay mucho trecho. Igualito, el abuso sexual es un crimen execrable, pero jamás pediría la pena de muerte para sus autores, porque considero que ese castigo no es legítimo bajo ningún punto de vista... es que en no sé qué país se procede así. Bueno, en nuestro carnal Irán apedrean a las adúlteras y eso no hace ética a esa condena.

Castigar una infracción como el exceso de velocidad con prisión es contra derecho, porque esa pena debe reservarse para los delitos. Para que estos existan debe haber dos factores constituyentes: uno, el ánimo de causar daño a otra persona, y dos, el cuerpo del delito, la materia sobre la que se ha actuado dolosamente. La negligencia grave puede, en ciertos casos, equivaler a la voluntad de dañar a otro. En el caso del exceso de velocidad hay evidentemente negligencia grave, pero no hay cuerpo mientras no se produzca un accidente. No hay que confundir el cuerpo del delito con las pruebas, como la foto de un vehículo a determinada velocidad. Si se ocasionan daños o muertes por esta negligencia, el delito queda conformado de pleno derecho. Mientras tanto, no se puede imponer un castigo penal a alguien “por si acaso”; multarlo sí, pero eso es otra materia.

Por eso me ha espantado ver que se levantan voces defendiendo la injurídica norma establecida por la actual Ley de Tránsito, con argumentos tales como que los ecuatorianos “nos merecemos” esta pena porque hemos causado muchas muertes por incurrir en tal negligencia. ¡Habrase visto! Incluso respetados medios de comunicación se suman al corro de ignorantes que aplauden semejante despropósito. Es que el ánimo de los ecuatorianos de estos tiempos está dominado por la deplorable tendencia a pedir mano dura, patadas, para solucionar todos los problemas. Nos hemos creído que liderazgo es ponerse furioso e insultar. Si se analizan los discursos de todos los grandes tiranos, se verá que en realidad eran personas de poca sustancia y pobre cultura, pero eran audaces y estuvieron en el sitio apropiado en el momento preciso en que sus pueblos habían perdido la fe en la libertad y el derecho como caminos para lograr la convivencia, cuando empezaron a pensar “nos merecemos” la dictadura. Este ánimo, que presupone una derrota de la razón, es propicio para que una asamblea obsecuente que aprueba sin decidir, imponga cualquier barbaridad con el propósito de controlar todo en la vida de los ciudadanos. No es el miedo a la velocidad lo que inspira esta y otras írritas leyes, sino el miedo a la libertad.

*Esta columna fue publicada originalmente en El Universo.com.

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