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El psicomarketing en la decisión de compra
Mié, 26/12/2012 - 22:23

Armando Ramírez Velasco

La globalización y el impacto en el mundo empresarial
Armando Ramírez Velasco

Armando Ramírez Velasco es licenciado en Administración de Empresas por la Universidad Tecnológica de México. Actualmente es maestrante por la Universidad Interglobal Plantel Ecatepec de la Maestría de Administración y Negocios. Se inició profesionalmente como coordinador en sitio de EBTA y Meeting Card, donde administró la relación de negocios entre FORD y AMEX. Posteriormente ingresó a las filas de la empresa Fin Común, donde fungió como asesor financiero de pymes del sector abarrotero. Actualmente se desempeña como Director Administrativo de CONAPI, consultora que orienta a las pymes en Ciudad de México. Asimismo, imparte en UNAM cursos de liderazgo y alta dirección para funcionarios de dependencias publicas, y es docente de la facultad de Administración y Derecho de la Universidad Interglobal Plantel Ecatepec.

Para empezar este tema es muy importante que podamos entender cómo se relaciona las psicología con el marketing, ya que durante mucho tiempo se creyó que el marketing y la psicología eran dos ciencias incompatibles, que en ningún punto podían converger.

Posteriormente apareció el término "comportamiento del consumidor", término que relacionó por primera vez, aunque de manera temerosa, estas dos ciencias, generando miles de teorías que intentaban explicar cómo es que verdaderamente se relacionan estas dos ciencias; al mismo tiempo y de manera tangencial, los especialistas en negocios, acostumbrados a una estructura de trabajo, se resistían a entender e incluir factores cualitativos como el comportamiento, así que decidieron volver cuantitativo lo cualitativo, apoyándose en la estadística, llevando de esta manera los sentimientos, pensamientos, deseos y necesidades de los consumidores a una gráfica que define una tendencia.

La realidad es que la velocidad con la que se desarrollan hoy en día los negocios ha generado un nuevo escenario en el que se necesitan tomar decisiones a una velocidad impresionante, las que determinan el futuro de las empresas y el futuro de los mercados. De esta manera, lo cualitativo se ha convertido en una herramienta que nos permite tomar decisiones. 

Es así como el mundo de los negocios se detuvo y comenzó su andar en sentido contrario de cómo lo venía haciendo; giramos en 180 grados y ahora estamos orientados al consumidor, ese que quincenalmente va al supermercado, ese que entra a las plazas comerciales buscando algo que puede ser cualquier cosa, pero que es especial. En definitiva, ahora el mundo empresarial no solo quiere saber cómo se comporta el consumidor, necesita saber de su comportamiento en todo momento, identificando la relación existente entre la mente del consumidor y su conducta.

Es momento de recordar que la psicología estudia al hombre y su conducta como ser individual. La psicología ha venido, entonces, apoyar al marketing y sus procesos, no solo abocándose a la satisfacción de necesidades del consumidor, sino también con la manera en que vamos a seducir al cliente.

En paralelo, el marketing es una ciencia que tiene la complicación de llevar a la seducción en sus entrañas. Mientras debe ser firme y leal, a su vez necesita ser pícara y sensual, romántica y amorosa, aunque pueda llegar a ser perversa y mentirosa; en resumen, se trata de una ciencia compleja por sí sola, y que pareciera que en ocasiones ella misma no puede entenderse, y mucho menos interpretarse. 

Pero con todas esas complejidades, no le queda otra alternativa que entrar en terapia, una terapia que le permita conocerse a sí misma para fortalecerse y poder conocer al cliente, influir en sus decisiones de compra, potenciar los estímulos para que el cliente interprete mensajes inconscientes que se verán materializados en un incremento de las ventas.

El resultado de esta combinación suena a cajas registradoras emitiendo facturas, las que nos ayudan a construir nuestras planeaciones estratégicas, a permanecer en el mercado ampliando el ciclo de vida de nuestros productos, una combinación -psicología + marketing- que genera lo que el mundo empresarial ha llamado de muchas maneras: branding, lealtad de marca, posicionamiento de marca, etc., etc.

¿Pero todos podemos oler esta combinación? ¿A qué huele? ¿A éxito empresarial, a objetivos cumplidos, a clientes satisfechos, a un contacto directo, real y sublime entre los clientes y las empresas?

No cabe duda que el marketing necesitaba de la psicología para tener un toque especial, un toque “más humano”, que nos permita entender al cliente y determinar las conductas de compra, los estímulos sensoriales y el nivel de satisfacción del consumidor a través, no solo de encuestas, sino de decisiones de compra.

Para la psicología el consumidor puede ser definido como un satélite que está en constante observación y escucha, capaz de recibir, procesar y analizar diferentes estímulos que seguro se convertirán en preferencias que determinen su proceso de compra; comprendiendo que los estados de ánimo del cliente son variables y complicados, pero reales, y que dependemos en cierta manera de estos estímulos para lograr que el cliente tome la decisión de compra correcta, la psicología le ayuda al marketing al interpretar qué es lo que pensaba el consumidor en el momento en que seleccionó un producto en especial y que debemos estimular para que piense en nuestro producto, en nuestra marca.

Al mismo tiempo y como habíamos platicado, el mundo de los negocios incrementó su velocidad, pero no sólo en cuanto a las decisiones empresariales. La globalización económica, la apertura de mercados y el ambiente comercial de una sociedad del conocimiento han llevado al cliente a tener más opciones, pero menos tiempo para tomar decisiones de compra, así que la psicología y el marketing no actúan in situ, comienzan su trabajo desde mucho antes, generando un reconocimiento a través de estrategias convencionales y sencillas, pero innovadoras y creativas; es por eso que la publicidad cada día es mucho más seductora, y la comunicación es permanente entre el consumidor y la empresa, factores que tal vez parezcan imperceptibles para la vista de cualquier persona, pero que condicionan nuestra percepción emocional.

El psicomarketing ha logrado algo impensable para algunos teóricos: lograr todos los días sentarse a la mesa con el consumidor, dormir con él, comer con él, ser parte de él, comprendiendo sus emociones, al pasar de satisfacer una simple necesidad, a formar parte de una emoción del consumidor. No cabe duda que las empresas han dejado de vender productos y servicios para vender emociones, sueños que son diferentes para cada consumidor y que, por tanto, debemos conocer de cada uno, llegando a los pensamientos más oscuros del cliente y también a los más claros y sensatos, buscando un matiz claroscuro que nos permita generar productos y servicios capaces de adaptarse a estas extrañas emociones del consumidor.

Por fin el mundo empresarial ha encontrado la herramienta adecuada; no necesita miles de millones de dólares, mucho menos una matriz BCG o un FODA: necesita confiar en la psicología y en la relación tan poco ortodoxa, pero exageradamente rentable, que ha generado con el marketing.

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