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El Salvador: ¿es la deuda pública impagable?
Dom, 30/03/2014 - 16:20

Manuel Hinds

¿Cómo impactará a América Latina la crisis?
Manuel Hinds

Manuel Hinds es economista y consultor económico. Fue ministro de Hacienda de El Salvador entre 1994 y 1999. Se le considera el padre de la dolarización, pues fue quien propuso la idea en su país. Es autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (Yale University Press, 2006) y co-autor con Benn Steil de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009). Hinds también es columnista de El Diario de Hoy, de El Salvador. En 2010 obtuvo el Premio Hayek, del Manhattan Institute.

El gobierno ha estado diciendo desde hace algún tiempo que la deuda (la misma deuda que él mismo ha aumentado) ha llegado a ser tan grande que no puede manejarse sin tomar medidas dramáticas. El gobierno teme decir cuales serían estas medidas, pero hay rumores consistentes de que lo que planea hacer es expropiarle a la ciudadanía dos grandes activos: uno, los ahorros acumulados para pagar las pensiones (apropiándose directamente de ellos) y, el otro, una gran parte de los ahorros bancarios a través de desdolarizar al país y devaluar la nueva moneda.

Nada justifica expropiar a los ciudadanos. Ellos son los dueños del gobierno, no al revés. Pero además la situación actual de la deuda no es insoluble.

Como se ve en la gráfica adjunta, otras administraciones salvadoreñas resolvieron rápidamente una situación similar sin aspavientos a principios de los años 90.

La gráfica muestra tres medidas de la deuda pública: la deuda del gobierno central (la presidencia y los ministerios), la del sector público no financiero (el gobierno central más las instituciones autónomas) y la deuda total (que incluye la anterior más la deuda de las instituciones financieras del estado).

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Observe que como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB), en 1991 las tres medidas de la deuda estaban a la misma altura que ahora. Y los gobiernos de esa época redujeron el peso de la deuda inmediatamente, bajando su relación con el PIB a cerca de la mitad para 1998. En esos años El Salvador obtuvo su calificación de grado de inversión, que la perdió este gobierno.

Y esos gobierno no tuvieron esos logros a costa de insufribles sacrificios. Al contrario, la economía, que había estado creciendo en promedio al 1,2% anual de 1983 a 1989 en términos reales (es decir, eliminando el efecto de la inflación), creció al 4,2% de 1989 a 1991, cuando todavía había guerra (o sea que el aumento de crecimiento no fue porque la guerra se había acabado si no por la aplicación de mejores políticas) y al 5,0% de 1991 a 1999, cuando la deuda se estaba reduciendo prácticamente a la mitad.

Tampoco lo hicieron a costa de sacrificar programas sociales. El gobierno actual se enorgullece de dar un vaso de leche en las escuelas parvularias. En los 90, las Escuelas Saludables daban no sólo un tiempo de comida entero, sino también atención médica a los alumnos de ellas. Y, mientras que la pobreza ha aumentado en el presente gobierno, ésta bajó de 60% a menos de 30% de la población en los noventas.

Así, cuando el gobierno dice que la crisis es inmanejable, entienda que esto no es así. Lo que quiere decir es que él, el gobierno actual, no la puede manejar, y que para tratar con ella sólo se le ocurre despojar de sus reservas a un mecanismo de política social -las pensiones- y de una gran parte de sus ahorros bancarios a la población entera. Es como un médico que viendo una herida modesta en un brazo, no sabe qué hacer y sólo se le ocurre amputarlo. El problema no es la herida, sino el médico.

*Esta columna fue publicada originalmente en el centro de estudios públicos ElCato.org.

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