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En sus marcas, listos... ¡ya!
Vie, 23/12/2011 - 10:29

Gerardo Figueroa

La compra-venta de marcas: ¿quién se llevó mi supermercado?
Gerardo Figueroa

Gerardo Figueroa es socio fundador de Figueroa & Asociados (F&A), está en el negocio de las comunicaciones corporativas desde 1983. Ha sido director creativo de JWT y Ogilvy. Consultor internacional del Johns Hopkins Center for Communication. Catedrático de comunicación y medios en la escuela de Post Grado de la Universidad San Ignacio de Loyola (Perú).

De chico en casa el televisor era Philips, la batidora Kenwood y el tocadiscos, Telefünken. Los primeros japoneses en llegar a nuestras vidas fueron Hitachi, unas radios a “transistores” y pilas que venían forradas con protectores de cuero para darles un toque de superioridad. Luego con algo de timidez, y algunos años después, aparecieron los relojes pulsera y las calculadoras que por sus bajos precios eran todavía de dudosa calidad. Tuvieron que pasar muchísimos años para que Sony se convirtiera en sinónimo de excelencia en imagen de televisión y sin darnos cuenta ya le habíamos abierto las puertas a autos, motos, computadoras, ascensores, licuadoras, tostadoras y a un sinfín de otros productos japoneses mucho más sofisticados, que harían interminable esta lista. Breve: hoy si es japonés, debe ser bueno.

¿Japón marca país? Que yo sepa Japón no invirtió ni un yen en desarrollar su nombre como marca país. Lo que sí hizo como nación fue fijarse objetivos. Definir estándares para sus industrias, mercados para sus productos y trabajó en ello de manera organizada y responsable. Así desarrolló productos de calidad que le permitieron ganar la confianza primero, el respeto después y la reputación con la que finalmente se le abrieron las puertas del mundo.

¿Cómo se hace? El caso japonés es digno de revisarse con mucha más profundidad, pero sin temor a equivocarme es un excelente ejemplo de una secuencia lógica, seria y profesional de cómo se desarrollan marcas y cómo estas, en este caso, terminan por hacer de su origen una marca país. Si no ponemos primero los estándares de calidad al nivel que deben estar para ser aceptados internacionalmente, no hay logo, promesa ni campaña que sirvan.

El caso peruano. Como muchos profesionales del sector privado, tuve la suerte de ser invitado a participar en el proyecto “Perú marca país” y me satisface reconocer el profesionalismo con el que se ejecutaron las partes en las que tuve la oportunidad de participar. Sin lugar a dudas los peruanos ya tienen en el logo, manuales y promesa, una excelente herramienta de trabajo. Tienen también, en algunas de sus actividades comerciales, excelentes muestras de calidad de productos y servicios “made in Peru”, y en ellos está justamente su más grande desafío, pues son estos productos y servicios los que han puesto alta la valla.

Marca país, marca de todos. Sin el compromiso serio y responsable entre el sector público y privado de una nación; sin el entendimiento de que los réditos del esfuerzo y trabajo serán para todos, no hay forma de alcanzar el éxito, ni en el desarrollo de una marca país ni en nada. A diferencia de lo que sucede con cualquier otra marca, tarea de unos, la marca país es tarea de todos. Es un asunto que pasa por fomentar la actitud nacional hacia alcanzar la excelencia. Sin ello difícilmente se conseguirán las bases para que el nombre de un país termine siendo marca. Marca país no es otra cosa que sinónimo de calidad y garantía en productos y servicios con un mismo lugar de origen; y calidad, no se consigue con logos, promesas ni campañas.

Una vez más vuelve a mi mente Japón como ejemplo. Esta vez, por su actitud luego del terremoto que nos hizo testigos de su cultura. Una envidiable cultura de absoluto respeto, calma, orden, disciplina y muchas otras virtudes que explican el éxito alcanzado por esta nación.

¿Estamos listos? Esta es la pregunta que debe hacerse todo el que desee invertir en el desarrollo de una marca. Una marca país no es más que una marca en otra categoría, y esta, como todas las marcas, se desarrolla siguiendo bien un proceso.

El caso peruano no escapa a la regla. Su turismo, histórico y todavía desaprovechado en el resto de sus posibilidades, puso al Perú en el escenario mundial. Atraídos por Machu Picchu, millones probaron su comida, su pisco y hospitalidad, luego hablaron de ellos por el mundo entero. Quizás, como el reloj pulsera o las radios Hitachi, el pisco o los espárragos peruanos comenzaron a conquistar espacios en las góndolas del mundo y arrastraron al ají, a los limones, los mangos y otras frutas y verduras que hoy se exportan con éxito. Poco a poco estos caballos de Troya sirvieron para introducir confecciones que, además de la calidad de sus materias primas, tienen valor por su diseño. Músicos, artesanos, cocineros, cineastas son muchos de los peruanos que han entendido que en el cuidado de la calidad de lo que hacen está la llave que les abre las puertas del mundo.

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