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Fomentando despegues
Dom, 11/03/2012 - 16:17

John C. Edmunds

Milagro brasileño de doble filo
John C. Edmunds

John C. Edmunds es doctor en Administración de Empresas de la Universidad de Harvard, profesor de Finanzas de Babson College en Boston y coautor de Wealth by Association.

La primera pregunta para el profesor visitante de Boston es siempre sobre capital de riesgo. En todas partes de América Latina los estudiantes quieren saber si realmente hay capitalistas de riesgo en Boston dispuestos a darles un millón de dólares a personas jóvenes que quieren iniciar un negocio. Siempre se sorprenden, estos jóvenes latinoamericanos, cuando se enteran de que la respuesta es afirmativa. Más aún cuando se enteran de que los montos entregados son aún mayores, en el rango de los dos a cinco millones de dólares.

La asombrosa respuesta los deja sin habla durante unos pocos segundos, y luego provoca una catarata de preguntas. ¿Cómo conocer a estos capitalistas?. ¿Cómo son capaces de hacer algo tan evidentemente demencial, año tras año?.

Los estudiantes encuentran el proceso de capital de riesgo estadounidense tan desconcertante que tratan de adaptarlo al esquema institucional de sus países. Asumen que el sistema financiero estadounidense es como el que ellos conocen. Y así llegan a la conclusión errónea de que los capitalistas de riesgo financian solamente emprendimientos de altísima tecnología, compañías que patentarán rebuscados aparatos recién salidas de algún laboratorio de Cambridge, Massachusetts, o de Palo Alto, en California. En su visión la tecnología es algo mágico, capaz de saltar barreras que bloquearían el acceso al financiamiento de una empresa de baja tecnología.

Los estudiantes admiten con rapidez que en Estados Unidos hay muchas empresas exitosas que obtuvieron capital de riesgo sin utilizar tecnología muy sofisticada. Reconocen que Groupon y Linkedin no utilizaron tecnología de punta, y concuerdan que Zynga trabaja con diseñadores creativos y buenos programadores, pero no con científicos haciendo fila para ganar el premio Nobel.

Cuando ven los datos, los estudiantes latinoamericanos alzan sus manos en señal de frustración: los capitalistas de riesgo estadounidenses financian a menudo compañías que lanzan o expanden cadenas de restaurantes. La sola idea de semejante inversión hace volar por los aires su noción del proceso de creación de nuevos negocios.

Lo que los estudiantes no ven es el cálculo que hace el capitalista de riesgo para comparar el riesgo versus la recompensa. El riesgo es una pérdida del 100%. Y la recompensa potencial es muchísimo mayor: miles o decenas de miles de retorno porcentual.

En América Latina el potencial de crecimiento es mucho menor, no porque las economías sean de un tamaño reducido, sino porque los capitalistas de riesgo no cosechan retornos tan altos cuando hacen una inversión exitosa. En muchos países no existe la posibilidad de abrir el capital de las nuevas compañías de éxito en la bolsa local. En algunos países latinoamericanos ha habido ofertas de acciones debutantes, pero la mayoría corresponde a grandes compañías, algunas estatales, que hacen negocios desde hace mucho tiempo.

Así los inversionistas de riesgo carecen en América Latina de una manera realmente rentable de cosechar las ganancias de una inversión exitosa. En algunos países latinoamericanos casi existe, o podría llegar a existir, pero no es el caso todavía. Ésta es la razón de su cautela. Una apuesta exitosa permite recuperar la inversión y obtener beneficios, pero no alcanza a compensar los fracasos. Los éxitos compensan los fracasos, pero si no son lo suficientemente rentables, los fracasos se comen la tasa de retorno y empañan la reputación del capitalista de riesgo.

Para encontrar la manera de incentivar adecuadamente el emprendimiento en América Latina, muchos expertos han estudiado las facultades de ciencia y tecnología de las universidades locales, y han lanzado “incubadoras” afiliadas a estas universidades. Están estudiando el lado equivocado de la ecuación. Lo que deben hacer es analizar a fondo los mercados financieros nacionales. Sólo así podrán encontrar, de partida, por qué los capitalistas de riesgo obtienen retornos tan bajos para sus inversiones de éxito, por qué hay tan pocas ofertas de acciones debutantes en las bolsas locales, por qué las empresas pequeñas y de alto crecimiento tienen tan poco acceso al financiamiento de cualquier especie, incluyendo el financiamiento accionario.

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