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Guatemala: es intolerable que los buenos maten a los malos
Vie, 20/06/2014 - 08:40

Martín Rodríguez Pellecer

Destruir la política en Guatemala
Martín Rodríguez Pellecer

Martín Rodríguez Pellecer (1982) es periodista y guatemalteco. Estudió Relaciones Internacionales (una licenciatura) en Guatemala y luego una maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Autónoma de Madrid (España). Aprendió periodismo como reportero en Prensa Libre entre 2001 y 2007, desde la sección de cartas de los lectores hasta cubrir política e investigar corrupción. En 2007, ganó un premio de IPYS-Transparencia Internacional por el caso Pacur. Ha trabajado en think tanks (FRIDE, Flacso e ICEFI), aprendido varios idiomas, viajado por dos docenas de países, es catedrático en la URL y columnista de elPeriódico. Es director y fundador de Plaza Pública.

Es comprensible la indignación de una parte de la opinión nacional por la condena, en Suiza, a cadena perpetua de Erwin Sperisen. Al ex director de la Policía Nacional Civil (PNC) en tiempos de Óscar Berger, un tribunal de siete jueces lo encontró culpable de haber participado en la operación de limpieza social en la toma de la cárcel de Pavón, en la que las autoridades asesinaron a siete reos.

Es comprensible porque en este país muchos hemos crecido con añoranzas de los tiempos de las dictaduras en las que “ladrón visto, ladrón muerto”, sin preguntar ni juicio previo, ni investigaciones serias, ni fuerzas de seguridad sujetas a la ley para evitar excesos. A esto se suma que parte de la opinión pública repite que por ese “orden perdido” es que hoy hay tanta violencia. Y desde la religión creemos que los humanos o somos buenos o somos malos.

Por eso, no molestaba que en tiempos del gobierno “de los más buenos” aparecieran pandilleros o secuestradores asesinados con el tiro de gracia, o que hubieran matado a siete reos “malos” cuando “los buenos” recuperaron la cárcel de Pavón. Estaban trabajando por un país más seguro, aseguraban. Pero la ética, las estadísticas y las morgues decían lo contrario. Durante ese gobierno tuvimos el peor aumento de asesinatos de guatemaltecos en las última década, 40% entre 2003 y 2006. Que “los buenos” salgan a matar “a los malos”, después de todo, no reduce la violencia; la aumenta. ¿Qué la reduce? Investigaciones científicas y jueces valientes. Ah, y las previene la redistribución de oportunidades en una sociedad tan desigual como la nuestra.

Regreso con un paréntesis: no estamos hablando aquí de que no va a haber balaceras entre policías y delincuentes o que las personas no puedan defenderse cuando las están atacando. Estamos hablando de autoridades guatemaltecas asesinando a personas de manera planificada.

Esto no es de “buenos” y “malos”, como empiezan a gritar los de la extrema derecha. La vida real es mucho más que una caricatura y todos tenemos dentro un bueno y un malo que podemos potenciar. Esta sentencia de Sperisen, como la de Víctor Soto, subalterno suyo en la PNC y condenado en Guatemala a 33 años de prisión por el mismo caso, debería dejarnos otra lección: en Guatemala y en el mundo, no importa cuán malo sea un malo, ni cuán bueno sea un bueno, nadie tiene derecho de matar a nadie. No importa si el malo está condenado a cadena perpetua y el bueno es la autoridad máxima, no puede quitarle la vida. Porque la vida es sagrada.

Y en la parte más oscura de la impunidad, eso lo recordamos gracias a muchos testigos, fiscales, jueces, PDH y periodistas valientes.

Por eso, si algo me deja tranquilo con los casos de Sperisen o de Soto, es que ambos han tenido derecho a un juicio justo, que a ninguno lo condenaron a la pena de muerte, tendrán derecho a una vida digna tras ser sentenciados y ambos tienen derecho de apelar esas sentencias. Porque la democracia no se trata de venganzas, sino de justicia. Y esto no es un dominó. A Soto le probaron responsabilidad; a Giammattei, no; a Sperisen un juzgado suizo lo encontró culpable; a Figueroa un jurado de ciudadanos austriacos, no.

Al final, esta sentencia es una victoria para la vida, independientemente del origen de los acusados. Porque hará que en el futuro en nuestra Guatemala, construida creyendo que “las fuerzas de seguridad” pueden decidir sobre la vida de las personas, ninguna autoridad, alta o rasa, militar o civil, rica o pobre, volverá a pensar que puede planificar la muerte de una persona sin que vaya a tener que enfrentar a los tribunales.

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