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Guatemala: estudiantes o mareros
Mié, 20/06/2012 - 16:16

Julio Ligorría

Prensa y gobernabilidad
Julio Ligorría

Julio Ligorría es presidente de Interimage Latinoamericana, S.A. la cual brinda servicios en el área de consultoría en comunicación y asuntos públicos a empresas multinacionales y gobiernos en el ámbito latinoamericano.

Además de que las modificaciones no les afectan directamente, sino plantean un escenario formativo mejor y un poco más largo para quienes en el futuro busquen esa carrera, la argumentación me parece confusa, variable y casi obstinada, lo cual debe ser visto como una llamada de atención para la sociedad en general.

Respeto que algunos estudiantes hayan tomado la decisión de ir a medidas de hecho. Hay que tener mucho valor para encabezar un movimiento que, asumo, ellos perciben como útil para su futuro. Mas no entiendo cuál es la lógica de rechazar una oportunidad para que la carrera que los normalistas siguen —la formación de nuevos maestros— mejore.

¿Es acaso esta protesta una muestra de hasta dónde está llegando el descontento en un sector de la sociedad joven y medianamente privilegiada del país? Digo privilegiada porque, aunque sufren privaciones como muchos en el país, aún tienen la oportunidad de aprovechar la educación pública. Los jóvenes estudiantes van a clases porque sus padres, hermanos u otros parientes les facilitan los recursos —sin importar si son abundantes o exiguos— para labrarse un futuro. Y aún así, aún con la oportunidad de educarse para comenzar su vida laboral con una carrera magisterial, se empeñan en una negociación que no parece tener mucho futuro —al menos, así lo veía yo al momento de escribir estas líneas—.

El interés de la mayoría debe privar por encima de las minorías; esa es una norma que el Estado debe cumplir cuando el cumplimiento de la ley queda en entredicho. Para el caso actual, la ocupación de los establecimientos educativos por un grupo de adolescentes está vedando la educación de varios miles de estudiantes, quienes sin más derecho a opinión han tenido que aceptar el vacío educativo de un mes, con las consecuencias que tendrá para su calidad educativa.

He visto cómo los diversos analistas han expresado su desacuerdo con la actitud oscilante y caprichosa de los estudiantes que capturaron los institutos. Y creo que debería llamarle la atención a esta generación de “líderes” la forma en que su accionar está siendo visto por el país. No son acciones heroicas las que estamos presenciando, porque han asumido una actitud caprichosa, buscando cómo provocar un problema mayor ante un proceso que no quieren entender ni aun y cuando traiga beneficio a sus intereses futuros.

Guardando las distancias, estos jóvenes están asumiendo una actitud digna de un marero: causan daño a la colectividad escudándose en un reclamo ante algo que rechazan.

Si estos jóvenes no están de acuerdo con el cambio curricular para el magisterio, lo lógico es cambiar de carrera y no oponerse a una mejora que ellos mismos han reclamado cuando intentan colocarse en el mercado laboral como profesores. No tienen derecho a negarle una mejor educación a las generaciones futuras, especialmente cuando no terminan de comprender su situación personal.

Se están quedando solos porque su argumentación es pobre y no parece tener futuro. Dura será la derrota que esta generación de estudiantes normalistas puede asumir irreversiblemente si persiste en su actitud caprichosa. Ojalá y comprendan en dónde están parados.

*Esta columna fue publicada originalmente en PrensaLibre.com

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