Pasar al contenido principal

ES / EN

Guatemala: genocidas, impunes o reinas de Blancanieves
Mié, 07/05/2014 - 10:25

Martín Rodríguez Pellecer

Destruir la política en Guatemala
Martín Rodríguez Pellecer

Martín Rodríguez Pellecer (1982) es periodista y guatemalteco. Estudió Relaciones Internacionales (una licenciatura) en Guatemala y luego una maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Autónoma de Madrid (España). Aprendió periodismo como reportero en Prensa Libre entre 2001 y 2007, desde la sección de cartas de los lectores hasta cubrir política e investigar corrupción. En 2007, ganó un premio de IPYS-Transparencia Internacional por el caso Pacur. Ha trabajado en think tanks (FRIDE, Flacso e ICEFI), aprendido varios idiomas, viajado por dos docenas de países, es catedrático en la URL y columnista de elPeriódico. Es director y fundador de Plaza Pública.

Recuerde usted el momento: “espejito, espejito, dime quién es la más linda de este reino” y el espejo responde que no es ella, sino Blancanieves. Transpórtese a la sala en la que nueve comisionados de postulación, apadrinados por tres grupos de poder, le preguntaron lo mismo al espejo del Ministerio Público de Guatemala. Cuando la respuesta fue verse en un espejo independiente y no pudieron huir despavoridos, ya todos sabemos qué pasó.

Tras décadas de llenarse la boca diciendo que sólo querían “estado de derecho” o que “las vacas sagradas o los narcos” eran los que distorsionaban el sistema, tres sectores se quitaron la máscara después de que les pusieran frente un espejo independiente. La élite empresarial, el gobierno de Pérez Molina y Baldetti y abogados emergentes, todos cómodos con vecinos o amigos del crimen organizado, derrocharon formas elegantes para justificar lo injustificable, el fin de la administración más independiente que hemos tenido en el MP, de Claudia Paz y Paz.

¿Por qué lo hicieron si redujo la impunidad, persiguió a narcos, a ladrones de propiedades, a banqueros ladrones (alguno al que fueron a buscar a la UFM) o a un jefe de Estado genocida?

Sí, es feo que a uno le pongan el espejo en frente cuando uno financió o apoyó o justificó con malabares imaginarios o vio para otro lado cuando estaban haciendo una carnicería contra guatemaltecos con la excusa del anticomunismo. Es feo recordar que muchos de estos actores políticos, probablemente muchos de los comisionados, los poderosos o de los lectores de este texto, fueron cómplices de lo que pasó en la guerra.

Pero no nos engañemos. No es sólo por eso. Lo del genocidio toca hondo, pero muchos de estos actores, y muchos lectores de este texto, se sienten cómodos también con algo más cotidiano: la impunidad. Porque prefieren que sus amigos, familiares y socios estén a salvo antes de que cambiar su estilo de vida. Lo que les molesta es que no les dejen tranquilos, si ya habían derrotado al espejo cada mañana. Que si al simpático amigo que prostituye, que si al pariente querendón que roba propiedades, que si al vecino que contrata sicarios, que si a tantos guatemaltecos de buena fe, ellos que sólo buscan llevar agua para sus molinos porque están desamparados por Dios y este país violento y corrupto. Hi-pó-cri-tas. Hipócritas.

No llegaremos lejos como país con estos tres grupos y sus mandaderos: Reyes Calderón, Otto González, Jisela Reinoso, Luis Reyes, Manuel Marroquín, Jorge Calderón, Milton Argueta, Jary Méndez y Mario Archila. Aunque hay que reconocerles dos cosas. Una es que lo disfrutaron. Y otra es que nos mostraron que es un sistema caduco para escoger a árbitros independientes.

Por dicha no son los únicos actores, hay evidencias que el esfuerzo es recompensado en medio del pantano y hay trabajo urgente. El primero es proteger a los fiscales valientes que están en el MP y que han logrado reducir la impunidad. Recordémosle al nuevo fiscal cuánto tiempo estuvo al frente del MP Conrado Reyes. Y el segundo es defender lo que se hizo en los últimos 14 años para avanzar en limpiar la justicia. Vigilancia ciudadana, abogados, fiscales y jueces éticos y cabezas limpias (Zárate y Paz) por cinco años al frente de una institución demuestran que el país da para más.

*Esta columna fue publicada originalmente en El Blog de Wachik' aj.

Países