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¿Hacia dónde deben orientarse las políticas sociales?
Mar, 18/09/2012 - 11:45

Eduardo Ortíz-Juárez

Juguemos con los impuestos…
Eduardo Ortíz-Juárez

Eduardo Ortiz-Juárez se desempeña desde 2008 como Economista en la Unidad sobre Pobreza, Desarrollo Humano y ODMs de la Dirección Regional para A. Latina y el Caribe del PNUD. Sus líneas de investigación se relacionan con pobreza, desigualdad, clases medias, vulnerabilidad, desarrollo humano y políticas fiscales. Ha sido Subdirector de Análisis Económico y Social en la Secretaría de Desarrollo Social de México, y ha realizado diversas actividades de consultoría para el PNUD, el Banco Mundial, el Centro de Estudios Espinoza Yglesias y el ITESM. Obtuvo una Maestría en Economía y Políticas Públicas y un Diploma en Análisis Estadístico y Evaluación de Impacto en la Escuela de Graduados en Administración Pública del ITESM, Campus Ciudad de México. Cursó la Licenciatura en Economía en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

La región de América Latina y el Caribe está sufriendo una transformación socioeconómica sin precedente. Pese a la reciente crisis, el crecimiento económico promedio durante 2000-2011 (3,5%) fue el mayor de las últimas tres décadas; la desigualdad en ingresos descendió a un ritmo anual cercano a 1% en el mismo periodo; y ambos factores, crecimiento y redistribución, contribuyeron a que la pobreza redujera significativamente. Si se utiliza la línea de pobreza de US$4 al día, la incidencia actual –cercana a 29%— es menor que la observada tanto en 2000 como en 1992 en alrededor de 14 puntos porcentuales.

¿Somos parte de una región menos pobre? Sin duda. ¿Somos parte de una región de clase media? La respuesta a esta última pregunta depende principalmente de dos factores: de qué significa ser clase media, y de en dónde se habite, pues los efectos de este progreso positivo agregado pueden ser muy distintos de país en país. Respecto al primer factor, mi colega Luis F. López-Calva y yo propusimos una definición de clase media basada en un concepto de vulnerabilidad a la pobreza. Nuestro argumento central es que “ser de clase media” es una condición que enfrenta muy bajo riesgo al empobrecimiento, es sostenible a través del tiempo, y sus atributos se diferencian significativamente de aquellos propios de la pobreza. Estos elementos nos permitieron evidenciar la existencia de un grupo intermedio: la población vulnerable. Teniendo en cuenta esta partición de grupos –pobres, vulnerables y clase media— tomemos los casos de Chile, México y Perú como ejemplo.

Durante los periodos mostrados en el gráfico, la pobreza descendió a un ritmo anual similar al que aumentó el ingreso per cápita en cada país, en tanto que el número de hogares en clase media creció a un tasa acelerada de entre 8,5% y 12,5% lo que llevó a este grupo a ser el más numeroso: 53% en Chile, 40.1% en México, y 42.3% en Perú.

Estos movimientos positivos, sin embargo, han estado acompañados de un crecimiento de la clase vulnerable, que actualmente se compone por el 31,39% y 37% de los hogares en estos países, respectivamente. Es decir, parte de la población que ha abandonado la pobreza se ha integrado a la clase media, pero otra parte significativa ha permanecido en una situación de exposición al empobrecimiento ante eventuales choques.
 

1521Estas tendencias sugieren grandes retos a las políticas públicas en el corto plazo. Primero, el descenso de la pobreza –y por tanto la expansión de la clase media y vulnerable— ha sido resultado, en parte, de un mayor (¿y mejor?) gasto social y de una redistribución efectiva a través de transferencias sociales, principalmente programas de transferencias condicionadas. No obstante, estos esquemas siguen fallando en sus sistemas de graduación e incorporación al mercado laboral. Un resultado potencial es que, sin un empleo de calidad, un individuo “graduado” podría enfrentar el riesgo de caer nuevamente en condiciones de pobreza. Por tanto, se requieren políticas activas para la creación de empleos de calidad. Segundo, la población vulnerable requiere entonces de políticas específicas capaces de garantizar un nivel básico de protección ante riesgos.

Por ejemplo, ante la ausencia de empleo resulta deseable un seguro compensatorio, como elemento de un piso de protección social comprehensivo. Tercero, a medida que el poder adquisitivo de la clase media mejore, se puede esperar una mayor demanda de servicios privados (como ocurre en los hogares de República Dominicana a través de la adquisición de plantas generadoras de electricidad), lo que puede incidir negativamente sobre las brechas de calidad respecto a los servicios que reciben los otros dos grupos.

¿Las políticas que nos han traído al estado social actual necesitan evolucionar a medida que la clase vulnerable y media se expanden en la región? La respuesta es sí. Alcanzar el ideal de sociedades conectadas requiere de una mayor capacidad del Estado para establecer consensos, implementar reformas que garanticen un mayor impacto redistributivo en los grupos medios, y transitar a políticas integrales capaces de atender las necesidades diferenciadas, pero estrechamente ligadas entre sí, de los distintos grupos sociales.

*Esta columna fue publicada originalmente en el Blog Humanum.

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