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I+D y economías dependientes
Mié, 05/04/2017 - 09:12

Diego Aristizábal

I+D y economías dependientes
Diego Aristizábal

Diego Aristizábal posee un PhD en física teórica de la Universidad de Valencia (España, 2007). Investigador postdoctoral en Laboratorios Nacionales de Frascati, Roma-Italia (2007-2010), así como investigador postdoctoral del Departamento de Astrofísica de la Universidad de Lieja (Bélgica, 2010-2012), casa de estudios donde también se desempeñó como académico temporal (2015-2016). Es miembro de la colaboración DUNE (Deep Underground Neutrino Experiment), FermiLab (Chicago, USA). Es académico del departamento de Física de la Universidad Técnica Federico Santa María.

La investigación en ciencia fundamental es uno de los pilares centrales del desarrollo social, tecnológico y financiero de una nación, forma parte del patrimonio de la Humanidad, y en definitiva, es lo que nos permite diferenciarnos del resto de las especies, puesto que la búsqueda del conocimiento, movida por la curiosidad de entender y comprender el mundo que nos rodea, al margen de la utilidad práctica que ello implique, es una de las cualidades y capacidades que tenemos los seres humanos.

Al respecto, es importante destacar que en el mundo de las ciencias básicas se realiza investigación teórica y experimental donde los resultados de una influencian el quehacer de la otra, pues la investigación teórica busca explicar los resultados de la experimentación, ante lo cual surgen ideas que predicen nuevos fenómenos. Precisamente, en ese proceso cíclico nacen aplicaciones tecnológicas que benefician a la sociedad, algo que difícilmente podría ocurrir sin los resultados de la investigación en ciencia fundamental.

Desde el punto de vista económico, es conveniente reflexionar sobre el impacto que tiene el desarrollo de las ideas científicas, no solo porque buena parte de la labor se financia con dineros públicos, sino porque todas aquellas naciones que cuentan con programas sólidos y políticas estatales de inversión en Investigación y Desarrollo (I+D), se caracterizan por tener economías fuertes e Índices de Desarrollo Humano (IDH) altos. Esta relación responde a una lógica sencilla: la inversión en investigación fundamental da lugar al florecimiento de una cultura que se nutre del conocimiento y hace de él su motor de progreso.

Las economías internacionales más sólidas no invierten en I+D por razones altruistas, lo hacen como parte de un proyecto de nación y porque funcionan en torno a sus productos, derivados del conocimiento. En ese sentido, países como Corea del Sur, Dinamarca y Japón han comprendido hace décadas que el funcionamiento y desarrollo de instituciones científicas, de primer nivel, no sólo genera beneficios económicos a largo plazo, también refleja y proyecta prestigio, el cual se traduce en una credibilidad que va más allá de cualquier frontera.

De acuerdo a las estadísticas sobre inversión en I+D a nivel internacional, el Foro Económico Mundial (World Economic Forum) precisó en 2013 que Israel habría invertido 4,21% de su Producto Interno Bruto (PIB), seguido por Corea del Sur con 4,15%. Alemania y Estados Unidos, en tanto, apostaron aproximadamente por el mismo porcentaje, 3% de su PIB, mientras que en China la inversión alcanzó el 2%.

En conclusión, la inversión en I+D no puede reducirse a programas de gobierno, tiene que estar enmarcada en un proyecto estatal. Si depende de quién gobierna, los esfuerzos de la comunidad científica quedan reducidos a meros ejercicios académicos y el país en cuestión se condena tarde o temprano al rezago internacional. Esto plantea una discusión, pues normalmente se dice que es por falta de recursos que los países invierten menos en I+D, sin embargo, cabe preguntarse si la falta de recursos se debe a una escasa o nula inversión.

Una sociedad que no invierte decididamente en investigación, concretamente en ciencias básicas, o que reduce de forma drástica dicha inversión, ata sus posibilidades de funcionar como economía independiente, lo cual redunda negativamente en distintos aspectos sociales, ambientales, industriales y tecnológicos, cercenando con ello cualquier posibilidad real de desarrollo.

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