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La causa marítima de Bolivia: dos acciones recientes
Dom, 26/05/2013 - 14:31

Marcelo Ostria Trigo

¿Volver a Charaña?
Marcelo Ostria Trigo

Abogado boliviano, fue Encargado de Negocios en Hungría (1971-1973), Embajador en Uruguay (1976-1977), Venezuela (1978), Israel (1990-1993) y Representante Permanente ante la OEA (1999-2002). Se desempeñó como Secretario General de la Presidencia de la República (1997-1999) y como Asesor de Política Exterior del Presidente de la República (2005). En el Ministerio de Relaciones Exteriores, entre otras funciones, fue Director de Asuntos de América Latina, Director General de Política  Exterior y Viceministro de Relaciones Exteriores. Es columnista de los diarios El Deber de Santa Cruz (Bolivia),  El Nacional (Tarija, Bolivia) y de Informe (Uruguay). Ha publicado los libros “Las negociaciones con Chile de 1975” (Editorial Atenea, 1986), “Temas de la mediterraneidad” (Editorial Fundemos), 2004) y “Baladas mínimas” (Editorial El País, 2010).

El presidente de Bolivia, hace unos días, viajó a Georgia, Estados Unidos, para visitar al ex presidente de Estados Unidos, Jimmy E. Carter (88) y, según  se dijo, pedirle consejos para alcanzar una solución de la mediterraneidad de Bolivia, pues el ex mandatario estadounidense habría sido el artífice de la devolución de Estados Unidos a Panamá de la zona del canal que cruza el istmo. 

El mandatario boliviano también habría tenido la esperanza de que Carter influya con su predicamento –fue Premio Nobel de la Paz 2002– en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, donde está radicada la demanda contra Chile, presentada por Bolivia para obtener la solución de la mediterraneidad a la que está confinada desde 1879. 

Los despachos de prensa informan que Jimmy Carter “renovó su compromiso de promover un acuerdo negociado con Chile y Perú para que Bolivia recupere el acceso al mar que perdió en la Guerra del Pacífico (1879-1884)”. 

“Morales –se afirma– solicitó este encuentro con Carter en el marco de la demanda presentada en abril pasado por Bolivia ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, para reclamar que Chile le devuelva una salida soberana al Pacífico” (El Día, 21.05.2013). Pero aquí hay una inconsistencia: ¿demanda judicial o negociación? Debe tomarse en consideración que el canal de Panamá fue devuelto luego de una negociación bilateral. La situación creada ahora con la demanda judicial sobre la cuestión marítima, no tiene parecido.

Tras la presentación de la demanda de Bolivia contra Chile, ante la Corte de la Haya, la posición del actual gobierno chileno -que desde su inicio fue dura y aún intolerante- se ha radicalizado. Así, por ahora, se ve muy lejana la posibilidad de una negociación directa, como las de 1950 y 1975;  esto, para gozo de los halcones chilenos, contrarios a una solución efectiva de la mediterraneidad de Bolivia. Uno de ellos: el propio presidente Sebastián Piñera. Por lo visto, cada vez hay menos palomas dispuestas al compromiso honroso.

Es impensable –siempre lo fue– que la Corte Internacional de Justicia de La Haya acepte influencias de alguien –incluido el ex presidente Carter– para fallar en las causas judiciales que le han sido presentadas. Es un tribunal serio, idóneo y con una conducta nunca observada como parcializada o venal. Se podrá discrepar con sus fallos, pero no sospechar que fueron producto de arreglos espurios. Ya encausado Chile, tampoco es posible que el ex presidente Carter influya en el actual gobierno chileno, para que acepte negociar la solución de la mediterraneidad de Bolivia; esto, mientras el problema dependa de un fallo de la justicia internacional. En suma, un viaje inoportuno y un esfuerzo inútil del presidente de Bolivia quien, por anticipado, debió darse cuenta de lo inútil de su gestión.

De todas maneras, habrá que reconocer que Estados Unidos tradicionalmente ha propiciado una solución negociada de la mediterraneidad de Bolivia. En 1926, el Secretario de Estado, Frank B. Kellogg (Premio Nobel de la Paz 1929), al no haberse definido la cuestión de Tacna y Arica, propuso a Chile y Perú que estas provincias fueran cedidas a Bolivia, que estaba condenada al encierro; entonces, desde hacía casi medio siglo, como resultado de la guerra de 1879, Chile aceptó la propuesta “en  principio”, dijo. Pero el Perú, como resultaba lógico y comprensible, la rechazó, pues esperaba un plebiscito para definir la soberanía de ambas provincias. Tenía justificadas expectativas. Luego, en 1929, vendría la “partija”: Arica se quedó en Chile y Tacna volvió al Perú. La propuesta del estadounidense se esfumó.

Se sabe también que el presidente estadounidense Harry Truman habló en la cuarta reunión de consulta de ministros de relaciones exteriores de la OEA, en marzo de 1951, en favor de terminar con la mediterraneidad de Bolivia: "me agrada imaginar, por ejemplo, la posibilidad de desarrollar vastas e incultas regiones como las vertientes orientales de los Andes convirtiéndolas en fértiles terrenos de cultivo. Me agrada pensar en un proyecto acerca del cual hablé con el presidente de Chile. Se trata de la desviación de las aguas procedentes de los lagos de las elevadas montañas que hay entre Bolivia y el Perú, para convertir en vergel la costa occidental de la América del Sur, desde el Perú hasta Chile y, a cambio de ello, dar a Bolivia un puerto en la costa del Pacífico". La idea no prosperó. 

La segunda noticia: “por primera vez en 34 años OEA excluye aspiración marítima boliviana de próxima Asamblea General”, es el exultante titular, a todo lo ancho de la primera página, de El Mercurio (Santiago, 21.05.2013). Y, en un subtítulo afirma que “La Paz debió retirar el tema de la agenda luego de masivo apoyo a la posición chilena”. La versión del gobierno de Bolivia es diferente: no hubo tal respaldo a Chile, fue el gobierno de Bolivia que decidió pedir “la exclusión del tema marítimo de la XLIII Asamblea de la Organización de los Estados Americanos; (que) es ‘momentánea’ mientras el diferendo con Chile se encuentra en manos de la Corte Internacional de Justicia”.

Se dijo que esta medida se la asume, respecto de la OEA, “en respeto al orden procesal que establece esta organización internacional (?) mientras el caso se encuentra en una instancia judicial”. Y se añade: “En esta oportunidad, (Bolivia) no va a llevar el debate y menos a una votación del tema marítimo; esto no significa la extinción del tratamiento en estas instancias de la Asamblea General (de la OEA), sino un paréntesis”. Esta es una explicación de dudosa validez. La resolución  de 1979 instó a Chile a negociar con Bolivia y concederle una salida soberana y útil al Océano Pacífico, aunque no tendía a que la OEA resolviera el caso, porque no tiene esa atribución. Nunca se pensó que se votaría en la OEA la cuestión de fondo. Sin embargo, sí tenía –aún tiene– el valor de darle un apoyo unánime de América a la causa marítima de Bolivia.

Habrá que insistir: la OEA no tiene la atribución de “solucionar” un diferendo territorial por el voto de sus miembros. Por ello, no parece incompatible un punto en la agenda de la Asamblea General de la OEA para que Bolivia y Chile informen sobre el estado de este caso; información, no nuevas propuestas a ser votadas. Se trataba de dar cuenta de lo actuado por los países en controversia, a los que se había instado a negociar.

Estas dos acciones: el viaje a las plantaciones de maní de Carter en Georgia para pedirle consejos y apoyo para la causa marítima de Bolivia, y el retiro “temporal” del tema del mar de la agenda de la Asamblea General de la OEA, fueron, por decir lo menos, erradas e inútiles.

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