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La increíble y triste historia del cándido Chapo y el gobierno desalmado
Mié, 09/03/2016 - 09:18

Vianey Esquinca

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Vianey Esquinca

Vianey Esquinca es consultora en comunicación e imagen, escribe la columna "La Inmaculada Percepción" en Excelsior (México).

La injusticia no tiene límites. El líder del Cártel del Pacífico que puede “proporcionar más heroína, metanfetamina, cocaína y mariguana que nadie en el mundo”, cuya organización criminal es responsable de haber matado y secuestrado a miles de personas según el gobierno, está deprimido porque no lo dejan dormir y casi no le permiten ver el sol.

Por eso, Joaquín Guzmán Loera ha emprendido una campaña mediática —a través de sus cercanos— para hacerle creer a la opinión pública que ya está tan harto de que le dejen prendida la luz que ha pedido que se inicien los trámites de su extradición. Seguramente en Estados Unidos la cárcel que lo espera lo recibirá en una celda con colchón ortopédico, almohadas de pluma de ganso, cobertor eléctrico por si hace frío y aire acondicionado por si tiene calor. Además, seguramente le van a garantizar paz y tranquilidad en las noches, y podrá salir a tomar sus baños de sol a los que está tan acostumbrado.

La campaña que se ha emprendido tiene el mismo fin: aprovechar que el gobierno federal está pasando por cuestionamientos internacionales sobre ser omiso en la defensa de los derechos humanos, para hacer pasar a Guzmán Loera como una víctima más.

Por eso, ahora resulta que José Refugio Rodríguez, coordinador de los abogados del capo, se ha aventado la puntada de señalar que para que se le respeten sus derechos en prisión presentará una queja ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, un organismo que acaba de señalar en su último informe que en México continúa la violación de derechos humanos.

Lo único que falta es que aprovechando que está en México el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), los abogados exijan su intervención y que hagan un peritaje para ver si le violan o no los derechos de su cliente.

Sus abogados no son los únicos que han salido públicamente. En una campaña muy bien orquestada, su esposa, Emma Coronel, hija de otra fichita, Ignacio Nacho Coronel, ha declarado que la vida del narcotraficante corre peligro, que tiene problemas de ansiedad y nervios. Y es que ¿cómo no? Si ¡cada cuatro horas debe responder preguntas de los vigilantes! Es decir, seguramente El Chapo Guzmán nunca se paraba al baño en las noches ni una sola vez, dormía de jalón más de 8 horas y por eso le están interrumpiendo su sueño de una forma tan cruel y despiadada.

El cuadro lo completa su hija Rosa Isela Guzmán Ortiz, quien salió a señalar que su papá financió las campañas electorales de políticos mexicanos, y que entró en dos ocasiones a Estados Unidos para visitar a familiares con la complicidad de funcionarios mexicanos corruptos que le permitieron evadir los controles fronterizos de Estados Unidos para llegar a California. No, no acusó de nada a los servicios de inteligencia y la seguridad fronteriza del país vecino, será porque la entrevista que le dio al periódico The Guardian se hizo precisamente en EU y nadie come fuego.

También acusó a políticos mexicanos de aceptar sobornos de su padre, y que hasta había pactado su fuga. Por supuesto tenía que señalar que su papá no era un criminal y que las entrevistas con el medio fueron hechas con la autorización de su señor padre –no podía ser de otra forma–.

Lo increíble de todo esto es que es tan cuestionado el gobierno federal, y tan poca credibilidad tiene, que la campaña de victimización de Guzmán Loera ha tenido eco. Es más fácil creer en un gobierno desalmado que en un narcotraficante farsante.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.

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