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La mentira en economía: el caso de Grecia
Vie, 04/11/2011 - 10:18

Bernardo Navarrete Yánez

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Bernardo Navarrete Yánez

Bernardo Navarrete Yáñez es Profesor Asociado de la Licenciatura en Estudios Internacionales de la Universidad de Santiago de Chile (Usach).

En los últimos meses, Grecia ha adquirido un protagonismo inusitado. Lamentablemente, las razones de esta atención responden al profundo default económico del país de los Balcanes y, sobre todo, por las consecuencias económicas y políticas traspasadas a una de las experiencias más exitosas -hasta el momento- de comunión política de Estados: la Unión Europea y sus instituciones. Voces alarmistas, incluso, proclaman el fin de la zona euro y del sentimiento europeo inspirado en Robert Schuman. A pesar de la validez del cuestionamiento, es preciso preguntarse: ¿qué razones explican el actual escenario griego? Y, en particular ¿qué recursos lo posibilitaron?

En el caso que nos ocupa, las mentiras económicas sucesivas sostenidas por sus mandatarios, han generado multitudinarias movilizaciones sociales, que han sido testigos de cómo se resquebraja un país fruto del descriterio de su clase política; podrían llevar a la nación a la miseria, y han sido parte de los detonantes de la actual crisis económica de la Unión Europea. Recordemos que la deuda actual del país asciende a 300.000 millones de euros, representando el 113,7 % del PIB griego.

La reflexión en torno a la mentira en política data de la época de Platón, quien consideraba que los gobernantes podrían utilizarla como recurso, en aras de garantizar el interés general y definía al mentiroso como alguien capaz de mentir, a diferencia de Aristóteles, para quien mentiroso es quien decide mentir.

Siglos más tarde, Maquiavelo en su obra El Príncipe, sostendría que la fidelidad a las promesas puede ser quebrada, en el caso de que una verdad acarree perjuicios en contra del príncipe. Y no sólo ellos se ocuparon de la mentira, también lo hicieron Heidegger, San Agustín, Rousseau y Kant.

Contemporáneamente, Kissinger recupera los planteamientos de Maquiavelo en su obra “Diplomacia”, donde justifica la mentira en política, argumentando que el Estado posee una moral diferente del ciudadano común. En contraposición, hay quienes sostienen que Estados y sujetos han de respetar los mismos criterios morales. Por su parte, Arendt repara en la extensión que ha alcanzado la mentira en política, la que habría originado un fenómeno denominado “conspiración a plena luz”: la exposición plena de los ciudadanos a la mentira, incluso en ámbitos donde éstos pueden informarse.

El problema de la mentira en política radica en que, tal como sostuviera Martín Lutero, una mentira necesita otras siete para poder parecerse a la verdad o tener aspecto de verdad (El País, 15/05/2008). Pero existen sociedades como la norteamericana, donde la mentira de un mandatario es un acto injustificable -baste recordar el episodio de Clinton con Lewinski-; claro que en este caso, aún estamos esperando las siete verdades que apaciguarían la mentira.

En esta línea, las mentiras de los mandatarios griegos causan asombro, por su reiteración y la vulgaridad de las mismas. Ello hace pensar que se trata de mentirosos que, en el razonamiento aristotélico, decidieron abiertamente mentir. Sus consecuencias imposibilitan justificarlas como intentos de la mejora del bien común, como planteara Platón; mucho menos es posible avalarlas como parte de una moral diferente a la de los ciudadanos griegos corrientes, pudiendo incluso ser catalogadas de amorales. Entonces, el incumplimiento sistemático por parte de las autoridades griegas de sus obligaciones en política fiscal como miembro de la zona euro, ha facilitado un déficit presupuestario altísimo desde mediados del 2009. Analistas internacionales han sostenido que: “Grecia nunca debería haber entrado en el euro con una economía así. Por si fuera poco, una vez dentro, engañó y falseó las cuentas ante miles de funcionarios europeos. Toda la burocracia de Bruselas se tragó la mentira griega sin que nadie se diera cuenta” (El comercio.es 27/06/2011).

Sin perjuicio de lo anterior, la real gravedad de los hechos cristaliza en sus consecuencias, dado que -como anotaba William Thomas- las situaciones definidas como reales atraerán consecuencias reales, más allá del uso político de la mentira. En este sentido, la incapacidad demostrada por la Unión Europea y el Banco Central Europeo para manejar el problema de Grecia, promoverá la desconfianza entre los mandatarios y eurociudadanos, en torno a la habilidad para abordar “amenazas mucho más grandes, puestas por los continuos fallos de Italia y España para poder refinanciarse por sí mismas a costes razonables” (El País, 17/09/2011).

El recurso de la mentira usada por el gobierno griego, además, ha apagado la idea de la solidaridad europea, alentando a los euroescépticos a unirse con partidos xenófobos y populistas, que encuentran en el aumento del paro y la pobreza el escenario propicio para el contagio. En definitiva, por una parte, la Unión Europea enfrenta una grave crisis, no sólo económica, sino política, o, en otras palabras, si la UE no es capaz de poner orden al interior de su casa sin la ayuda externa, nos obliga a preguntarnos sobre el futuro de la Unión. Así, la mala salud de las cuentas públicas griegas, devela con toda crudeza el alcance del problema europeo y su incapacidad -hasta ahora- de gestionar a los distintos Estados que la componen, a partir de las contradicciones en las orientaciones generales que señala la Comisión Europea, que  advirtió a tiempo los incumplimientos de ciertos Estados.  Pero por otra, abre la posibilidad de reforzar la voluntad política para mejorar las coordinaciones, a partir de los objetivos de la política económica común y de reforzar la vigilancia de su cumplimiento, pero sobre todo, de la búsqueda de una salida conjunta que alimente la identidad europea.

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