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La negra honra
Lun, 10/09/2012 - 09:05

Alfonso Reece

‘¿Cuándo se jodió el Perú?’
Alfonso Reece

Alfonso Reece es ecuatoriano, y se ha desempeñado como escritor y periodista. Posee estudios de Derecho y Sociología en la Universidad Católica del Ecuador. Como periodista se ha desempeñado en los canales de televisión Ecuavisa y Teleamazonas, mientras que en prensa escrita ha colaborado en las principales revistas de su país, como 15 Días, Vistazo, SoHo, Mango y Mundo Diners. Actualmente es columnista en el diario El Universo (Guayaquil, Ecuador).

Con esta expresión se refieren varios escritores del Siglo de Oro a ese sentido del honor mal entendido que prevalecía en la España de sus tiempos. El anónimo autor del Lazarillo, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Quevedo, Cervantes, entre otros, caricaturizaron y descalificaron este antivalor que hacía estragos en su época. Distinguir entre honor y honra no es poca cosa. El honor sería un ideal, el justo orgullo que sigue a la práctica de la virtudes, mientras que la honra vendría a ser una dimensión social residente en la opinión de los demás.

Hijos como somos de conquistadores ibéricos, llegados justamente en esa época, los ecuatorianos nos mantenemos en esta perspectiva bárbara, tras cuyos resultados nefastos encontramos siempre la irracional frase: “esto no me lo haces a mí”. Para la mayoría de nosotros el sentido de la honra prevalece sobre los intereses económicos y sociales, lo cual es pésimo. El lector habrá visto muchas relaciones de pareja echadas a perder porque alguno de los dos sintió tocada su honra. Sin la menor duda, esta perversa ideología está detrás del 98% de los casos de violencia doméstica. El perdón es imposible cuando alguien se deja llevar por esta versión mal entendida del amor propio.

Buena parte de los problemas de nuestro caótico tránsito provienen de esta actitud. Ceder el paso nos deslustra la honra y ¡crash! El brillo se nos va incluso obedeciendo las leyes. Y aquí solo los cholos (o los indios, o los viejos, o los pobres, o los losers..., etcétera) paran en el semáforo. Esta actitud es nefasta para el desarrollo del país, porque se convierte en obstáculo para el comercio, el funcionamiento de las empresas y las relaciones laborales. Miles de negocios se dañan por que alguno de los involucrados pensó que su dignidad estaba en juego. Detrás de una enorme cantidad de despidos no está la búsqueda de la eficiencia, sino la intocable honra del jefe.

La “honra” de los políticos es cosa frágil, siempre ha sido así, pero que recuerde nunca hubo esa marejada de juicios relacionados con el tema y nunca oí, ni a mandatarios tan solemnes como Velasco Ibarra, hablar de la “majestad presidencial”, versión ampulosa de la negra honra. Como en el caso de las parejas, cuando alguno recurre a esta consideración irracional, el diálogo es imposible. El verdadero lema del tristemente célebre “29 +1 S” fue “esto no me lo hacen a mí”. Así, ese día no hubo entendimiento posible y pum, pum, pum. ¡Para que vean con quién se metieron!

Todos debemos hacer un esfuerzo para adoptar una actitud más racional ante la vida. La verdadera autoestima no se raya si alguien “me quedó viendo” o me adelantó en el carro. En la vida pública, en el tránsito, en las relaciones familiares, en el comercio, ganar no es aplastar al otro, sino que es siempre cosa de dos. ¡Busca el honor, olvídate de la honra!

*Esta columna fue publicada originalmente en El Universo.com.

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