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Lecciones políticas del Brexit
Jue, 17/01/2019 - 11:34

Héctor Casanueva

Europa y las migraciones: una paradoja
Héctor Casanueva

Héctor Casanueva es profesor e investigador en Historia y Prospectiva de la Universidad de Alcalá de Henares, director del Consejo Chileno de Prospectiva y Estrategia y ex embajador de Chile.

Muchos votantes favorables al Brexit están arrepentidos, algunos incluso argumentando cosas como que habían votado por el out, pero pensando que ganaría el in.  O los que creían que con el Brexit se impediría la migración de… ¡Irak! Y puede decirse que muchos políticos que abogaron por el Brexit lo hicieron desinformando a la población, apelando a sentimientos primarios, manipulando cifras y hechos, como en las contribuciones financieras, los costos de la sanidad; ocultando las contribuciones monetarias de la UE a Gran Bretaña, o prometiendo cambios rotundos que no son posibles, como en el caso de la migración. Ahora reconocen que habían exagerado o que no habían comprobado suficientemente los datos. Insólito.

Está asimismo el caso de Escocia, que un año antes había votado la permanencia en el Reino Unido justamente para seguir en la UE, y que ahora debería quedar fuera pese a que, por lo demás, votó mayoritariamente por el remain. Y el de Irlanda del Norte, que también quiere seguir en la UE. Y el de los jóvenes que votaron contra el Brexit, pero que ahora deberán quedar al margen por el resto de su vida de una Europa que les gusta, con Erasmus+ (plan educativo de la UE) y movilidad total por el continente. O sea, fuera por sus próximos 70 y 60 años, debido a la decisión de adultos mayores desinformados, que vivirán tan solo entre 16 y 30 años más.

Desde el innecesario referéndum convocado por el primer ministro Cameron, hasta los recientes episodios vividos por la primera ministra May (vaya ironía, porque may, según el diccionario Cambridge, "is used to express possibility"), que se ha esforzado mucho, no se ha podido conseguir un acuerdo de salida que sea satisfactorio por igual para la UE y para el Parlamento. El liderazgo de May pende de un hilo a cada paso que da. Y lo único que podemos apreciar es que una de las democracias más antiguas y consolidadas del mundo moderno, no estaba preparada para que un equipo gobernante decidiera jugarse el futuro de Gran Bretaña y de la UE en una partida de "craps", un popular y especulativo juego de dados, con 27 gobiernos asociados.

El primer ministro de entonces, es increíble, careció de la suficiente visión política, los sondeos y las asesorías adecuadas, y se embarcó en un referéndum que no le habían pedido -por lo demás, no vinculante hasta que sus resultados fueran aprobados por el Parlamento-, para ganar primero las elecciones internas, negociar con Bruselas desde esa posición más ventajas para el Reino de las que ya tiene, y conseguir que su plan de permanencia en la UE fuera aprobado por sus votantes. No fue así. Perdió una apuesta jugando a los dados, con su pueblo y con sus socios de la UE.

Hay millones de firmas para un Regrexit, y son cada vez más los parlamentarios que piden un nuevo referéndum, como salida democrática y sobre todo sensata. La contundente derrota hace unos días (432 en contra y 202 a favor), del plan de May pactado con la UE, augura que será dificilísimo que el Parlamento apoye un nuevo plan basado en el mismo acuerdo con la UE que esta no va cambiar. Un Brexit sin acuerdo con la UE sería un desastre para el propio Reino Unido y también para la UE, sólo que esta tiene una fortaleza política y económica que le permite procesarlo. Sea cual sea el resultado final, será malo para todos. Y muy complicado para nuestras relaciones comerciales.

Si la política es el arte de gobernar, y gobernar en democracia consiste en tomar decisiones consensuadas que se sitúan entre lo deseable, lo inevitable y lo posible, cuidándose de contar siempre con un espacio de maniobra para procesar los imponderables, la chapuza del Brexit es la demostración palpable de lo contrario.

Hay varias cosas que considerar en este proceso que pueden servir de lección para nuestros propios procesos políticos en América latina, y se pueden sacar algunas conclusiones a tener en cuenta. No es una situación muy distinta ni distante.}

El Brexit se ha transformado en un ejemplo de cómo no deben hacerse las cosas. Primero, es una lección para todos quienes reducen la política al ventajismo, al chantaje, al corto plazo y los juegos de ganadores y perdedores. Segundo, no se debe gobernar parado en la coyuntura y las encuestas. Tercero, usar y abusar del inmediatismo mediático y la pereza lectora de los ciudadanos, sabiendo que el titular y la cuña periodística, aunque no sean verdaderas o exactas, serán digeridas sin más, tiene sus consecuencias sistémicas. Cuarto, cuestiones fundamentales que constituyen las bases del sistema político, no pueden decidirse por simples mayorías y sin un proceso serio de pedagogía y transparencia, bajo ciertas condiciones, como altos porcentajes de participación y de voto: el Brexit fue aprobado por una mayoría de no más del 4%, con una abstención del 30%, y, sin embargo, con tan precario respaldo, ha puesto en jaque toda una construcción e institucionalidad en el Reino Unido y en la UE. Y, por último, que no se debe despreciar la historia, para pensar en el futuro.

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