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Liberales antirrepublicanos
Mié, 31/07/2019 - 10:30

Alfonso Reece

‘¿Cuándo se jodió el Perú?’
Alfonso Reece

Alfonso Reece es ecuatoriano, y se ha desempeñado como escritor y periodista. Posee estudios de Derecho y Sociología en la Universidad Católica del Ecuador. Como periodista se ha desempeñado en los canales de televisión Ecuavisa y Teleamazonas, mientras que en prensa escrita ha colaborado en las principales revistas de su país, como 15 Días, Vistazo, SoHo, Mango y Mundo Diners. Actualmente es columnista en el diario El Universo (Guayaquil, Ecuador).

Entre quienes se declaran liberales veo crecer una preocupante tendencia a descalificar a la “democracia”. Más aún, abogan por un sistema autoritario que imponga con mano fuerte un sistema “liberal” reducido a la vigencia de una economía capitalista. De allí pasan fácilmente a reivindicar a dictadores y sistemas autoritarios que han implantado mercados libres y economías desregularizadas. Concretamente ensalzan, casi como insuperable ideal, al régimen de Augusto Pinochet.

Probablemente, estos extraviados se confundieron porque algún pensador liberal critica la democracia, entendiendo este término en su sentido aristotélico. Aristóteles considera que la democracia, el gobierno del pueblo para el pueblo, es uno de los sistemas políticos pervertidos. Lo que el filósofo griego quería decir es que se trata de un gobierno en el que una mayoría acapara el poder para beneficiarse con exclusión y en desmedro de las minorías. Lo oponía al sistema recto, la república, en el que la mayoría gobierna en beneficio de todos.

Cuando algún intelectual de significación se opone a la democracia así entendida, no faltan los despistados que creen que se refieren a la democracia moderna, al sistema que, con fallos, retrocesos y abdicaciones ciertamente, pero en proceso de perfeccionamiento, constituye las repúblicas contemporáneas. Un argumento frecuente de estos descarriados dice que “sin libertad económica no existe libertad política”. Verdad, pero lo contrario también es cierto, un tirano o una oligarquía siempre terminan recurriendo a su poder político para favorecer sus intereses, con lo que la supuesta economía libre deja de serlo. Es lo que ocurre en China y ocurrió con Pinochet, quien con fondos ilícitos financió su seguridad después de dejar el gobierno. La libertad es una condición indivisible, no se puede alterar un aspecto sin echar a perder todos los demás.

Estas concepciones erróneas provienen del acercamiento con grupos conservadores, con quienes se comparte el respeto a la propiedad privada. Pero si se analiza bien incluso esta coincidencia es falaz, porque los conservadores consideran a la propiedad privada un derecho por sí mismo, parte de un orden natural al que llegan a calificar de divino, mientras que un liberal debe entenderla como una manifestación del básico derecho a la libertad. Por eso es frecuente encontrar entre los conservadores tendencias al proteccionismo y otras formas de intervención estatal encaminadas a proteger la propiedad como una forma de posesión perpetua de un bien y no como la posibilidad de disponer libremente de él.

Contribuye a esta confusión que en la jerga política americana un liberal sea considerado una especie de socialdemócrata, mientras que conservador sería alguien, por decir algo, de derecha. En este enredijo era inevitable que “liberales” se enrolen como simpatizantes de Donald Trump, cuyo discurso realmente conservador, nacionalista, racista, demuestra sobre todo una ignorancia tan caudalosa como el Mississippi. Ignorancia particular y chocantemente intensa con respecto a la historia de Estados Unidos. Las ideas, si se puede llamarlas así, de Trump son la negación del liberalismo y su proyecto es el mejor ejemplo de democracia como forma pervertida de la república: el dominio de una mayoría en desmedro del resto de la comunidad.

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