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Los 18 meses del gobierno de Otto Pérez
Jue, 04/07/2013 - 14:25

Martín Rodríguez Pellecer

Destruir la política en Guatemala
Martín Rodríguez Pellecer

Martín Rodríguez Pellecer (1982) es periodista y guatemalteco. Estudió Relaciones Internacionales (una licenciatura) en Guatemala y luego una maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Autónoma de Madrid (España). Aprendió periodismo como reportero en Prensa Libre entre 2001 y 2007, desde la sección de cartas de los lectores hasta cubrir política e investigar corrupción. En 2007, ganó un premio de IPYS-Transparencia Internacional por el caso Pacur. Ha trabajado en think tanks (FRIDE, Flacso e ICEFI), aprendido varios idiomas, viajado por dos docenas de países, es catedrático en la URL y columnista de elPeriódico. Es director y fundador de Plaza Pública.

Cómo queda de lejos el opositor Otto Pérez Molina cuando criticaba a Álvaro Colom y a Óscar Berger por su falta de decisiones. Cómo queda de lejos el presidente Otto Pérez Molina cuando madrugó al Cacif y a Líder en febrero de 2012 para aprobar una reforma tributaria, por más pequeña que fuera, que tuviera algo de progresiva y tocara los impuestos directos. Cómo queda de lejos la opositora Roxana Baldetti cuando fiscalizaba la corrupción y la falta de transparencia.

En año y medio del gobierno que persiguieron durante diez años, los dos patriotas parecen haber claudicado. Al menos en dos de sus principales metas: la lucha por fortalecer la institucionalidad del Estado (por la vía tributaria) y la lucha por la transparencia. La reforma tributaria incluía un impuesto adicional para vehículos. Un impuesto caro que algunos, como ciudadanos identificados con el Estado como ente que debería redistribuir oportunidades por medio de impuestos y políticas públicas, lo pagamos desde enero.

Y el tema del transporte público es vergonzoso. Tan vergonzoso por la corrupción del oligopolio privado corrupto, como la mala calidad del servicio, como la falta de indignación colectiva. ¿Se imaginan cómo retumbarían los políticos con manifestaciones que sumaran 120.000 personas contra el estado del transporte público urbano y extraurbano que tantas muertes y atentados contra la calidad de vida provocan? Sería más o menos el porcentaje que representan las manifestaciones de 1 millón de personas en Brasil.

Lo menos que podemos hacer la minoría que tenemos un carro es pagar más impuestos. Y exigir al Gobierno y a nuestras municipalidades que mejoren el transporte público o lo amplíen el que funciona, el Transmetro, a toda la Ciudad. Pero no, van el Presidente y la Vicepresidenta y su derecha populista y dan una amnistía –al estilo de Óscar Berger– y reducen el impuesto a la mitad. ¿Qué construyen con esto más que intentar frenar su caída en popularidad? Una caída, por cierto, que se debe a que no han cambiado la vida económica de los ciudadanos –sólo de sus financistas– y han empeorado la seguridad con su estrategia de “mano dura” idéntica a la estrategia contra las drogas internacional que hacen tan bien en denunciar. Empeoró la seguridad, además, por boicotear los programas sociales que empezaron a tener resultados desde mediados del gobierno anterior.

El papel opaco de la Vicepresidencia, con denuncias de redes de corrupción, y el último anuncio del Presidente sobre la compra sin licitación también para las armas de Gobernación hacen pensar que la transparencia es una página dejada atrás. “Acepto el desafío y las críticas que vengan” (por no hacer transparente la compra) “porque es un compromiso de campaña la seguridad”, dijo Pérez Molina. Por Dios. No somos tan brutos, hombre. Pero lo que me parece difícil de entender es, y esto no es una pregunta retórica: ¿para qué se esforzaron tanto para conseguir fondos, tejer alianzas y ganar votos para llegar al poder?

* Esta columna fue publicada originalmente en Plaza Pública. 

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