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Los brasileños le temieron más al PT que a un populista de extrema derecha
Jue, 01/11/2018 - 13:40

Hildegard Stausberg

Hildegard Stausberg
Hildegard Stausberg

Hildegard Stausberg es una articulista invitada en Deutsche Welle.

Brasil tiene un nuevo presidente, que ha sido confirmado con una mayoría absoluta del 55 por ciento en segunda vuelta. La mayoría de los comentaristas internacionales no discute esto: se superan unos a otros repitiendo los exabruptos verbales de Jair Bolsonaro en los últimos años. Correcto, hay mucho, muy desagradable ahí. Pero todo esto no ha impedido que la mayoría de los electores brasileños voten por él: ¿son todos racistas, misóginos, homofóbicos o simpatizantes de la dictadura?

Y luego está la economía brasileña, y los mercados internacionales. Hubo una reacción positiva unánime al resultado electoral en el quinto país más grande del mundo, situado en el noveno lugar de las economías del planeta, con un producto interno bruto de 2,1 billones de dólares: las acciones brasileñas subieron hasta un cinco por ciento. El real, la moneda local, subió a su nivel más alto desde mayo. Y eso que, previendo una victoria de Bolsonaro, ya había aumentado en un diez por ciento en relación con el dólar, en las últimas semanas.

La clave: "Lava Jato"

¿Qué está pasando entonces en Brasil? ¿Tenemos realmente que dudar de la "madurez democrática" de la mayoría de los brasileños, como se lee en los periódicos alemanes? La verdad es probablemente más compleja: tras años de la recesión más grave de todos los tiempos y colosales casos de corrupción, la gran mayoría ha elegido al hombre que no estaba involucrado en ellos. Esto también forma parte del cuadro político general: Bolsonaro ha estado sentado en el Congreso, desde hace tiempo, como diputado de segunda fila, pero a pesar de la intensa búsqueda, no se le ha asociado con los mega-casos de corrupción que pueden resumirse bajo la etiqueta de "Lava Jato".

No es el caso de la abrumadora mayoría de la clase política, hundida hasta el cuello en el pantano de corrupción de "Lava Jato". Todo empezó en algún lugar del interior político del sur de Brasil. Sin embargo, muy pronto hubo increíbles ramificaciones en la política y en grandes empresas brasileñas, como el internacionalmente activo gigante de la construcción Odebrecht o el gigante petrolero semi-estatal Petrobras.

En todo esto, es asombroso que el poder judicial brasileño haya estado dispuesto y haya sido capaz de procesar tan consecuentemente esta maraña de corrupción. Sus ramificaciones hace mucho que han alcanzado a sus vecinos latinoamericanos. En el caso de Perú, incluso, un presidente ha caído por esta razón.

Castigo al PT

La victoria electoral de Bolsonaro debe leerse, por tanto, menos como un signo de la identificación de los brasileños con sus a veces escandalosas opiniones políticas y sociopolíticas, sino más bien como un escarmiento nacido de la protesta contra las élites políticas y la clase económica vinculada a ellas.

Y, por supuesto, es también, y sobre todo, un castigo al Partido de los Trabajadores (PT): el temor a esta formación fue más grande que el temor a un populista de ultraderecha. A ello se suma el efecto de las catastróficas condiciones en la vecina Venezuela: cada brasileño puede ver hacia dónde conducen los experimentos socialistas. Así que seguramente no fue muy afortunado que el candidato del PT, Fernando Haddad, solo criticara la situación venezolana de forma tardía y vacilante. En muchos, esto despertó problemáticos recuerdos del coqueteo político que el expresidente Lula da Silva siempre sostuvo con el régimen de Caracas.

Mano dura contra la inseguridad

Por último, pero no menos importante, algunos de los brasileños más viejos no solo tienen recuerdos negativos del período de régimen militar de 1964 a 1986. El "modelo económico brasileño" del "Desenvolvimento", practicado entonces como un desarrollo co-liderado e impulsado por el Estado, trajo al país muchos años de rápido crecimiento. Además, eran tiempos de mayor seguridad. La mafia de las drogas aún no tenía influencia en las favelas y los barrios pobres aún no eran "no-go areas".

Esto lleva a una explicación final de la victoria electoral de Bolsonaro: la escalada de la criminalidad y la creciente influencia de los cárteles del crimen internacionalmente organizado en Brasil. Bolsonaro quiere aplicar mano dura, y esto es bienvenido en un país con una tasa de homicidios aún mayor que la de México.

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