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Los cambios en la política estadounidense hacia Siria
Lun, 22/04/2013 - 07:50

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

El Secretario de Estado, John Kerry, declaró en días pasados que su gobierno incrementaría en US$60 millones la ayuda que brinda a la oposición siria. La novedad sin embargo radica en que por primera vez esa ayuda será entregada de manera directa al Consejo Nacional Sirio, frente político que cobija parte de la resistencia militar contra el régimen de Bashar Al Assad. A diferencia de sus aliados en Arabia Saudita y Qatar, Kerry indicó que su gobierno no entregaría armamento a la oposición siria “por el momento”. Lo cual dejó en claro que no excluye la posibilidad de hacerlo en el futuro. ¿Qué explica esos cambios (en apariencia menores), en la política estadounidense hacia la guerra en Siria?

En general, indican que el gobierno estadounidense mantiene su objetivo estratégico (es decir, propiciar la caída del régimen sirio), pero comienza a cambiar de modo progresivo la táctica para conseguirlo. La razón, en mi opinión, sería el curso de los acontecimientos en la guerra civil que afecta a ese país. De un lado, se ha producido una secuencia de victorias tácticas de la oposición armada, sobre todo en el norte y noreste del país. De otro lado, las escasas victorias militares del régimen sirio se producen en lo esencial en la franja de territorio que media entre Damasco y la costa mediterránea del país: es decir, entre la capital y el hábitat ancestral de los alawitas, minoría religiosa a la que pertenece la élite gobernante. Ese patrón es consistente con la presunción de que el régimen considera posible una derrota militar en el conflicto armado, y prepara el terreno para la eventualidad de que requiera adoptar un plan alterno: replegarse de Damasco hacia la región costera. En esa región podría contar no sólo con la lealtad de la mayoría de la población, sino además con la protección que brinda la geografía: hacia el oeste está protegida por el mar mediterráneo, y hacia el este por terreno montañoso (no en vano conocido como “las montañas alawitas”). Hacia el norte y hacia el sur la región costera está protegida por la estrechez del territorio que la conecta con el resto de Siria (condición que favorece la defensa sobre el ataque). Respaldan además esa hipótesis tanto los casos de limpieza étnica contra grupos no alawitas producidos en pequeños pueblos en el trayecto entre Damasco y la costa, como los informes de inteligencia según los cuales el régimen sirio habría desplazado hacia esa región parte de su arsenal de armas químicas y biológicas.

Pero el que la probabilidad de una victoria militar del régimen sirio sea cada vez menor no implica que su derrota sea inminente. Y de producirse en el futuro, no necesariamente sería a manos del segmento de la insurgencia que patrocinan los Estados Unidos. Ambas condiciones sugieren dos desenlaces probables del conflicto armado que son percibidos como una amenaza tanto para la estabilidad del Medio Oriente, como para los principales aliados regionales de los Estados Unidos.

El primer escenario sería el de un país en proceso desintegración, anegado en sangre por un conflicto interminable entre milicias que trascienden las fronteras nacionales (el reciente ataque contra soldados sirios en Irak sería un ejemplo de ello), y que se financian a través de actividades ilícitas transnacionales (como el tráfico de drogas o, peor aún, de armas químicas y biológicas que por ahora controla el régimen).

El segundo escenario sería el de una derrota militar del régimen sirio a manos del bando “equivocado” (es decir, grupos como el Frente Al Nusra, ahora formalmente parte de Al Qaeda).

Dado que ambos escenarios le parecen temibles e indeseables, el gobierno de los Estados Unidos buscaría hacer verosímil un tercer escenario: mantener suficiente presión militar sobre el régimen como para que este acepte negociar con el Consejo Nacional Sirio (frente opositor al cual respalda), una transición política sin el clan Assad al mando. De no hacerlo, llegaría el momento de entregar armamento pesado a sus opositores para apostar por una victoria militar definitiva del bando “correcto”. Todo ello bajo el supuesto (discutible aunque no implausible), de que, tarde o temprano, el régimen sirio habrá de percatarse de que está herido de muerte, y que su única opción es rescatar lo que sea posible antes del naufragio.

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