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Los desafíos del gobierno de Rousseff
Dom, 31/10/2010 - 21:13

Rafael Duarte Villa

Elecciones brasileñas: un balance preliminar
Rafael Duarte Villa

Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de São Paulo (1997), con un post-doctorado en la Universidad de Columbia (EE.UU., 2008). Actualmente es profesor asociado del Departamento de Ciencia Política (DCP-USP) y del Instituto de Relaciones Internacionales (IRI-USP) de la misma casa de estudios brasileña. Asimismo, es director del Centro de Investigación de Relaciones Internacionales de la misma universidad, think tank que se especializa en los siguientes temas: relaciones internacionales y política exterior en América Latina, y política de seguridad de los Estados Unidos en América del Sur.

Las elecciones presidenciales brasileñas no son sólo sui generis por el hecho de haber elegido una mujer para la presidencia o por el hecho de que el divisor de aguas fue el presidente que se va: Lula. 

 En este aspecto, el primer gran desafío de Dilma Rousseff será como fundar su propio estilo de gobierno, pero sin alejarse del legado de Lula. Cualquier político que en este momento quiera tener éxito en la política brasileña no puede huir del hecho de que el instrumento de ese éxito consiste en parecerse con Lula y sus acciones de gobierno. No diferenciarse de Lula. Pero al contrario de lo que muchos piensan Lula va a tener un papel más discreto en el gobierno de Dilma de lo que se espera. Él sabe que podrá volver al poder así que se lo proponga. Y lo peor que Dilma puede hacer es intentar igualarse a Lula en grandeza.

 Ningún político brasileño de la actualidad tiene esa posibilidad. No obstante, aún cuando Dilma llega al poder por la gracia política de Lula, no se puede subestimar a priori su capacidad política. Sin duda ella también va a querer mostrar autonomía en su ejercicio presidencial. El periodo de campaña la transformó en un político profesional. Dilma es una mujer de personalidad fuerte y está claro que se esforzará por establecer su propia era de gobierno. 

En una perspectiva histórica, la victoria de Dilma tiene, antes que nada, un significado muy simbólico, independientemente de los resultados de su gobierno: la diversidad de género llegó al poder en Brasil. Es la primera mujer que gobernará al gigante económico y político de América Latina. Eso representa la segunda mayor abertura extraordinaria de la sociedad brasileña en menos de 10 años. La primera había sido la elección de un trabajador, no perteneciente a la refinada elite brasileña de la cual suelen surgir sus presidentes. Pero al darle la oportunidad a una mujer también la sociedad le coloca presiones grandes.

Dilma tendrá que demostrar que como miembro del sector femenino de la población, está preparada para la tarea de gobernar el país. En ese sentido, Dilma tendrá que sacar algunas lecciones de las experiencias de Michelle Bachelet y de Cristina Fernández. En los gobierno de ambas los cambios políticos y sociales no se operaron tan rápidamente con su llegada al poder, pero queda claro que se pueden construir las condiciones para eso.

Los cambios ocurren de manera más lenta que los deseos de los personajes políticos. Segundo, hay que tener mucha sensibilidad para tratar con las demandas y altas expectativas de los diversos sectores y movimientos sociales, porque ellos son parámetros de la estabilidad, legitimidad y aceptación popular de un gobierno.

Pero concretamente, en el aspecto de las políticas a ser desarrolladas ¿Cuáles serán los principales desafíos de su gobierno, tanto políticos, como económicos y sociales? En el aspecto económico probablemente el principal desafío será como dar sustentación al crecimiento de la economía brasileña. Por eso, por lo menos en un primer momento, parte del equipo económico de Lula debe se mantenido. Pero dentro de la política económica lo más importante será como hacer que las políticas fiscales y monetarias de control a la inflación no dependan tanto de la acción estatal -a ejemplo de la intervención política de tasas de interés . 

Sin embargo, en el aspecto económico otro desafío que se presenta para el gobierno Dilma es cómo aprovechar los recursos petroleros, que en grande escala el país comienza a tener y que en poco tiempo lo transformará en un país exportador de petróleo. De ahí que, uno de los grandes retos de Dilma será cómo escapar de la maldición de los países en desarrollo.

Hay otro desafío que Dilma enfrentará, lo cual fue un “talón de Aquiles” de la era de Lula: la corrupción en los más altos escalones de la administración, sobretodo de la Casa Civil. En el único momento en que el gobierno de Lula estuvo cuestionado profundamente fue cuando sus asesores más directos se envolvieron en casos de corrupción, el ejemplo más claro de eso fue el de José Dirceu, el otrora hombre fuerte de la primera administración Lula. 

Y también el único momento en que la imagen idónea de Dilma se vio seriamente criticada fue cuando su sustituta en la Casa Civil, Erenice García, fue acusada de favorecer los negocios de su hijo. Dilma se verá forzada a hacer reformas administrativas que permitan más control y transparencia de los hombres públicos que ocupan cargos públicos altamente relevantes. Ella sabe que el problema de la corrupción ya mostró su potencial desestabilizador de presidentes y ministros.

Pero hay un aspecto en que Dilma debe prestar atención. El debate religioso sobre el aborto, que tanto votos le resto en la primera vuelta, mostró la emergencia en Brasil de un segmento social conservador, articulado a una parte de la iglesia y su base social, que ciertamente la fiscalizará atentamente sobre políticas sociales asociadas a esos grupos.

Por otro lado, una buena parte de los llamados “grande medios”, en los que se localizan los influyentes diarios nacionales y emisoras de televisión, hicieron de José Sierra su candidato preferido. Esos sectores de la comunicación tampoco perderán oportunidad de presionarla cuando se de la ocasión para ello.

Tanto en el caso de los sectores conservadores religiosos como en el caso de los poderosos medios de comunicación social Dilma tendrá que tener la sensibilidad de administrar el potencial “oposicionista” de aquellos sectores sociales sin por eso enfrentarlos abiertamente. 

Ahora, el gran reto de Dilma en el aspecto social será enfrentar dos presiones: continuar incorporando a la ciudadanía a una masa de brasileños pobres, de bastantes millones, y que votaron por ella porque creyeron que ella no cambiará la política de inclusión social de Lula. Y segundo,  sustentar políticas públicas de inclusión que avancen de lo asistencialista para una etapa más integral -esto es, que permita al ciudadano brasileño ser incluido en aspectos vitales como educación, salud y empleo.

Finalmente hay el desafío externo que consiste en dar continuidad al papel emergente del Brasil como un actor de peso internacional. Dado el peso político que el Brasil ganó en la segunda administración de Lula, y también el peso de la economía brasileña, Dilma no tiene condiciones de ejercer una política exterior discreta o de bajo perfil. En ese aspecto la difícil tarea de Dilma es el desarrollo de una política exterior activa que se corresponda con el peso y prestigio internacional que la era Lula le deja de herencia.

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