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Los resguardos indígenas en Colombia: hambre y extrema pobreza constante
Mar, 13/02/2018 - 09:09

José E. Mosquera

La interconexión eléctrica Colombia-Centroamérica
José E. Mosquera

José E. Mosquera es periodista y escritor colombiano. Es columnista de los diarios El Tiempo, El Espectador, Portafolio, El Colombiano, El Mundo, La República, La Patria, El Liberal, El Universal y La Tarde (Colombia), La Nación (Costa Rica), La Prensa, La Estrella de Panamá y El Panamá América (Panamá), El Heraldo (Honduras), Tal Cual (Venezuela) y El Nuevo Diario (República Dominicana), entre otras publicaciones nacionales y extranjera.

La crisis humanitaria que viven los pueblos indígenas en varias regiones de Colombia es un asunto bastante preocupante, debido a que las políticas asistencialistas que ofrece el gobierno son insuficientes para resolver las dramáticas situaciones de hambre y pobreza que padece más de la mitad de 1,37 millones de indígenas.

Las estadísticas dan cuenta de que el 70% de los niños y niñas indígenas sufren desnutrición crónica y el 63 % del total de la población está bajo la línea de pobreza, de los cuales el 47% están por debajo de la línea de la pobreza extrema. Según las cifras de las ONU, más de la tercera parte de los pueblos indígenas se encuentran en peligro de desaparecer por hambre.

Las políticas asistencialistas del gobierno en departamentos como el Chocó, uno de los más pobres del país, ubicado en la zona limítrofe con Panamá, han servido para arraigar más una cultura de mendicidad en los pueblos indígenas. De manera que por aquellas políticas asistencialistas mal enfocadas han provocado que los indígenas acudan frecuentemente al cierre de carreteras como la que une a los departamentos de Antioquia y Chocó, en la región occidental de Colombia, para exigir remesas de alimentos.

Los cierres de aquella carretera, que se constituye en la principal vía de integración del Chocó con el centro del país, afectan profundamente su maltrecha economía. De allí que hay voces que dicen que la solución de los dramáticos problemas de hambre y pobreza no se deben solucionar sólo con políticas asistencialistas mediáticas, como llevar en cada paro del tráfico que hacen en aquella carretera un camión con remesas, porque cuando los nuevos alimentos se acaban, vuelven a cerrar la carretera para exigir más donaciones de alimentos. Un círculo vicioso sin final feliz.

Un asunto que abre un debate de fondo sobre las políticas económicas, en torno a la población indígena en Colombia, y en especial sobre la institución de los resguardos indígenas, territorio segregado para confinar a la población aborigen para que preserven su cultura. Lo resguardos indígenas son instituciones creadas en la época colonial para oprimir y explotar a la población étnica. Inicialmente en las encomiendas y las mitas, donde los españoles disponían de mano de obra baratas para haciendas y minas. Luego fueron reformados durante y después del fin del colonialismo español en Colombia, pero aún simbolizan una herencia colonial de opresión y explotación del indígena.

A pesar de los cambios políticos que ha experimentado la sociedad colombiana en los últimos dos siglos, los resguardos continúan siendo instituciones caducas que encarnan lo que fueron las cadenas de la opresión del colonialismo español en Colombia. Instituciones que han servido para mantener a las poblaciones indígenas confinadas en territorios colectivos como seres inferiores, aislados y en condiciones de pobreza extrema.

Pese a que son instituciones que han estado ligadas a sus luchas por la tierra y la conservación de sus culturas, urge un replanteamiento de las políticas del Estado frente a los problemas de hambre y pobreza extrema que se viven en los pueblos indígenas. Es claro, tanto los pueblos indígenas como el resto de la población pobre colombiana requieren de políticas de inclusión que los saquen de la pobreza extrema y la indigencia.

Se necesita que haya un cambio estructural en las políticas del Estado hacia los pueblos indígenas. El Estado debe implementar nuevas políticas de desarrollo económico que impulsen labores productivas en los territorios indígenas, para dinamizar sus economías y generar nuevas fuentes de ingresos en los pueblos indígenas.

Los sistemas tradicionales de producción han entrado en crisis y ya no son los más idóneos para resolver las dificultades económicas de los pueblos indígenas. Se deben concertar con ellos planes integrales de desarrollo que contemplen, entre otras salidas, adecuaciones de tierras e incentivos para la producción agrícola, pecuaria, piscícola y avícola. Se deben capacitar en esos menesteres, sin romper con sus costumbres, pero aplicando nuevas tecnologías para que la tierra produzca mejores frutos. Porque no pueden seguir aplicado las mismas prácticas agrícolas primitivas que no han servido para mejor la seguridad alimentaria en los pueblos. No se puede seguir insistiendo en unas prácticas agrícolas ancestrales que no son eficaces para resolver los problemas alimentarios que sufren los pueblos indígenas.

No debemos seguir mirando a los indígenas como seres diferentes que tienen que continuar atados al pasado, sobreviviendo con sistemas de producción primitivos que no están acorde con las nuevas realidades económicas en una sociedad colombiana en permanente evolución. Una nueva realidad económica y social que ellos han incorporado en sus vidas y por eso abandonan aquellos territorios y se desplazan a los centros urbanos en la búsqueda de mejores niveles de vida y educación de sus hijos.

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