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Más sobre la corrupción en el fútbol
Jue, 05/06/2014 - 11:21

Leo Zuckermann

¿Puede comprarse el voto en México?
Leo Zuckermann

Leo Zuckermann es analista político y académico mexicano. Posee una licenciatura en administración pública en El Colegio de México y una maestría en políticas públicas en la Universidad de Oxford (Inglaterra). Asimismo, cuenta con dos maestrías de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde es candidato a doctor en ciencia política. Trabajó para la presidencia de la República en México y en la empresa consultora McKinsey and Company. Fue secretario general del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde actualmente es profesor afiliado de la División de Estudios Políticos. Su columna, Juegos de Poder, se publica de lunes a viernes en Excélsior, así como en distintos periódicos de varios estados de México. En radio, es conductor del programa Imagen Electoral que se trasmite en Grupo Imagen. En 2003, recibió el Premio Nacional de Periodismo.

Los aficionados al fútbol somos selectivos. Cuando un árbitro marca una falta en contra de nuestro equipo que nos parece injusta, le gritamos “vendido” al réferi. En cambio, cuando la falta nos favorece, guardamos un cómodo silencio. Es parte de lo lúdico de este deporte. Lo que ya no es juego son los casos de corrupción de grandes vuelos documentados por el periodista Declan Hill publicados en The New York Times. Más que lúdico, se trata de un asunto que nos debe preocupar a los que nos encanta el fútbol, el deporte que más pasiones genera en el mundo.

Hill, en una intrincada investigación que lo llevó por varios países del orbe, encontró un grupo del crimen organizado que arregla partidos de fútbol como parte de un esquema para ganar apuestas que se colocan en mercados asiáticos que no están regulados. Compran, según él, a árbitros, jugadores y directivos de equipos, sobre todo de países pobres.

El esquema es relativamente sencillo. Las casas apostadoras establecen un momio del equipo favorito de ganar, así como el número de goles que se anotarán en el partido. Los delincuentes le apuestan a los equipos que saben que van a superar el momio o a partidos donde habrá una mayor cantidad de goles, todo esto en los mercados no regulados de Asia. De acuerdo con Hill, se estima que estas casas apostadoras ilegales mueven cientos de miles de millones de dólares al año. Los criminales organizados ganan las apuestas porque corrompen el sistema, generalmente a los árbitros, pero también a jugadores y directivos.

Hill cuenta la historia de un irrelevante partido de preparación rumbo a la Copa del Mundo 2010 que se llevó a cabo en Sudáfrica. Precisamente jugaba la selección anfitriona en contra de Guatemala. El árbitro nigeriano recibió US$100.000 en efectivo y, a cambio, marcó varios penales que no existían, de tal suerte que el marcador final fue mayor al que se esperaba en las apuestas. Los criminales que corrompieron al infame réferi de Nigeria se embolsaron mucho dinero con este partidito que a nadie le interesaba.

Y precisamente los delincuentes prefieren este tipo de partidos irrelevantes. Hill menciona, por ejemplo, otro partido entre Nigeria y Corea del Norte, donde el árbitro se encargó de que ganaran los nigerianos dando, por un lado, una tarjeta roja a los coreanos y un penalti a favor de los africanos.

No obstante, el grupo criminal ha sido codicioso. De acuerdo con Hill, en la Copa del Mundo de Sudáfrica se acercaron con un árbitro para ofrecerle US$400 mil para manipular el resultado de un partido. No lo pudieron hacer porque al corruptor se le fue la lengua, la FIFA se enteró y se tomaron medidas preventivas.

El asunto, como todo lo que va teniendo éxito en la vida, se ha sofisticado con un “sistema de estrellas”. Si el grupo criminal sólo tiene corrompido al árbitro, le otorga una estrella a ese partido y apuestan poco para no arriesgar. Si también tiene en la nómina a un equipo entero y sus directivos, entonces le dan hasta cinco estrellas, por lo que se procede a apostar grandes cantidades de dinero, ya que no hay manera de perder.

Este sistema, al parecer, lo inventaron los criminales asiáticos con sus socios croatas, quienes llevan las operaciones en Europa. “Juntos han arreglado cientos de partidos de fútbol en todo el mundo, enfocándose en casi todas las ligas, desde la prestigiosa Champions League y los partidos de clasificación de la Copa del Mundo hasta los partidos más oscuros de menos nivel”. Hill menciona que en febrero de 2013, la policía europea estimó unos 680 partidos que resultaban sospechosos. En Italia, los asiáticos y croatas han logrado establecer vínculos con la mafia de ese país, lo cual ha llevado a que las autoridades investiguen a más de 20 equipos profesionales italianos.

En este continente, Hill menciona que el equipo nacional salvadoreño, al parecer, se vendió en 2010 en dos partidos: uno en contra del DC United y otro en contra de la selección estadounidense. Como resultado, varios jugadores de El Salvador fueron expulsados de por vida.

Un último dato. La FIFA ha informado que doce funcionarios de seguridad operarán en cada uno de los estadios en la próxima Copa Mundial de Brasil, con el fin de monitorear si existe evidencia de algún tipo de “arreglo” en los partidos.

En fin, que la historia de Hill nos demuestra que el asunto de la corrupción en el fútbol parece más seria de lo que pensábamos en las tribunas cuando los aficionados, juguetonamente, le gritábamos “vendido” al árbitro.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.

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