Pasar al contenido principal

ES / EN

Mascotas robot o la necesidad de afecto de los hombres de negocios
Mié, 04/05/2011 - 10:00

Oswaldo Morales

Cultura organizacional y liderazgo en empresas familiares latinoamericanas
Oswaldo Morales

Profesor del área de Administración, Universidad ESAN. PhD en Estudios Internacionales, Graduate School of Asia Pacific Studies, Universidad de Waseda (Japón). MBA ESAN (Perú), Maestría en Economía y Regulación de los Servicios Públicos, Universidad de Barcelona (España) y estudios de Maestría en Derecho Empresarial, Universidad de Lima (Perú). Es abogado además de esta última casa de estudios. Sus artículos han aparecido en revistas como Business, Anda News, Links Japan Perú, Diario El Comercio, Diario Gestión, entre otros.

En un mundo globalizado cada vez más vertiginoso, dominado por la tecnología y donde el tiempo se convierte en un recurso escaso, el ser humano está logrando avances en la ciencia de la salud que están permitiendo extender los años de vida de las personas a horizontes hace unos años inimaginables. Pero a pesar de estos avances y la revolución de las comunicaciones, nos preguntamos si la calidad de vida ha mejorado en la misma proporción.

Suena irónico que el ser humano haya desarrollado en los últimos años tantas formas de comunicación que nos permiten acortar las distancias, empezando por el teléfono y ahora internet, y sin embargo, no encuentre el tiempo suficiente para poder encontrar una pareja con quien casarse o simplemente poder criar a una mascota. De allí el éxito de muchos portales “online dating for married”, que prometen ayudarte a encontrar a la pareja ideal sin necesidad de perder el tiempo y con la garantía de que será compatible contigo, es decir, una pareja por catálogo.

Como consecuencia de este ritmo de vida, falta tiempo para relacionarnos con otras personas más allá de nuestro entorno laboral o para disfrutar de tiempo con los amigos y la familia. Esta forma de vivir ha agudizado necesidades afectivas en las personas que no las pueden satisfacer, habiendo surgido toda una gama de productos destinados a llenar ese vacío, pero sin demandar mucho tiempo o dedicación.

Recuerdo hace algunos años mi visita a Odaiba, una isla artificial ganada al mar y unida a la costa de Tokio por un moderno puente y un sistema de tren aéreo sin conductor. En esta isla hay algunos edificios futuristas y un museo de ciencia, entre otras construcciones que sorprenden; sin embargo, lo que más me llamó la atención fue un lugar de “alquiler de perros” en Odaiba, donde uno podía elegir un perrito de diferentes razas y por un precio acordado pasearlo por todo un día e incluso darle de comer en alguno de los restaurantes acondicionados para poder llevar a su mascota.

El éxito de este negocio radicaba en el hecho que los departamentos en Tokio son muy pequeños y además como la mayoría de tiempo las personas se la pasan trabajando o viajando largas distancias en los trenes, no tienen las condiciones necesarias para criar a una mascota. Podía ver sonreír a muchos niños acompañados de sus padres, pero también había personas jóvenes y adultos mayores. Todos ellos eran felices paseando a su mascota por un día y quién sabe si a lo mejor volvían al otro fin de semana.

Hace unos días estaba revisando información sobre AIBO, una mascota robot que tuvo mucho éxito hace algunos años en el Japón, a pesar de su alto precio, que llegaba a aproximadamente US$2.500 al momento de su lanzamiento. Lo interesante de este robot mascota que tenía la forma de un perro, era que tenía un sistema de inteligencia artificial que le permitía aprender algunas gracias y obedecer a los llamados del dueño. Es decir, que necesitaban del cuidado de los dueños quienes les enseñaban cosas, pero sin los inconvenientes de un animal vivo, es decir, de tener que alimentarlo, dejarlo sólo en la casa en los viajes de negocio o de que ensuciara el departamento.

Lo curioso del tema es que cuando se les preguntó a algunos clientes sobre su relación con AIBO, ellos reconocían que se había creado una relación de afecto que hacía que este robot se hubiera convertido en algo más que un simple juguete: ahora, ellos eran vulnerables sentimentalmente. Este hecho nos recuerda aquel pasaje de El Principito, en el cual habla de domesticar al zorro:

“¿Qué significa domesticar?..preguntó el principito...

-Es algo demasiado olvidado -dijo el zorro-. Significa crear lazos...

- ¿Crear lazos?

-Claro -dijo el zorro-. Todavía no eres para mí más que un niño parecido a otros cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro parecido a otros cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo...”.

El robot mascota AIBO ha tomado el lugar del zorro de El Principito y ha sido “domesticado” por muchas personas, lo que representa un éxito de la tecnología, pero no mucha gente ha reparado en esa necesidad de afecto que todos tenemos como seres humanos, y que con el ritmo frenético con que vivimos, cada vez vamos descuidando más. Nos sorprendería la cantidad de personas en el mundo que sufren de alguna forma de depresión, por lo que ya ha sido considerada una plaga moderna.

Países
Autores