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Mauricio Macri, el integrador
Jue, 26/11/2015 - 10:06

Guillermo Bilancio

Mauricio Macri, el integrador
Guillermo Bilancio

Guillermo Bilancio es profesor en la Universidad Adolfo Ibañez y consultor en Política Empresarial, con más de 30 años de trayectoria. Es autor del libro "Contracorriente, la sabiduría de dirigir".

Macri presidente. Increíble, impensado y necesario.

Una novela cuyo protagonista es un político sin formación ni afiliación política, que fue haciendo camino al andar con la sola obsesión de optimizar el funcionamiento de las instituciones que tuvo que conducir.

Desde la presidencia de Boca Juniors, lugar en el que aprendió de los errores y de los éxitos, hasta el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el que fue su impulso para trabajar en la "cosa pública", su intención siempre fue demostrar que se podía hacer funcionar organizaciones complejas a partir de una constelación de ideas, de un orden y con la gente adecuada alrededor.

Y esa obsesión lo fue llevando a creer que podía aspirar a más y, por qué no, aprovechar los espacios vacíos que otros "políticos" dejaban por inacción y exceso de intelectualidad inoperante.

Macri es nuevo en la política en un país de devoradores políticos. Tal vez no es un líder intelectual, pero es un político. Tal vez no tiene la verborragia ni el grito apasionado, ni la militancia, pero claramente diseña un modelo a partir de un presente continuo de decisiones con aciertos y con errores, pero con acción. Para Macri, la estrategia es acción. Lo que debe ser.

Macri no tiene relato, como tampoco una ideología que lo encarcele. No pertenece a ningún "ismo", aunque tal vez a partir de ahora se comience a hablar de "Macrismo".

Pero eso no quita que no tenga capacidad de generar ideas a partir de la integración de ideologías. Macri integra ideologías, pero sin dogmas que lo atrapen. Consideremos que el latinoamericanismo populista está sostenido en un dogma paradigmático que lo paraliza. Sus exponentes están presos de sus ideas.

Salir de la trampa de los paradigmas sea tal vez el secreto de una nueva política. La de políticos integradores de ideas en función del bienestar general, porque ya hemos comprobado que no basta con una sola ideología para resolver todo lo que un gobierno debe resolver en estos países pobres. Por eso, en esta nueva política serán los valores de sus líderes lo que determinará qué ideas implementar para cada desafío que se presente. Claro que hay innovación en la política, se puede.

Piñera en Chile tuvo la oportunidad de ser el hacedor de una nueva política pero cedió ante la presión de los partidos tradicionales.

Macri es una novedad. Además de ser una innovación su intento integrador, es el motor de una nueva era para una Argentina que necesita de una convergencia ideológica para resolver la grieta sociocultural que divide las aguas de un pueblo manejado con promesas eternamente incumplidas. La pobreza será el objetivo para que de una vez por todas, al combatirla, se termine el clientelismo de casi más de 50 años.

Basta de hablar de los pobres. Será necesario resolver la situación para que los pobres dejen su condición de pobres para así ver el fin de la hipocresía populista. Será un objetivo de Macri. Pero no será fácil. Para ello deberá neutralizar los embates de un peronismo derrotado que, para volver a ser, tendrá que apostar por un profundo replanteo.

El peronismo deberá dejar de ser un movimiento ambiguo, arrasador del poder, para pasar a ser un partido político con un marco ideológico esclarecedor. Difícil, pero necesario, si se quiere mirar hacia delante.

Pero no sólo Macri es una novedad para la Argentina. Se prepara un nuevo mapa latinoamericano a partir de entender que los populismos no fueron progresistas desde la perspectiva del bienestar general y que será necesaria una transición innovadora que permita a las sociedades coincidir en que deben volver a conversar.

Sin cohesión no hay posibilidad de vivir mejor, de asegurar la equidad y de entender que la democracia es la que cura, la que educa y la que permite vivir en libertad.

Tan simple como eso. Volver a convivir. Libres.

Se puede.

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