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Medidas enérgicas para frenar la inestabilidad financiera
Mié, 25/07/2012 - 10:39

José Viñals

Decisiones políticas difíciles para reparar el sistema financiero
José Viñals

José Viñals es director del Departamento de Mercados Monetarios y de Capital del FMI. Antes de asumir ese cargo, fue subgobernador del Banco de España y miembro de varios comités consultivos y de política en el banco central y en la Unión Europea. Entre otros cargos, se desempeñó como presidente del Comité de Relaciones Internacionales del Banco Central Europeo.

Nuestra actualización más reciente del Informe sobre la estabilidad financiera mundial (GFSR) brinda tres mensajes básicos.

El primero es que los riesgos para la estabilidad financiera han aumentado debido a un recrudecimiento de las presiones del mercado y a las débiles perspectivas de crecimiento.

El segundo es que las medidas acordadas en la reciente cumbre de dirigentes europeos constituyen pasos importantes para la resolución de la crisis inmediata, pero aún se necesita redoblar los esfuerzos. Habrá que dar prioridad a la implementación oportuna de las medidas y al logro de mayores avances en lo que se refiere a las uniones bancaria y fiscal.

El tercer mensaje es que el tiempo está agotándose. Ahora es el momento de demostrar firme liderazgo político, porque será necesario tomar decisiones difíciles para restablecer la confianza y garantizar una estabilidad financiera duradera tanto en las economías avanzadas como en las emergentes. Ha llegado el momento de actuar.

¿Por qué han aumentado los riesgos para la estabilidad financiera?

En primer lugar, los rendimientos de los bonos públicos en el sur de Europa han aumentado drásticamente, mientras que las condiciones de financiamiento para muchos bancos europeos se han deteriorado. Los efectos positivos de las operaciones de financiación a plazo más largo de carácter extraordinario del Banco Central Europeo han menguado en los últimos meses, en medio de una renovada incertidumbre en cuanto a las políticas y crecientes preocupaciones acerca de la salud de los bancos. Esto ha provocado un vuelco importante hacia activos seguros.

En segundo lugar, la fragmentación financiera ha intensificado el círculo vicioso entre los bancos débiles y los gobiernos, y amenaza con socavar la unión monetaria. Las salidas de capitales privados han seguido erosionando la base de inversores extranjeros de deuda pública en países como España e Italia.

Los gobiernos están recurriendo en mayor medida a los bancos internos para financiar su deuda pública, y al mismo tiempo estos bancos están acudiendo cada vez más al Banco Central Europeo para cubrir sus necesidades de liquidez, dado que para éstos los mercados de financiamiento mayorista siguen estando cerrados.

En tercer lugar, las presiones de financiamiento de las entidades sobernas y los bancos se han propagado al sector empresarial en la periferia de la zona del euro. Estas empresas han enfrentado aumentos de los costos del financiamiento mayorista y una reducción del crédito bancario. También se enfrentan a una gran cantidad de bonos que vencen a corto plazo, lo cual probablemente exacerbará la escasez de financiamiento.

Por último, las perspectivas de crecimiento en otras economías avanzadas y mercados emergentes son un poco más débiles. Esto no solo deja a dichas economías y mercados algo más vulnerables a los efectos de contagio provenientes de la zona del euro, sino que también reduce su capacidad para corregir las vulnerabilidades fiscales y financieras de carácter interno. La incertidumbre acerca de las perspectivas fiscales de Estados Unidos constituye un particular riesgo latente para la estabilidad financiera mundial.

Prioridades de política. En vista de estos riesgos, ahora es necesario redoblar los esfuerzos para impedir que las condiciones financieras continúen deteriorándose y perjudiquen el crecimiento.

En la zona del euro, las medidas acordadas en la reciente cumbre de dirigentes europeos constituyen pasos importantes para hacer frente a la crisis inmediata. Si bien es esencial implementarlas oportunamente, se precisan mayores esfuerzos para romper —de una vez por todas— el círculo vicioso entre los bancos débiles y las entidades soberanas débiles. En particular, se necesitan medidas para ayudar a que la zona del euro se estabilice, se integre y crezca.

La estabilización exige de inmediato la toma de medidas enérgicas. Las autoridades deberían hacer lo siguiente:

• Fortalecer los balances de los bancos viables, cuando sea necesario, mediante recapitalizaciones y reestructuraciones. En ciertos casos esto puede implicar inyecciones directas de capital del fondo de rescate de Europa, es decir, el Mecanismo Europeo de Estabilidad.

• Fortalecer los balances de las entidades soberanas implementando oportunamente estrategias de consolidación fiscal y ejecutando reformas estructurales de amplio alcance.

• Mantener políticas de apoyo monetario y de liquidez.

• Considerar medidas a nivel de la zona del euro para estabilizar las condiciones de financiamiento en los mercados de deuda soberana, como por ejemplo reactivando el Programa para los Mercados de Valores del Banco Central Europeo.

La mayor integración exige que se avance hacia una unión bancaria propiamente dicha y una integración fiscal más profunda. El marco unificado de supervisión que está previsto es el primer componente de una futura unión bancaria. Se necesitarán otros componentes, incluidos un sistema paneuropeo de garantía de depósitos y un régimen de resolución bancaria con mecanismos de apoyo comunes.

La economía de Estados Unidos también se encuentra ante un importante punto de inflexión fiscal. Se prevé que a comienzos del próximo año Estados Unidos alcanzará su actual tope de endeudamiento. El consenso en los mercados financieros apunta a que el tope de la deuda se elevará a tiempo para evitar una cesación de pagos. Pero no se puede descartar una importante reacción adversa del mercado, particularmente si las negociaciones para elevar el tope de la deuda se paralizan por razones políticas. Se necesita una consolidación fiscal a mediano plazo creíble para evitar nuevas rebajas de la calificación crediticia soberana y para preservar un importante bien público mundial: la estabilidad del mercado de los títulos del Tesoro estadounidense.

Las economías emergentes tienen ante sí un desafío doble: hacer frente al impacto de los problemas de las economías avanzadas y, al mismo tiempo, abordar las crecientes vulnerabilidades internas.

La desaceleración del crecimiento mundial y los efectos de contagio de la zona del euro sin duda han repercutido en muchos mercados emergentes, como lo demuestra la reacción de los mercados de acciones y los flujos de capital.
Las vulnerabilidades internas incluyen un rápido crecimiento de los activos y el crédito bancarios en años recientes, que a la larga puede provocar un aumento significativo de las carteras en mora.

Además, la desaceleración del crecimiento interno podría erosionar la rentabilidad de los bancos y plantear problemas para la estabilidad financiera en países como Brasil, China e India.

Ante estos desafíos, las economías emergentes tienen que prestar especial atención a la salud de sus sistemas financieros internos. Al mismo tiempo, tienen que preservar y ampliar el margen maniobra para la aplicación de políticas de modo que puedan responder a shocks internos y externos potencialmente grandes.

Se necesitan medidas políticas enérgicas para solucionar los problemas de los balances de los bancos y las entidades sobernas. La política monetaria permitió ganar un tiempo valioso y proporcionó liquidez esencial a los sistemas financieros, pero ahora los avances están en manos de los líderes políticos. Por ejemplo, las preocupaciones acerca de la solvencia de los bancos y los gobiernos no pueden abordarse únicamente con medidas de liquidez.

Ha llegado el momento de adoptar medidas firmes y concretas en las economías avanzadas que permitan lograr un saneamiento sostenido de los balances y reformas institucionales. Será necesario tomar decisiones difíciles para restablecer la confianza y garantizar una estabilidad financiera duradera tanto en las economías avanzadas como en las emergentes.

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