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México: la elección de la esperanza
Mar, 21/02/2012 - 10:16

Ivonne Melgar

México: ¿Es Josefina más de lo mismo?
Ivonne Melgar

Ivonne Melgar es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM (México). Trabajó en unomásuno y en Reforma. Es reportera y columnista del periódico Excélsior, Grupo Imagen y Cadena Tres Noticias. Ha reporteado las actividades de Los Pinos (casa de gobierno de México) desde 2003. Es autora de la columna de análisis político Retrovisor que se publica todos los sábados en Excélsior.

Más allá de las diferencias partidistas y de la biografía política, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), Josefina Vázquez Mota y Enrique Peña Nieto se disputan la bandera de la esperanza.

Cada uno intenta convencernos de tener la visión para conducirnos a un futuro de paz. Y en sus mensajes encontramos el reconocimiento implícito de que somos un país cansado de una guerra que debe terminar.

El desafío es complejo porque al margen de sus proyectos de cambio o continuidad, no pueden ofrecer el fin del enfrentamiento al crimen organizado.

Con anticipación deliberada, el presidente Felipe Calderón logró sembrar, en los últimos 20 meses, la idea de que proceder en sentido contrario equivale a pactar con el narco, encareciendo el rechazo de la clase política hacia la estrategia de seguridad.

Y por lo pronto ninguno se atreve a prometer la clausura de ese combate. AMLO plantea “serenar” a México y Peña Nieto habla de cambio con rumbo.

PRI y PRD proponen el regreso del Ejército a los cuarteles, como si los militares fuesen el meollo del problema. Pero no aclaran quiénes seguirían afrontando a la delincuencia. Ni cómo.

Y si bien la candidata del PAN hace suya la consigna calderonista de que los soldados dejarán las calles cuando existan policías confiables, su discurso pone énfasis en la pacificación.

Con ese acento en favor de la concordia, sostenido desde la precampaña interna de su partido, Josefina compite con las ofertas restauradoras de Peña Nieto y López Obrador. Y en los próximos 40 días de proselitismo prohibido, sabremos quién de los tres tiene más atributos para transmitir esa confianza reparadora.

Porque a diferencia de hace seis años, cuando la efectividad de la competencia entre Calderón, AMLO y Roberto Madrazo se midió por el miedo y la animadversión, hoy el reto es generar expectativas de un mejor futuro.

Y sin embargo, a los tres candidatos, el miedo y la animadversión les pisan los talones y les restan posibilidades para proyectarse como portadores de esperanza.

Porque si bien el priista, la panista y el perredista comparten el afán de ser vistos como amorosos, comprensivos, tolerantes y protectores, cada uno carga con su sombra de  desesperanza.

Peña Nieto, el candidato de la fuerza política con mejores pertrechos electorales, tendrá que remontar el presente de opacidad de sus aliados, los gobernadores.

Acaso escucharemos pronto al mexiquense lanzar perdones por la masacre del 68 y el abuso del poder que marcaron las siete décadas del partido único. Mas lo que cuenta ahora no es el viejo PRI, sino el PRI gobernante que él reivindica como evidencia de efectividad.

Así que antes de ver la luz, la esperanza tricolor deberá sortear el túnel que pasa por el expediente de la DEA de Tomás Yarrington, ex gobernador de Tamaulipas, coludido supuestamente con la delincuencia, y por los casos que se acumulen en lo que resta de la contienda.

Se trata, claro, de la judicialización de la política, y de la punta del iceberg con la que Calderón busca golpear al priismo, reticente a tomar en serio la seguridad, tema en el que Peña podría enredarse por su tibieza.

Por el contrario, AMLO no carga con cadáveres perredistas, aun cuando la ineficacia de su partido frente a la delincuencia tiene monumentales evidencias en Michoacán y Zacatecas.

Lo que cuenta en el tabasqueño es la biografía. Y si bien no hay quién tire la primera piedra para descalificarlo como deshonesto, él mismo ha confesado, con un pesar dramático, su talón de Aquiles.

Este miércoles contó a empresarios que con la República Amorosa busca revertir la desconfianza que le tiene 40% de los sufragantes, convencidos de que sigue siendo un peligro para México, equiparable a Carlos Salinas y a Elba Esther Gordillo.

En contraposición, la mirada adversa de los electores hacia Josefina es casi nula. Su trayectoria la muestra ajena a los conflictos y firme cuando se necesita, como lo hizo con Marta Sahagún y la lideresa del SNTE.

Pero su imagen de mujer con mano dura frente a los corruptos y suave para cobijar a los vulnerables, debe sortear el pasivo de la beligerancia del Presidente, su socio inevitable en la disputa electoral.

De manera que la plataforma de Vázquez Mota deberá desplegarse sobre el espinoso terreno de la defensa del gobierno, caracterizado por una guerra anticrimen que todavía no mostró beneficios que justifiquen los 50 mil muertos.

Y para acreditar su oferta de esperanza, la candidata tendría que distanciarse de Calderón, sin prescindir del respaldo gubernamental, valiéndose del hecho de que ella nunca fue la apuesta de Los Pinos.

Esa es la ecuación a resolver: determinación frente al crimen y capacidad para revertir el cansancio y el miedo de la gente. Ya veremos quién puede.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.

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