La juventud desocupada representa un problema latente, 7,8 millones de personas entre 12 y 25 años no estudian ni trabajan y pertenecen al grupo de ninis.

Además, se calcula que entre 2010 y 2012 alrededor de 2,5 millones de personas están al borde de condiciones de pobreza, debido a la precariedad en la remuneración salarial y las condiciones económicas del país.

No obstante, el reciente estudio Workmonitor de la consultora Randstad, detalla que siete de cada diez mexicanos están en busca de un nuevo trabajo.

Decisión que puede vincularse a la crisis laboral que se vivió en los últimos años y ha propiciado la necesidad de aceptar empleos que ‘pagan’, pero no cubren expectativas laborales.

Lo cual, presiona a los profesionistas para que se preparen en características, como ser proactivos en educación continua y tener un entrenamiento multidisciplinario.

Datos del INEGI, que preside Eduardo Sojo Garza-Aldape, indican que el desempleo abierto en febrero llegó a 5,33%, una tasa menor a la de Estados Unidos (8,6%), por ejemplo.

Pero esa cifra no significa que pueda ser fácil cambiar la situación en la que se encuentra el mercado laboral. Para cambiar la precariedad en ese ámbito, el gobierno necesita más austeridad, requerir de menos recursos del sistema económico, claro, siempre y cuando no se dé una estrategia más de fondo, es decir, una reforma laboral.

Esta medida es indispensable, pero lo que prevalece entre las autoridades es una falta de capacidad para resolver problemas, se carece de planeación y de convenios entre los sectores privado y público con universidades.

¿Será posible que en los siguientes gobierno y legislatura puedan salir los cambios de fondo y no de forma?

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.