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¿No me da mi calaverita?
Vie, 02/11/2012 - 10:05

Vianey Esquinca

Diputado 007: licencia para espiar en México
Vianey Esquinca

Vianey Esquinca es consultora en comunicación e imagen, escribe la columna "La Inmaculada Percepción" en Excelsior (México).

Cuenta la historia, que para finalizar su administración con una gran celebración nacional, el presidente Felipe Calderón decide organizar la instalación de una ofrenda monumental, así que llama a sus asesores. “Voy a poner un altar de muertos”. “Señor, pero no creemos que podamos conseguir 65 mil calaveritas de azúcar, nos vamos a acabar toda la producción de los ingenios azucareros”. “No me refiero a esos muertos, necesito cerrar con bombo y platillo mi gobierno, necesito llamar la atención, siento que ya nadie me pela…. ¿me están escuchando? Dejen de responder su blackberry”.

Inmediatamente el mandatario instruye a su equipo, para que se invite a los actores políticos más importantes del momento a su evento, pidiéndoles que además de alguna ofrenda, trajeran el nombre de algún difunto al que quisieran honrar. Adicionalmente, decide abrir la invitación a la gente que trabaja en Los Pinos pidiéndoles que lleguen disfrazados, pues habrá un concurso.

Así pues, llega el día de la cita y uno a uno los invitados comenzan a llegar. “¿Quién ordenó que se trajeran a las momias de Guanajuato? ¿No ven que se pueden perder?”, cuestionó muy molesto el mandatario. “No, señor, es Elba Esther Gordillo y también quiere colaborar con la instalación”.

“Ah, perfecto y ¿esa calavera? está que ni mandada a hacer”. “Presidente, es Joaquín Gamboa Pascoe, el Secretario General de la CTM”.

Los diputados del PRI fueron los primeros en poner a sus difuntos en el altar: la reforma laboral y las iniciativas preferentes. “Pero si hace falta que enfriemos a alguien más, al ratito llega el diputado Manlio Fabio Beltrones, él tiene muy buena mano con eso”, comentó orgulloso un legislador.

La Secretaria de Marina llegó e hizo un hueco en el altar, colocando un letrero que decía: “Apartado para cuando encontremos el cuerpo de El Lazca. En eso, se presentó Ana Gabriel Guevara: “¿Aquí es la celebración de la Virgen de Guadalupe?”. “No senadora, se equivocó usted de nuevo, esa festividad es hasta diciembre”.

Por su parte, los perredistas pusieron unos animalitos conmemorativos de los patos, las gallinas, el chivo y el puerco que llevaron como prueba del fraude y que terminaron en la mesa de los magistrados del Tribunal Electoral. Les colocaron, además, un letrero que decía: “Aquí yacen los héroes que nos dieron patria y se sacrificaron por nosotros”.

De repente toda la atención recayó en dos figuras que acababan de entrar: Luis Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong, ambos coordinadores del equipo de transición de Enrique Peña Nieto. Los medios los abordaron de inmediato: “Necesitamos replantear la estrategia de organización de los altares de los muertos. Por ello, el presidente electo anunciará en los siguientes días su Plan Nacional de Organización de Día de Muertos 2012-2018”, afirmaron los priistas.

Mientras todos estaban distraídos, Andrés Manuel López Obrador ya había llenado, prácticamente, todo el altar con calaveritas de los gobernadores de izquierda que se reunieron con Peña Nieto en la semana; de Jesús Ortega y Jesús Zambrano, de Felipe Calderón y Enrique Peña, “para mí todos ellos están muertos”, dijo. “Oiga señor, pero además puso muchas calaveritas en blanco, ¿por qué?”. “Para los que se acumulen en la semana”.

Ya entrados en calor y para calmar los ánimos, el maestro de ceremonias, Antonio Attolini, ex vocero del Movimiento #YoSoy132, pidió a los asistentes registrar su disfraz para entrar al concurso. Hubo quien llegó disfrazado de transparencia sindical causando pánico entre los líderes de las centrales obreras; otro de gripe aviar, para lo cual fue necesario utilizar muchos blanquillos; y uno más de Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), lo que provocó que más de un perredista tuviera pesadillas esa noche. A los que se les puso la piel de gallina fue a los priistas, cuando vieron llegar a un joven disfrazado de tarjeta Monex.

“¿Usted de qué viene?”. “Vengo de fantasma”. “Oiga, pero si trae la máscara del secretario de la Reforma Agraria”. “Por eso, varios hablan de él, algunos dicen que existe, pero nadie ha podido probar su existencia”. “Y usted ¿viene disfrazado de Chucky, el muñeco diabólico?”. “¡Qué no impertinente! soy Elba Esther Gordillo”.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.

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