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Perú: litigante por amor
Vie, 26/02/2016 - 08:28

Alfredo Bullard

¿Petroperú compite en igualdad de condiciones?
Alfredo Bullard

Alfredo Bullard es un reconocido arbitrador latinoamericano y autor de "Derecho y economía: El análisis económico de las instituciones legales". Es socio del estudio Bullard Falla y Ezcurra Abogados.

Año 1979, finales del gobierno militar. Una aerolínea que ya no existe cancela el vuelo de regreso de Cajamarca dejando varado a un pasajero muy singular. No era tan inusual en ese entonces. Es más, era muy común.

Cuando perdías un vuelo no había, como hoy, media docena de opciones para regresar. Usualmente había solo una o dos. Eran otros tiempos. Te tenías que quedar uno o dos días varado.

El pasajero era ya un destacado profesor de Historia del Derecho. Y, como era singular, hizo algo muy particular. En lugar de irse a visitar los Baños del Inca, la Sala del Rescate o, simplemente, quedarse en el hotel, se fue al Archivo Departamental de Cajamarca. ¿Su objetivo? Buscar expedientes judiciales de la época virreinal. ¿Su nombre? Fernando de Trazegnies.

Era un fin de semana. El encargado del archivo le dijo que ese día descansaba. Que no lo podía dejar en el archivo. Que iba a tener que regresar otro día. De Trazegnies le pidió al encargado que lo dejara encerrado con llave en el archivo para que estuviera seguro de que no se llevaría nada y que regresara más tarde a abrirle. Nadie podría entrar y él no podría salir. El archivero aceptó a regañadientes.

Durante su encierro voluntario el profesor encontró un expediente excepcional que superaba toda ficción. Un hombre libre se había casado con una esclava y vivía con ella en la casa del amo de la misma. El personaje se llamaba Ciriaco de Urtecho.

Ciriaco tejió una ingeniosa y audaz estrategia legal para demandar ante el juez al amo de su esposa para forzarlo a venderla y así obtener su libertad. Era una batalla desigual y sin muchos argumentos legales. La ley no estaba de su lado.

Lo que pudo ser un día desperdiciado en Cajamarca, se convirtió en uno de los más representativos libros de la historia del derecho peruano: “Ciriaco de Urtecho, litigante por amor”, escrito por el mismo Fernando de Trazegnies.

Así como hay ficciones que merecen ser reales, hay realidades que para ser entendidas merecen convertirse en ficción. La Comisión Arte y Derecho de la Pontificia Universidad Católica decidió, más de 35 años después del descubrimiento de De Trazegnies, convertir el expediente y el libro académico en una obra de teatro. Escrita por Gino Luque y Roberto Ángeles, y dirigida por este último, la obra hace renacer a Ciriaco, a su amada —la esclava Dionisia Masferrer— y al dueño de esta última, Juan de Dios de Cáceres, como personajes de carne y hueso, quienes ya no solo se conforman con contarnos la historia judicial, sino sus emociones, vidas y sufrimientos. Se estrenó, por solo seis funciones, este jueves 25 de febrero en el Centro Cultural de la Católica.

Es sorprendente cómo en épocas tan distintas se repitieron historias tan actuales. La libertad, los prejuicios de raza y de género, la igualdad ante la ley, el deseo de cambiar las cosas, se camuflan en cada época para tomar formas y énfasis distintos. Pero en realidad la discusión de fondo es la misma.

Sorprende, también, que un país en el que nos quejamos que los derechos no valen nada, se encuentre una historia de más de 200 años atrás en que se desafían los prejuicios de base sobre los que se ha construido una sociedad. Ciriaco lucha por lo que hoy llamaríamos derechos humanos cuando nadie hablaba de ellos. No tiene el beneficio de declaraciones universales o tratados internacionales. Ni siquiera tiene una Constitución que invocar ni un Tribunal Constitucional al cual acudir. No hay una ONG que financie su aventura legal ni redes sociales para armar una campaña. Desafía al derecho usando el mismo derecho y el amor hacia su mujer.

Como bien dice De Trazegnies en el libro, Ciriaco desafía el paradigma de que el derecho está para defender a quienes tienen poder. El poder, el verdadero, no está en la ley sino en la voluntad individual.

*Esta columna fue publicada con anterioridad en el centro de estudios públicos ElCato.org.

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