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¿Por qué dejarnos deslumbrar por el llamado a la unidad de Trump?
Lun, 11/02/2019 - 10:28

Michael Knigge

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Michael Knigge

Michael Knigge es periodista de Deutsche Welle.

Como lo hizo en sus dos alocuciones previas frente al Congreso estadounidense, el presidente Donald Trump decidió apegarse a su libreto este martes (5.2.2019). De ahí que Trump haya articulado lo que cabe describir como un discurso del Estado de la Nación bastante tradicional, en lugar de una de sus típicas arengas.

La primera vez que se dirigió al Congreso dividido, Trump no insultó ni ridiculizó a nadie, no amenazó con aniquilar a otro país ni declaró una emergencia de seguridad nacional con miras a construir el muro que prometió erigir a lo largo de la frontera mexicano-estadounidense. De hecho, Trump ni siquiera entonó los eslóganes de su campaña ni una vez: "Make America Great Again” y "America First!”.

Al contrario, su discurso fue una larga invitación a superar las diferencias partidistas en nombre de una nueva unidad nacional, aunque aderezado con comentarios para atizar el miedo de la población, otros sobre la inmigración de indocumentados, ataques a Irán, breves reproches a avaros aliados de la OTAN y advertencias sobre cómo los hará pagar.

Punto final a la parálisis

Trump instó al Congreso a poner fin a la "parálisis política”, a superar "añejas divisiones”, a sanar "viejas heridas” y a adoptar un "espíritu de compromiso y cooperación”. El argumento de Trump frente al Congreso era que solo juntos sería posible cerrar la brecha que amenaza con desgarrar a Estados Unidos. Solo juntos sería posible resolver los problemas de largo aliento que agobian a millones de compatriotas, como la dificultad para acceder a asistencia médica o la falta de empleos que permitan costear una vida digna.

Y, adivinen qué: Trump tiene razón. Tiene razón al sostener que el grado de división prevalente en el país solo puede ser reducido mediante la cooperación y el compromiso. Tiene razón cuando alega que solo la acción conjunta del partido demócrata y el republicano pueden propiciar el hallazgo de respuestas duraderas para problemas como la decrépita infraestructura de Estados Unidos, la asistencia médica costosa y excluyente, el sistema de inmigración nacional y muchos otros.

El gran polarizador

El problema es que Trump es la última persona interesada en llegar a un auténtico compromiso y capaz de lograrlo. Las evidencias abundan. Si hay algo que el mundo ha aprendido en los dos años de gestión de Trump es que el compromiso y la cooperación por encima de las líneas partidistas son un anatema para él. De hecho, él ha hecho más para dividir al país que cualquiera de sus predecesores recientes.

Justo antes de su discurso, el diario The New York Times reportó que Trump había ofrecido un almuerzo privado para comentaristas de televisión y lanzado ataques mordaces contra líderes demócratas como Chuck Schumer, Joe Biden y Elizabeth Warren. Esa no es precisamente una receta para propiciar la armonía entre los partidos.

Un ejemplo más trascendente de la indisposición de Trump para alcanzar compromisos data de hace unas pocas semanas: mientras intentaba persuadir a los demócratas de que aprobaran el financiamiento de su "muro grande y hermoso”, Trump dio pie a la parálisis más larga del Gobierno en la historia de Estados Unidos, mostrándose indiferente a las consecuencias que su intransigencia les trajo a millones de conciudadanos.

Durante su carrera como promotor de bienes raíces y como mandatario, Trump siempre ha abordado las cosas con el lema "a mi manera o de ninguna manera” en la punta de la lengua. Trump ha dicho en varias ocasiones que, para él, todo gira en torno a ganar a cualquier costo.

El Trump domado no durará

Sí, las palabras articuladas por Trump durante su discurso sobre el Estado de la Nación invocaban la imparcialidad política, la unidad y el compromiso. Y, para ser justos, quienes redactaron su libreto concibieron pasajes inteligentes y acertados; por ejemplo, cuando Trump se refirió al hecho de que nunca antes había habido tantas mujeres en el Congreso. Eso puede haber llevado a muchos espectadores a concluir que, por fin, Trump había sonado "presidencial” y a creer que esta alocución podría marcar un punto de inflexión en su mandato.

La esperanza nunca muere. Pero no nos dejemos deslumbrar por un discurso formal. Todo lo que hemos aprendido de Trump hasta ahora nos indica que las palabras de este 5 de febrero no revelan al verdadero Trump. El verdadero Trump queda retratado a diario en su uso de la red social Twitter y en sus acciones, no cada dos años en salones elegantes y leyendo un teleprompter domado. Es de esperar que su llamado a la cooperación bipartidista y al compromiso dure hasta su próximo tuit.

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