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Por qué el éxito exportador alemán es un gran problema
Mié, 08/08/2018 - 13:06

Andreas Becker

Macron: una Europa más integrada y competitiva
Andreas Becker

Andreas Becker es periodista de la redacción de Deutsche Welle.

En Alemania, que alguna vez fue la "tierra de poetas y pensadores", las ideas complejas parecen ser cada vez más extrañas para algunos. Esta impresión surge cuando nos fijamos en las discusiones económicas de los últimos años: la crisis de la deuda, en la que la unión monetaria casi se derrumba, era desde el punto de vista alemán un problema de los "Estados en crisis", a menudo llamados "niños problemáticos". Griegos, portugueses, españoles e italianos: todos ellos "vivieron por encima de sus posibilidades", "endeudados a más no poder" en lugar de simplemente ahorrar dinero y trabajar más duro - esa sigue siendo la percepción común en Alemania hoy en día.

Era habitual escuchar esta explicación en reuniones privadas, en los medios de comunicación y en el ambiente político de Berlín, donde el exministro de Finanzas Wolfgang Schäuble ponía como modelo a seguir a la ahorradora ama de casa de Suabia, una región al suroeste de Alemania. La mayoría de economistas alemanes argumentaban de manera similar - y así demostraban también la limitación intelectual que prevalece en ese sector del país.

Todo bien hecho

Los alemanes todavía se ven a sí mismos como los que tienen la razón, y se remiten a la buena situación económica. El desempleo está en un mínimo histórico, la economía está creciendo y los automóviles y máquinas alemanes se venden exitosamente en todo el mundo. En otras palabras: hicimos todo bien.

Maurice Obstfeld, economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), es uno de los que durante años ha demostrado su posición contraria al respecto. Como si fuera un profesor paciente que habla con un niño de mente lenta, en un artículo del periódico Die Welt ha hecho un nuevo intento de encontrar resonancia para sus argumentos: los alemanes compran muy poco del extranjero en comparación con sus altas exportaciones.

El resultado es un superávit de exportación de 122 mil millones de euros sólo en la primera mitad del año. Muchos alemanes, incluso, ven estas cifras con orgullo: mucho dinero recaudado y poco gastado.

La deuda como modelo de negocio

Para Obstfeld, por otra parte, los altos superávits en cuenta corriente representan una amenaza para el libre comercio y la estabilidad financiera mundial. A largo plazo, exportar mucho más de lo que se importa no significa otra cosa que convertir las deudas de otros en su propio modelo de negocio.

Según los cálculos del FMI, alrededor del 20 por ciento de los superávits en cuenta corriente mundiales se destinaron a Alemania el año pasado. Con un once por ciento, China se situó en el  segundo lugar.

Obstfeld no es el único crítico. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha criticado los excedentes alemanes, la organización de los países industrializados OCDE también se queja y la Comisión de la UE incluso ha establecido un límite. Esta última clasifica los superávits de más del seis por ciento de la producción económica como "estabilidad peligrosa". Y Alemania ha estado muy por encima de esa cifra durante años. En teoría, la Comisión de la UE podría iniciar un proceso penal, pero lo deja en amigables advertencias.

Ahorro fetiche

¿Qué podemos hacer si nuestros productos son tan populares? Este es el argumento favorito del lado alemán. Sin embargo, esto va completamente más allá de lo que se piensa. Después de todo, no es la fuerza exportadora alemana la que está siendo criticada, sino la debilidad de las importaciones. Y ahí Alemania sí tiene la responsabilidad.

Según los cálculos de la Fundación Hans Böckler, el consumo doméstico se estancó durante casi 20 años antes de recuperarse finalmente. La evolución salarial fue similar, especialmente en el caso de los ingresos medios y bajos. Y las estadísticas del mercado laboral, que a primera vista parecen brillantes, también se deben al fuerte aumento del sector de salarios bajos y del empleo precario.

Además, la inversión pública es demasiado baja. Las carreteras y los puentes están en mal estado, los trenes puntuales se hacen extrañar, la transición energética no avanza, la digitalización cojea. Al mismo tiempo, los municipios tienen que ahorrar donde sea posible: en piscinas públicas, instituciones culturales, centros de salud y guarderías. El "cero negro", del que les gusta hablar a los ministros de Finanzas, tiene un carácter fetichista en Alemania, como lo decía antes el actual presidente francés Emmanuel Macron.

Insatisfacción y chivos expiatorios

Mientras tanto, el Gobierno alemán está tratando de no ignorar las críticas a los superávits como en el pasado. Hacen referencia a los recientes aumentos de los salarios y las inversiones. Sin embargo, el Gobierno podría hacer más. Para dar solo un ejemplo: si bien los alquileres en muchos centros urbanos están adquiriendo un valor incalculable para muchos, actualmente hay menos de la mitad de viviendas sociales que en 1990.

Infraestructura decadente, alquileres elevados, falta de guarderías: todo esto alimenta la insatisfacción, que también será políticamente instrumentalizada. En otros casos (como "los griegos” o ahora también "los refugiados") gastamos el dinero, pero no hay dinero para los ciudadanos comunes, dicen.

El hecho de que la fijación alemana por el ahorro y la restricción simultánea en los salarios y las inversiones haya desencadenado la crisis, como sugieren Obstfeld y otros, es probablemente una idea demasiado compleja. Tal vez Donald Trump debería retomar el tema en un tweet.

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