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Prensa y gobernabilidad
Mié, 13/06/2012 - 16:08

Julio Ligorría

Prensa y gobernabilidad
Julio Ligorría

Julio Ligorría es presidente de Interimage Latinoamericana, S.A. la cual brinda servicios en el área de consultoría en comunicación y asuntos públicos a empresas multinacionales y gobiernos en el ámbito latinoamericano.

La prensa es uno de los grandes vertebradores de esos procesos sobre los cuales descansa buena parte del condicionamiento de los ciudadanos ante la cotidianidad, pues es desde las páginas de los diarios y los mensajes de los medios electrónicos desde donde se construye el modelo de realidad que recibe el país.

Cuando la información es trasladada con intenciones ocultas y contenidos sesgados, la prensa pierde el papel de ser un visor objetivo del panorama y cae en el juego de sembrar tormentas que luego serán tempestades.

Entiendo que como humanos todos podemos transpolar emociones e intereses a lo que hacemos; como periodistas, el rigor de la profesión cambia esos parámetros y convoca, en nombre de los intereses del público, a ser desapasionados y fríos cuando vemos lo que ocurre y lo convertimos en ideas y comentarios. Y cuando ese contenido llega al auditorio que nos sigue, la facilidad para desfigurar una realidad o para predisponer una reacción en el público se convierte en una carga que, por no ser tan visible, se maneja muchas veces con descuido, sin importar cuáles serán las consecuencias.

Hace poco leí de Claudia Ramírez, en La Prensa Gráfica de El Salvador, una reflexión que me llamó la atención: sería bueno detenerse a hacer algo más que buscar culpables; quizá sería más importante admitir las limitaciones que, en nuestra imperfección, tenemos como sociedad, y usar el poder de los medios de comunicación para buscar una solución a la problemática que el país tiene.

¿Por qué escribo de esto? Porque he visto con preocupación cómo el ánimo colectivo va subiendo de tono en los últimos días, acicateado en algunos sectores por la difusión de rumores que generan animadversión contra algunos grupos y personas. El fin de semana último, por ejemplo, más de la mitad de un espacio de mordaces comentarios fue dedicado a una persona. La forma en que se causó daño a su reputación, creo, denota además de resentimiento y odio, un desprecio profundo por la perfección periodística que debería imperar en esta profesión. Más allá: creo que por momentos algunos colegas pierden el norte y recurren a la rumorología y el sarcasmo para provocar morbo, y satanizar a algunos personajes.

La prensa es una de las instituciones más creíbles en Guatemala. Tiene la capacidad de presentar lo que la gente asume como realidad. Y cuando lo hace con descuido o terceras intenciones, el efecto es devastador.

Quiero dejar claro que siempre estaré a favor de la libertad plena de expresión. Una prensa autocensurada o maniatada es un peligro, porque enceguece a la sociedad y le niega el derecho a la correcta información y permite que poderes ocultos saquen ventajas de la ignorancia colectiva.

Sin embargo, pienso que la prensa debe tener el valor de someterse a la autocrítica: Por ejemplo, ¿acaso es válido que deje por un lado la objetividad y se aproveche de su poder como conductora de opinión, para ensañarse con alguien o algo? ¿Tiene la claridad para comprender el alcance de una publicación y saber que se puede comprometer la moral y la gobernabilidad del país? Pensémoslo, debemos recuperar nuestro país; la Prensa es clave en esta tarea.

*Esta columna fue publicada originalmente en PrensaLibre.com

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