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Reelección de Cristina Fernández: del peronismo al kirchnerismo
Vie, 21/10/2011 - 11:01

Guillermo Holzmann

Escenarios post Kirchner
Guillermo Holzmann

Cientista Político, Académico de la Universidad de Valparaíso. Ex subdirector del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile (2005-2009). Su desarrollo profesional y académico se ha focalizado en las áreas de Estrategia, Seguridad, Inteligencia, Defensa y Riesgo Político. Es académico de variados magíster dentro de su país, así como investigador asociado y profesor de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos dependiente del Ministerio de Defensa Nacional. Miembro de International Association For Intelligence Education (Iafie), International Political Science Association (IPSA), Latin American Studies Association (LASA), Red de Seguridad y Defensa de América Latina (Resdal), entre otros. Analista político en diversos medios radiales, televisivos y escritos, tanto en Chile como en el extranjero. Socio-Director de Analytyka Consultores (www.analytyka.com).

Este domingo, Argentina concurre a las urnas en un escenario que pocos podrían haber vaticinado el 2003, cuando emerge el liderazgo nacional de un líder de la provincia que logra imponerse a las deterioradas redes de poder, luego de la crisis del 2001 y del gobierno de transición de Eduardo Duhalde. De allí en adelante empieza la que hoy se denomina la “era Kirchner”, donde aprovechando la situación política y anímica del país, Néstor Kirchner (QEPD) representó el cambio necesario frente a un alicaído país que, más allá de la situación de crisis económica y la debacle política, necesitaba “soñar” y empezar a reconstruirse desde las cenizas. Fue el inicio de un camino de especiales características, que al día de hoy se consolida sin pocas dificultades. Al efecto, la reelección de Cristina Fernández es un hecho que no deja de llamar la atención por lo previsible y por el respaldo electoral que muestran los estudios de opinión.

La primera cuestión a tener en consideración, dentro de las especiales características del sistema político argentino, es la ventana de oportunidad política que Néstor Kirchner logró capitalizar de una forma tal que instala un proyecto político de continuidad junto a su esposa Cristina Fernández y cuya proyección ha pasado por reformas políticas, económicas y sociales que parecieran emular lo hecho por Juan Domingo Perón en el siglo pasado, emulando un estilo nacionalista, carismático, populista y con una sintonía hacia ideales de una izquierda latinoamericana que apuesta al poder del Estado antes que a un motor de desarrollo basado en el mercado.  

En este contexto, la figura de Cristina Fernández siempre estuvo bajo la sombra del carisma y personalidad de su esposo, hasta el momento en que su sorpresivo fallecimiento define un punto de inflexión y el razonable cuestionamiento acerca de la continuidad ideológica y, en especial, respecto a la posibilidad de consolidar la “dinastía Kirchner” como la respuesta del siglo XXI a la búsqueda y consolidación de una Argentina autónoma y señera en el contexto latinoamericano y mundial. Recordemos que al momento de su muerte, Néstor Kirchner era diputado nacional y además secretario general de Unasur, entidad de constante crecimiento en los últimos años, orientada a generar condiciones para la integración regional. En esta última década Argentina se ha dedicado a establecer un camino propio, tanto en lo que se refiere a su política interna como en su visión y relación con los países de la región.

El denominado kirchnerismo mantiene su vigencia, a pesar de las críticas amplias e intensas que subsisten al interior del país. Sin embargo, se identifican dos factores concretos que cooperan a una cómoda reelección. Por una parte, está la evidente fragmentación del sistema de partidos especialmente en la oposición, mientras que en el oficialismo la conducción de Cristina Fernández, bajo el amparo de las ideas implementadas por su esposo, es el único referente ideológico con capacidad de conducción y liderazgo. Por otra, el aprovechamiento de la bonanza económica con una gestión de corte populista, han logrado instalar el clientelismo como una eficaz forma de propaganda que se convierten en votos efectivos.

A ello se suma el factor emocional de un kirchnerismo sin Kirchner y el evidente cambio de imagen y actitud política de Cristina Fernández, quien ha dejado su comportamiento habitual, relacionado con grandes gastos en ropa, belleza y joyas, para asumir una proyección más moderada, serena, sobria, creíble y de mayor peso ideológico. En este formato, su relación con los poderes facticos de Argentina, como es el mundo sindical, ha tenido positivos resultados, mientras que su relación con los empresarios ha sido sinuosa y de mutuo chantaje, donde el resultado final favorece a la actual presidenta. La conclusión es obvia en términos de una estrategia orientada a triunfar en esta elección en forma cómoda aprovechando para sí todas las oportunidades y recursos disponibles del Estado.

La campaña de Cristina Fernández ha seguido un patrón de escasa intervención personal y directa, mientras todos los planes y acciones de la estructura estatal se orientan a consolidar el voto de los sectores más desposeídos y de la clase media mediante un expediente ya conocido en América Latina, como es la instalación de una red de subsidios directos que le permiten a los consumidores pagar 50% o menos en servicios y productos como el transporte, la energía y la alimentación básica. Sus planes de “Milanesa para todos”, “futbol para todos”, entrega de netbook a los alumnos de básica, la entrega de televisores LED a bajo precio y muchos otros, han permitido aliviar la carga económica, mientras el Estado asume un mayor control de las plataformas productivas y controla de manera eficiente los medios de comunicación más importantes, como las estadísticas oficiales.

Su litigio con el conglomerado Clarín y las leyes orientadas a disminuir la influencia política de los medios se suma a una directa intervención en Instituto Nacional de Estadísticas trasandino para mostrar una inflación al 2011 de 11,5%, mientras el cálculo de consultoras privadas indica 33,5%. No es menor considerar que el FMI trabaja sobre el cálculo de las consultoras dejando de lado las cifras oficiales. Actualmente, la carga presupuestaria de los subsidios (gasto público) entregados por el Estado se empina a casi un 25% del PIB. El desempleo se ubica en una tasa de 7,3%, donde parte importante de la masa laboral está asociado a cargos dentro de la estructura estatal y donde el cálculo de las consultoras lo sitúa sobre el 11% da cuenta de un manejo importante de las cifras que pasa desapercibido para la ciudadanía, pero impone desafíos para el próximo periodo presidencial.

Estos elementos definen una campaña basada en el clientelismo aprovechando la recuperación económica del país en virtud del incremento sustantivo del precio de sus exportaciones como es el caso de la soja. El PIB argentino ha aumentado en caso 300% desde 2003, ubicándose estimativamente para el 2011 en US$398 mil millones.

Si lo anterior no fuese suficiente, ha incorporado un espacio político para nuevas generaciones, representadas por su compañero de fórmula para vicepresidente, quien tiene 48 años; su hobby es la música y representa sectores nuevos del justicialismo, encantando a sectores que ansían ver una renovación política en las huestes peronistas. Respecto a esto último, el uso de recursos históricos para vincular a Perón y Kirchner, y Evita con Cristina, no se quedan atrás y es parte de esta gran puesta en escena de una reelección cuyo resultado es conocido.

Sin embargo, esta plataforma que le asegura el triunfo el próximo domingo será sólo el inicio de una etapa donde la capacidad de conducción de Cristina Fernández deberá optar por mantener la ficción de una realidad o asumir la necesidad de transparentar la real situación de Argentina, máxime si las condiciones favorables desde el punto comercial y económico se verán seriamente afectadas en virtud de los efectos de una crisis mundial cuya intensidad aún se desconoce.

Fernández triunfará con una votación cercana al 60%, aun mayor de lo que señalan las encuestas. Ello tendrá muchas explicaciones, pero al final será el resultado de las escasas opciones políticas y la percepción ciudadana que Cristina Fernández significa (o puede) un cambio necesario sin traumas en la política Argentina.

El segundo lugar será para Hermes Binner, con un estrimado de 13%, candidato socialista del Frente Amplio Progresista, que lejos de representar una oposición a Cristina Fernández, constituirá su mejor aliado en el Congreso, donde se elegirán 130 de los 257 diputados federales y 24 de los 72 senadores. Por tanto, el mejor resultado opositor debiera ser para Ricardo Alfonsín, con un porcentaje que estará alrededor de 10%.

Con este panorama, Cristina Fernández no solo controlará el Ejecutivo, sino que tendrá una influencia decisiva en el Legislativo, pudiendo desarrollar e implementar una serie de proyectos que hoy día están detenidos por no tener el pleno control. En definitiva, se esperan cambios, ya sea para profundizar el modelo estatista y de concentración de poder, o bien para enmendar rumbos y reconstruir plataformas sólidas en lo macroeconómico y fortalecer la industria y la inversión en términos de viabilidad.

Si bien el domingo el resultado es previsible, la incertidumbre se concentra en saber cómo querrá administrar el poder, lo cual incide en toda la región y determina decisiones en ámbitos sensibles de tipo comercial, energético, medioambiental y otros.

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