Casi 9 millones de jóvenes se encuentran desempleados en América Latina y el Caribe, y de los jóvenes que trabajan, más de dos tercios lo hace en empleos precarios. Pero ¿qué consecuencias tiene sobre la vida de los jóvenes una situación como ésta, si se prolonga durante mucho tiempo?

Diversos estudios han concluido que las dificultades que enfrentan los jóvenes para acceder a empleos de calidad no sólo tienen impactos inmediatos en su bienestar, sino también costos medibles a largo plazo. Existe evidencia de que las condiciones al inicio de la trayectoria laboral tienen efectos persistentes en el tiempo. 

Un estudio sobre este tema para Argentina y Brasil muestra que estos efectos negativos se dan tanto en las posibilidades futuras de empleo, como en los salarios y los niveles de informalidad. Por ejemplo, en Brasil, los trabajadores que empezaron su vida laboral con empleos informales acaban teniendo salarios 1% más bajos. Y en otros países, como Argentina, las diferencias aún se acentúan más en el caso de las mujeres.

Si un joven comienza su vida laboral en un empleo informal, por ejemplo vendiendo tacos en una esquina del centro del DF en México, le será difícil encontrar un empleo estable y bien pagado en el futuro. Asimismo, comenzar la carrera sin encontrar un empleo por mucho tiempo, llamando sin éxito a una y mil puertas, también afecta los resultados a lo largo de la vida laboral.

Estos efectos, que en la literatura se conocen como efecto cicatriz (scarring effect), hacen que las medidas orientadas a mejorar las condiciones laborales de los jóvenes en América Latina y el Caribe aún sean más relevantes.

No hay una única receta para preparar a los jóvenes para una vacante en el sector productivo. Sin embargo, hay algunos ingredientes esenciales para alcanzar la inserción laboral efectiva. Sin duda, uno de los aspectos más importantes es entrenar a los jóvenes en aquello que el sector productivo demanda, para que la formación sea lo más rentable posible.