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Seguridad: el eterno problema del Perú
Mar, 12/03/2013 - 20:49

Emilio Humberto García

Perú, marca país: ¿estamos preparados para que nadie nos pare?
Emilio Humberto García

Emilio Humberto Garcia Vega es profesor, consultor, asesor de empresas, e investigador de Estrategia Empresarial y Marketing. Licenciado en Administración y MBA de la Universidad del Pacífico (Lima, Perú). Ha desarrollado libros y publicaciones diversas en los temas mencionados, además de realizar asesorías, dictado de cursos y seminarios en el Perú, Argentina, Uruguay, Guatemala y Costa Rica. Es docente de la citada universidad desde 2003 e investigador asociado de la misma. Es especialista en Planeamiento, Implementación y Control de Estrategias Empresariales y de Marketing. Autor de los libros “¿Con quién compite nuestra empresa?” (2013), “¿Cómo generar Valor en las empresas” (2012), “¿Qué hace especiales a las empresas?: La Ventaja Competitiva a inicios del Siglo XXI” (2011) y “Una Aproximación al Retail Moderno” (2011).

El Perú en los últimos 30 años se ha caracterizado por una situación de inseguridad perpetua. En los entornos de los peruanos es muy común escuchar de algún tipo de acto delincuencial. Así, casi todos conocemos a alguna persona que ha sufrido alguno de estos lamentables hechos. Digamos que los peruanos nos hemos acostumbrado a sobrevivir en medio de la delincuencia que al parecer crece día a día.

Algunos problemas que aumentan a mi parecer el problema -claro está que cada uno tendrá su punto de vista y como todo en la vida, se respeta y se analiza- se citan a continuación. Los mismos se han formulado luego de haber visto a muchos expertos en seguridad en diversos programas periodísticos televisivos (la semana pasada y la presente fue el tema más importante que llenó las agendas de programas de opinión y políticos). En esta línea, se podría llegar a que los principales problemas son los siguientes:

•La policía peruana está muy mal pagada. Sus sueldos son relativamente los más bajos de la región. Así, la mayoría de los efectivos policiales reciben ingresos adicionales por custodiar locales particulares sea en sus días libres o en sus tiempos laborales normales. Esto hace que la seguridad sea un privilegio de los que pueden pagarla, es decir, de la minoría de la población.

•No hay una política integral de seguridad que una los esfuerzos del Estado y de los municipios que actúan a través de los denominados “serenazgos”. De esta forma, cada ente actúa de la mejor forma que le parece.

•Hay muchos diagnósticos, pero éstos no pasan a la acción. El Estado podría recogerlos, analizarlos y desarrollar un plan integral que contemple los diversos estudios desarrollados por expertos. De verdad, existen muchos estudios, cifras y otros; el problema es que no están siendo empleados adecuadamente. 

•El aparato legal peruano resulta muy blando con los delincuentes comunes, de modo que estos ingresan y salen de los establecimientos penales de forma sencilla y en muy poco tiempo. Es más, muchos de estos centros fungen de “centros de especialización y contacto” de los delincuentes.

•El Estado debe asumir la real seriedad del problema y no tratar de basarse en frías estadísticas. De nada sirve maquillar la realidad porque en las calles se respira la inseguridad.

•El tema debe ser despolitizado. Como hay una crisis de seguridad, diversos frentes lanzan ataques a las autoridades de turno más con un ánimo destructivo que constructivo. Las críticas son enfocadas al desprestigio de las autoridades de turno más que a la elaboración y presentación de propuestas concretas.

•Falta una clara organización de la sociedad civil en el enfrentamiento de este problema. La misma no está organizada adecuadamente para demandar la acción inmediata y decidida del Estado.

•En el Perú, aún existe un bajo nivel en el uso de tarjetas y plástico en general lo que convierte a los ciudadanos en fáciles víctimas de los delincuentes.

La falta de seguridad nacional es un problema que se está agravando. El aumento de hechos delictivos y la sensación generalizada de inseguridad produce una gran desconfianza que afecta la sensación de bienestar y al optimismo de los inversionistas nacionales e internacionales. Si no se toma al “toro por las astas”, el crecimiento económico puede resentirse y bajar sus revoluciones. Está en manos de los entes responsables la construcción de propuestas eficientes y concretas. Mientras los ciudadanos comunes y corrientes, salimos a la calle con la alerta propia de la inseguridad.

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