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Son tiempos raros en la economía mundial
Jue, 17/05/2012 - 17:22

Carlos Tromben

Disparen contra el banquero
Carlos Tromben

Carlos Tromben es editor ejecutivo de la edición internacional de AméricaEconomía.

¿Sabía usted que las dos únicas veces que un álbum de AC/DC llegó al N° 1 del billboard comenzó una recesión mundial? Por cierto, hay correlaciones más sofisticadas que esta, como la de los grandes rascacielos.

Andrew Lawrence y Mark Thronton han demostrado por separado que los megaproyectos marcan por lo general el fin de un ciclo económico de bonanza y bajas tasas de interés. Están los ejemplos del edificio Singer en Nueva York (1913), los edificios Chrysler y el Empire State (1930-33), las Torres Gemelas (1973-74), o las Torres Petronas de Malasia, inauguradas poco antes de la crisis asiática de 1997. Yo agregaría, a la luz de lo que está ocurriendo por estos días, los proyectos elefantiásicos de Santiago Calatrava en España. Se ha informado acerca de los € 1.100 millones que costó la famosa Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, de los cuales € 94 millones fueron para pagar a Calatrava, un residente de la confederación helvética.

No solo los nuevos rascacielos son señales a mirar con cuidado estos días, como el polémico Costanera Center en Santiago de Chile o la Torres Sgima en São Paulo. La IPO de Facebook será también un hito que mira al futuro, y que remite también a los excesos del pasado reciente. Los más de US$100.000 millones que debiera recaudar Mark Zuckerberg tienen la marca de las emociones colectivas más que la de los fríos modelos de valoración económica.

Como recuerda John Cassidy en el New Yorker, la primera IPO de la llamada burbuja puntocom fue una suerte de predecesora de la red social, Theglobe.com, hoy fenecida. También generó furor para luego desplomarse como un castillo de naipes. Me recuerdan que, a diferencia de las puntocom Facebook sí genera ingresos. Cierto: 4 dólares al año por cada usuario. Y emplea a la friolera de 3.000 personas…

Son tiempos raros. Rarísimos. Tan raros que un ministro pro mercado como el español Luis De Guindos (director de la filial hispana de Lehman en el momento de la quiebra) tiene que salir en público a decir que los mercados se equivocan. Después de semanas haciendo todo lo que estaba a su alcance por aplacarlos. “La percepción de la realidad a veces es peor que la realidad”, dijo De Guindos en Bruselas, asegurándose un lugar en la historia.

No hay gobierno que no haya buscando en las filas de la élite financiera al funcionario encargado de desarmar las bombas de tiempo que amenazan al sistema. Draghi, Monti, el propio de Guindos. Ellos saben, conocen los atajos, saben a quién llamar. Algo parecido a lo que hizo Fernando de la Rúa hace doce años, cuando parecía que solo Domingo Cavallo sería capaz de desarmar el entuerto creado por Domingo Cavallo.

Pero los mercados no se dejan seducir por una cara, solo leen números o más bien las variables de flujo y la tendencia. Saben que desde el año pasado los inversionistas comenzaron a botar posiciones en deuda soberana PIIG. Y que los bancos locales han tomado el relevo, los mismos bancos españoles que necesitan dinero público para no reventar tienen posiciones en deuda soberana local, que entregan como garantía para recibir fondos del Banco Central Europeo. Como ese animal mitológico, el uroboros, el sistema se está devorando a sí mismo.

Son tiempos raros. Jamie Dimon, CEO de JP Morgan Chase, ha sido durante años un abierto detractor de la regulación financiera (regla Volcker). Una crítica a tomar que explica muchas cosas, dada su cercanía personal con Barack Obama y varios de sus ministros clave. Dimon tuvo que anunciar hace poco pérdidas por US$2.000 millones, producto de apuestas… desreguladas. Y eso que el propio presidente, en base a información pública estadounidense citada por The Times tiene una cuenta por US$1 millón en el banco de inversiones.

Otro caso notable es el de Emilio Botín, banquero santanderino hoy sentado sobre una montaña de activos tóxicos (€ 5.000 millones, según estimaciones). Pasó meses despotricando contra la posibilidad de crear un “banco malo” al que transferir estos activos, y contra el incremento de la regulación bancaria en general, que no haría sino dificultar la reactivación de la economía. En octubre del año pasado Botín dijo en una conferencia de finanzas organizada por su propio banco en Madrid ante un selecto auditorio de banqueros y altos funcionarios: “No debe forzarse una recapitalización indiscriminada de la banca europea sin resolver de forma definitiva el problema de la deuda pública”.

Palabras encriptadas, destinadas no al lector casual de una nota breve de la agencia EFE, sino a cuatro o cinco interlocutores con nombre y apellido, dentro y fuera de España. Dicen que Argentina maquilla sus cifras de inflación. Es muy posible. Pero las cifras de morosidad y default inmobiliario en España han dejado de ser creíbles. No en un país con un 25% de desempleo.

Son tiempos muy raros, sí. Su rareza crece día tras día. El relato de la “austeridad” y de la “devaluación interna” no opera como se supone, calmando al mercado, sino excitándolo más. No hay mejor alimento para la venta corta que un gobierno que dice tener todo bajo control con unos números que no cuadran. Es cosa de correlaciones. De Giundos y Botín tienen muchas cosas en común, además de ser pelados.

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