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Tres opciones cercanas a la muerte en Venezuela
Mar, 18/03/2014 - 11:32

Hugo Prieto

Venezuela: la marcha al revés
Hugo Prieto

Hugo Prieto (Caracas, 1956) es Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Central de Venezuela. Ha sido redactor de varias revistas nacionales ( Número, Fama, Producto, Exceso); también se desempeñó como coordinador y posteriormente jefe editor de Domingo Hoy y del cuerpo Siete Días del diario El Nacional. Fue entrevistador en Ultimas Noticias y 2001. Es autor de los libros Todos somos garimpeiros (1991, premio Hogueras del mismo año), Avenida Baralt y otros cuentos (2005, mención publicación del Concurso Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana) y de la novela Vivir en Vano (Alfaguara, 2005).

Pensemos con la cabeza fría para superar el tsunami de violencia que nos arrastra al baño de sangre.

*Primera: la democracia o una ladilla insufrible

No tenemos en Venezuela un modelo político funcional. Uno que se deslastre por igual de la desigualdad social y que supere el rentismo petrolero. Son dos obstáculos formidables, que exigen un compromiso de la ciudadanía, expresado en un nuevo pacto político, que nos conduzca a la modernidad. Necesitamos una visión distinta del Estado, si queremos que sea el eje de conducción de este proceso. Un Estado que se desprenda de las imposiciones, del clientelismo y de la corrupción. Un Estado que sea eficaz para regular a los grandes monopolios y que propicie, sin el lastre del control político y la subordinación, emprendimientos productivos en nuestros barrios y sectores populares como mecanismos complementarios que hagan de la economía venezolana algo sustentable. Un modelo que nos permita crecer, donde haya esperanza y expectativas para nuestros jóvenes, donde el ser humano pueda dar lo mejor de sí.

Si hay honestidad, si hay sinceridad, podemos intentarlo mediante el diálogo. Si apelamos a la Constitución,  sin agendas ocultas, podemos encauzar las demandas y deseos contenidos en la protesta social, podemos elaborar un plan de vuelo que nos permita iniciar la travesía, desde la profunda y terrible crisis en la que nos encontramos, hasta un destino mejor; sin incurrir en la fantasía de una mente iluminada, pero sí en las metas de un sueño común y posible.

¿Puede apelarse a más democracia para superar la crisis de la democracia? No lo sé y a decir verdad, soy profundamente pesimista. Creo que se han presentado oportunidades, valiosísimas, que hemos desperdiciado, por egoísmo o mediocridad. ¿A quién le importa? Hacer un balance es irrelevante ante los resultados que están a la vista, inocultables en sus cifras: más de 24.000 homicidios al año, la inflación más alta del mundo, una escasez del 28%, el desplome del ingreso y una sensación de parálisis absoluta que aumenta día a día. No hay peor sensación que perder el empleo o una fuente de ingreso…o no tener qué comer.

En mis años de vida adulta, que ya abarcan dos generaciones, sólo he visto que se hace mención a estas ideas en el fragor de las campañas electorales; en forma de piezas publicitarias (slogans, jingles, avisos de prensa y cuñas de radio y televisión) pero concluido los procesos electorales se aplica el único plan que consiste en garantizar el estatus quo.

La sociedad venezolana tiene más de muchedumbre que de ciudadanía. Y esa muchedumbre, como lo escribió Miguel Ángel Campos, tiene un amplio prontuario de desapego a los valores y a la ley, de desconfianza y ausencia de solidaridad, de clasismo y revanchismo. Es una sociedad dividida hasta el hueso (herencia de Hugo Chávez Frías), con instituciones deshilachadas (partidos políticos) y un sector militar acomodaticio a los arreglos políticos siempre y cuando se preserven sus groseros privilegios, con sectores sociales que pugnan por mayor participación en la renta petrolera, desde encumbrados empresarios hasta colectivos de motorizados.

Cabría una posibilidad de superar la crisis, si a la convocatoria del diálogo se responde sin egoísmos, con la humildad de quien sabe que no puede lanzar la primera piedra, y con la paciencia de quien conoce la naturaleza, lenta y compleja de los procesos políticos.

El gobierno tiene la palabra. Pero sólo ha mostrado disposición de serle fiel al legado del presidente Chávez. Si hay algo que se ha demostrado hasta la saciedad, es que los venezolanos no comparten el proyecto político que se sometió a las urnas con la reforma constitucional de (2004). Sin embargo, los herederos de Chávez, la tratan de imponer a trocha y mocha, desencadenando la crisis que actualmente se cobra la vida de muchos venezolanos. No hay la menor señal de rectificación, a pesar de las tensiones y de la quiebra del modelo económico. Es la terquedad del poder. Es la voluntad de la ignorancia.

Soy profundamente pesimista, pero creo ciegamente que la vía política, incluso bajo parámetros tan rígidos y estrechos, como los aquí consignados, es la única que vale la pena transitar.

*Segunda: la bota militar en el cuello

La realidad, resquebrajada por la crisis y el fracaso, nos interpela de nuevo. ¿Pero cuáles son las salidas que propicia la clase política? Al escuchar la palabra protesta, la unión cívico militar del chavismo saca la pistola. Tortura y reprime hasta la muerte. Se mancha las manos de sangre. Se quite la careta y muestra su verdadero rostro autoritario y autocrático. Permite que los colectivos armados, auténticos embriones del nuevo paramilitarismo, ejerzan el control y hagan el trabajo sucio en los sectores populares donde han ganado elecciones una y otra vez. Someten a la población al fraude político, que allana el camino para implantar la dictadura al estilo cubano.

Un sector de la oposición, se lanza a desconocer al gobierno, apaña 30 días de locura y violencia, entre nubes de gases y basura contaminante. Convierte a municipios de la ciudad en un gueto donde se violan los derechos de los demás. Se enconan en una dialéctica violenta que solo arroja una mayor cantidad de muertos, heridos y detenciones. Sueñan con la intervención del “militar institucional” que mediante la imposición de una dictadura modernice al país, abrogándose el derecho de los demás a participar en la construcción de una sociedad distinta. Si es como Pinochet, mejor.

*Tercera: la guerra civil

Ni una sola palabra. No estoy hecho para atravesar un baño de sangre.

*Esta columna fue publicada originalmente en el blog El Díscolo.

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