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Un año atroz para Oriente Medio
Mié, 03/01/2018 - 09:16

Esther Shabot

Amos Oz, más allá de la literatura
Esther Shabot

Esther Shabot Askenazi es licenciada en Sociología de la UNAM (1980, México), con estudios de maestría en Sociología en la UNAM y con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana (1982-1985). De 1983 a 1986 fue colaboradora semanal del periódico "El Nacional", tratando asuntos del Oriente Medio. Desde 1986 hasta la fecha es editorialista semanal en el periódico Excélsior, donde trata asuntos internacionales.

El 2017 ha sido para Oriente Medio uno de los peores años que se recuerde. Basta con ver los millones de refugiados que fueron expulsados de Siria, debido a la cruenta guerra librada en su territorio; los infinitos dramas derivados de esa situación y las repercusiones que han tenido para la política global y el equilibrio de la Unión Europea. Aparentemente, el gobierno de Bashar al-Assad, con el apoyo de Rusia, Irán y el Hezbolá, ha logrado recuperar la mayor parte del país, una vez derrotados los numerosos grupos rebeldes y el temible Estado Islámico (EI). Pero las labores de reconstrucción, tras seis años de guerra y millones de expulsados, se aprecian titánicas, al tiempo que se observa un posicionamiento mucho más firme de Rusia en el escenario mesoriental, en detrimento de la influencia de Washington.

De igual modo, en los últimos tiempos se ha exacerbado la vieja pugna entre el mundo musulmán sunnita y el chiita. Arabia Saudita e Irán, máximos representantes de ambas corrientes, siguen enfrascados en medir sus fuerzas mediante el apoyo a los dos diferentes bandos que intentan hacerse del poder en Yemen. Crisis humanitaria, bombardeos devastadores sobre centros de población civil y la peor epidemia de cólera registrada en el mundo desde hace tiempo, son parte de la macabra realidad que acompaña a la población de Yemen, el país más pobre del entorno árabe.

La expulsión de las huestes del EI de Siria e Irak puede ser considerada un logro importante. Sin embargo, sus células deambulan por el mundo llevando a cabo actos terroristas donde quiera que pueden organizar sus golpes. Tanto ciudades europeas, como Egipto, Irak, Afganistán y varias más son esporádicamente atacadas por los desprendimientos del EI, que no renuncian a su misión de la yihad a pesar de haber perdido el territorio de su base operativa.

Y en cuanto al conflicto palestino-israelí las cosas han empeorado en la medida en que cualquier negociación ha sido metida en la congeladora, sobre todo después del reconocimiento de la administración de (Donald) Trump, de Jerusalén como capital de Israel. Si antes de eso era sumamente remoto un proceso de negociación, mucho más lo es ahora.

Para resumir en pocos párrafos una de las apreciaciones más lúcidas del estado de cosas hoy prevaleciente en cuanto a ese tema, me permitiré citar partes de una alocución que el escritor israelí Amos Oz presentó ante la agrupación de judíos estadunidenses denominada J Street, la cual se mantiene apegada a la solución de dos Estados para dos pueblos.

Dice Oz: “…el año pasado ha sido verdaderamente descorazonador para los judíos americanos que aspiran a que finalmente Israel haga la paz con sus vecinos sobre la base de la solución de dos Estados. Los asentamientos se han expandido, el gobierno israelí está haciendo la vida cada vez más difícil para quienes desean expresar su desacuerdo democrático con sus políticas, incluyéndome a mí y a colegas escritores y artistas a quienes se ataca como traidores. Mientras tanto, ha crecido una perversa alianza entre mi primer ministro y su Presidente. Igual que el presidente Trump, el premier Netanyahuconstantemente inventa falsos enemigos, denuncia a las verdades incómodas como fake news, aspira a intimidar a sus oponentes y les permite a los extremistas dentro de su bando político salirse con la suya… El pronunciamiento de Trumpsobre Jerusalén fue el último ejemplo de la tendencia (de Trump) de elegir el aplauso momentáneo por encima del arduo trabajo diplomático en pro de la paz. Por supuesto la capital de Israel está en Jerusalén, y ansiamos que llegue el día en que la embajada de Estados Unidos esté allí, a corta distancia de su embajada en Palestina, en el oriente de Jerusalén. Pero el anuncio de Trump no acerca ese día. No es el liderazgo que nosotros, los que aspiramos a la paz, necesitamos de Estados Unidos”.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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