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La desigualdad también se cocina con leña
Mar, 29/04/2025 - 19:02

Mario Matuk

Fuente: Solgas
Mario Matuk

Gerente General de Solgas

¿Cuál es el tiempo máximo que uno dedicaría a prender una hornilla en el 2025?

Hoy en día existen cocinas que se prenden con solo presionar un botón y las más anticuadas quizás con ayuda de un encendedor. No parece concebible que en un contexto actual existan mujeres que dedican un promedio de 2,8 horas diarias en recolectar leña y agua para cocinar las comidas del día, siendo 19 horas semanales las que pierden en estas actividades.

Sin embargo, esta sigue siendo la rutina de muchas mujeres y niños en comunidades rurales de Perú, quienes viven en pobreza energética y dejan de hacer tareas esenciales para su desarrollo.

Según un reciente estudio de Macroconsult para Solgas, la situación orgánica de disparidad en la sociedad peruana se ve constantemente influenciada por factores externos como la economía del hogar, nivel educativo o su capacidad de acceso a servicios básicos como una fuente de energía limpia.

La falta de esto último, es a lo que llamamos vivir en pobreza energética y configura una condición importante que inclina el tablero de una manera alarmante para la mujer rural y niños que faltan a clases diariamente para ayudarlas.

Mientras en las ciudades muchas mujeres luchan por cambiar paradigmas, en el campo las barreras son mucho más elementales: la falta de acceso a una fuente moderna de energía les roba tiempo y salud.

La energía, aunque parezca intangible, tiene rostro y género. En zonas rurales del país, quienes asumen el rol de garantizar la alimentación de sus familias, son generalmente mujeres.

Y es precisamente en esa labor donde se enfrentan a los efectos más duros de la pobreza energética.

¿Qué oportunidades tiene una niña que debe acompañar a su madre a buscar leña cada mañana, en lugar de asistir a clases?

¿Qué autonomía puede tener una mujer que debe invertir casi tres horas diarias en tareas básicas de supervivencia?

El impacto no es solo educativo y económico. La salud también paga el precio.

La exposición prolongada a gases contaminantes derivados del uso de leña o biomasa en espacios cerrados incrementa el riesgo de enfermedades respiratorias.

Además, recorrer largas distancias para recolectar insumos no solo implica un desgaste físico, sino que también las expone a situaciones de inseguridad.

Cerrar las brechas de género en Perú profundo pasa, necesariamente, por cerrar primero las brechas energéticas.

Necesitamos políticas públicas integrales y esfuerzos coordinados del sector privado que garanticen el acceso universal a fuentes modernas, limpias y seguras de energía.

Lo importante es que las soluciones lleguen, de forma sostenible, a quienes más lo necesitan.

Dotar a las mujeres rurales de acceso a energía moderna no solo les da seguridad y salud, también les devuelve tiempo y oportunidades para emprender, estudiar y participar en su comunidad.

Es así como impulsamos su autonomía económica y mejoramos su calidad de vida.

No podemos hablar de igualdad si seguimos ignorando las condiciones estructurales que perpetúan la desigualdad.

La pobreza energética no es solo una cifra es una realidad cotidiana que limita el presente y el futuro de miles de mujeres en el país.

Reconocerla, visibilizarla y actuar frente a ella es un paso indispensable para construir un Perú más justo, equitativo y verdaderamente inclusivo.

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