“Es preciso tener un caos dentro de sí para dar a luz una estrella danzante.”
— Friedrich Nietzsche
Nunca el caos fue tan visible, ni la necesidad de danzar tan urgente.
Vivimos tiempos en los que las reglas cambian mientras se juega la partida. La geopolítica se ha convertido en un tablero volátil: conflictos regionales, tensiones comerciales entre bloques, movimientos sociales impredecibles y el ascenso de una nueva polarización ideológica están configurando un escenario sin precedentes. A esto se suma una revolución tecnológica sin pausa que transforma industrias completas en cuestión de meses.
Para los líderes empresariales latinoamericanos —desde CEOs hasta miembros de directorio— esta incertidumbre no es un accidente del camino: es el camino. Y el liderazgo efectivo ya no consiste en controlar el entorno, sino en construir organizaciones capaces de moverse con agilidad, coraje y dirección, incluso cuando las coordenadas externas se diluyen.
La resiliencia estratégica: la nueva ventaja competitiva
El viejo liderazgo de mando y control ha muerto. Lo ha sustituido un liderazgo más sutil y sofisticado, que se basa en la capacidad de adaptarse sin perder rumbo. Como ha demostrado Shantanu Narayen, CEO de Adobe, quien reconvirtió su modelo de negocio del software de escritorio a la nube sin perder cultura ni identidad. No fue solo una decisión tecnológica: fue un acto de visión estratégica en medio del ruido.
En Latinoamérica, la historia reciente nos ha enseñado a convivir con entornos frágiles. Pero la resiliencia ya no es solo sobrevivir: es anticiparse, liderar el cambio y modelar el futuro. Las empresas que prosperan hoy son aquellas que convierten la inestabilidad en energía creativa. Y esa transformación empieza en el vértice de la organización.
La salud del líder: equilibrio en medio del caos
Un CEO agotado no puede inspirar a nadie. En esta nueva era, cuidar la forma física, la estabilidad emocional y el equilibrio mental es parte del deber fiduciario del liderazgo. El fundador de Patagonia, Yvon Chouinard, siempre defendió que la naturaleza era su mejor maestra de gestión: solo quien sabe cuándo parar, sabe cuándo avanzar.
Los líderes que hoy marcan la diferencia —como Jacinda Ardern en su etapa como Primera Ministra o Andy Jassy en la sucesión de Bezos— entienden que la claridad de decisiones se nutre del bienestar personal. No es un lujo: es una condición para liderar bien.
La humildad como catalizador del cambio
Reconocer errores y reformular el rumbo ya no es un signo de debilidad, sino una muestra de madurez. En esta era líquida, la humildad directiva se convierte en una ventaja competitiva. Dara Khosrowshahi, al frente de Uber, tuvo que reconstruir no solo un modelo de negocio, sino también una cultura. Lo hizo empezando por pedir perdón, reconstruir valores y atraer talento ético. El resultado fue una empresa más transparente y más sostenible.
En los consejos de administración de América Latina, aún cuesta aceptar esta idea. Pero en los próximos años, las juntas que promuevan esta cultura de aprendizaje y revisión constante serán las que generen confianza ante inversionistas, reguladores y talento.
Delegar, empoderar y multiplicar capacidades
La velocidad del entorno supera la capacidad de cualquier líder individual. Por eso, el nuevo liderazgo se basa en construir equipos sólidos, autónomos y diversos. Satya Nadella no transformó Microsoft solo: lo hizo multiplicando inteligencia colectiva. Entendió que el líder ya no debe tener todas las respuestas, pero sí debe construir las mejores preguntas y rodearse de quienes puedan responderlas.
Delegar no es soltar: es empoderar con claridad y propósito. En un mundo donde los problemas son transversales —clima, tecnología, desigualdad—, las soluciones ya no pueden ser jerárquicas. Son colaborativas por definición.
Tomar decisiones en la niebla
“Esperar a tener toda la información para decidir es, en realidad, decidir demasiado tarde”. Esta es una de las premisas de Reed Hastings, cofundador de Netflix, quien se anticipó a la era del streaming con una apuesta audaz y controvertida. Hoy, las decisiones clave rara vez llegan acompañadas de certeza. Pero eso no puede paralizar al liderazgo.
Lo que se espera de los CEOs actuales es que sepan decidir con un 70% de información, y hacerlo con sentido de dirección. Porque la inacción, en entornos inciertos, también es una forma de riesgo. Y quizás la más peligrosa de todas.
Una nueva relación con la incertidumbre
En tiempos de estabilidad, la excelencia operativa es suficiente. Pero en épocas de disrupción, el liderazgo se convierte en arte. Es el arte de vivir con preguntas abiertas, de gestionar sin garantías, de construir sin planos predefinidos. Como decía el poeta portugués Fernando Pessoa: “Navegar es preciso; vivir no es preciso.”
Este es el momento en que los líderes de América Latina deben abrazar el rol que el contexto les exige: ser creadores de sentido, impulsores de transformaciones reales, y guardianes de culturas organizativas capaces de sostener la ambigüedad.
No se trata de eliminar la incertidumbre. Se trata de convivir con ella, liderar desde ella y —por qué no— encontrar en ella la mejor fuente de ventaja futura.