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No a la complacencia
Lun, 04/07/2011 - 09:46

Enrique García

No a la complacencia
Enrique García

Enrique García es presidente ejecutivo de CAF–Banco de Desarrollo de América Latina.

El actual escenario positivo en la mayoría de los países de América Latina no puede ser visto con complacencia, ya que los avances de los últimos años son insuficientes.

La región no puede contentarse con los niveles de crecimiento alcanzados y los previstos para el futuro, del orden del 4% a 5%, si quiere converger en el futuro con las economías avanzadas y resolver su problemática social. Para ello necesita lograr un crecimiento más alto, del orden del 6% al menos.

En comparación con otras regiones del mundo, América Latina ha perdido importancia relativa. La región continúa con una alta concentración de materias primas en sus exportaciones y no ha logrado revertir la tendencia a perder participación en el comercio global, la cual se observa desde hace seis décadas. Es fundamental incorporar tecnología y conocimiento, generar mayor valor agregado en la producción y exportaciones.

Por otra parte, es necesario invertir a tasas muy superiores al 20% del PIB, que ha sido el promedio en los últimos años en la región, y hacer aumentos considerables en los niveles de productividad.

Esta inversión debe dirigirse prioritariamente a infraestructura, educación, tecnología, fortalecimiento institucional y promoción de condiciones que eleven significativamente los niveles de productividad. En este esfuerzo es indispensable la acción coordinada entre el sector público y el privado, así como la capacidad de atraer inversión extranjera de calidad, dados los relativamente bajos niveles deahorro interno prevalecientes.

Sin embargo, el tema más delicado se refiere a la inequidad. Si bien América Latina ha avanzado considerablemente en la reducción de los índices de pobreza, ese avance no ha logrado superar la alta disparidad existente en la distribución del ingreso y de la riqueza.

La disminución de estas disparidades es un tema prioritario a resolver, toda vez que la construcción del tejido social y político es vital para que la prosperidad llegue de manera contundente y sostenible. Lo anterior, sin embargo, sólo es posible lograrlo dentro de una estrategia que permita alcanzar un crecimiento económico alto, sostenido y de calidad.

En este contexto, América Latina puede ser una región próspera y más igualitaria, pero sólo en la medida que resuelva, en el mediano plazo, los críticos cuellos de botella y debilidades estructurales que aún enfrenta.

Es necesario trabajar en una agenda integral con visión de largo plazo, tanto a nivel nacional como regional, que compatibilice los aspectos de estabilidad macroeconómica, eficiencia microeconómica, equidad social y equilibrio ambiental.

La región puede y debe retomar en forma eficiente y pragmática los esfuerzos de integración regional, concibiendo la misma como un factor decisivo para lograr una presencia relevante en el contexto económico y político mundial.

Si América Latina quiere que el mundo la vea necesariamente tiene que ver al mundo, y esto implica insertarse inteligentemente en las realidades de la globalización.

Se puede alcanzar esa meta, pero ello dependerá de sus esfuerzos, con acciones que sean el resultado de una visión compartida y un consenso de la sociedad que permita la adopción de políticas de Estado que, al margen de la alternancia democráticaen los gobiernos, muestren continuidad y consistencia.

Pero, más allá del esfuerzo regional, es crítico que se establezcan condiciones más simétricas en materia de políticas comerciales, cambiarias, migratorias y de carácter ambiental que muestren que la equidad está presente no sólo a nivel nacional y regional, sino a nivel global.

Sólo así tendremos una América Latina más próspera e integrada al mundo, que no quede prisionera de la denominada “trampa de los países y regiones de ingreso medio”.

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