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Ahora a derrotar la informalidad en Latinoamérica
Mar, 16/08/2011 - 10:41

David Tuesta

Crecimiento, pobreza  y clases medias
David Tuesta

Director de la unidad de tendencias globales, BBVA Madrid.

Desde hace más de dos décadas, Latinoamérica ha venido de menos a más. Varios de sus países muestran una mayor sostenibilidad en el crecimiento, más allá de los aspectos cíclicos que obviamente lo afectan. Este mayor soporte estructural responde a reformas fundamentales que fueron incrementando su productividad. Sin embargo, este mejor desempeño ha tenido hasta la fecha poco impacto en reducir la economía informal, aspecto que se convierte en una tara para un mayor potencial de la región.

¿A qué nos referimos con informalidad y cómo medirla? En términos simples podemos entenderla como el conjunto de actividades económicas realizadas al margen de la presencia del Estado. Existen varias formas de estimarla: falta de acceso a la seguridad social; firmas no inscritas en el registro mercantil; trabajadores sin contratos; estimación a partir de datos sectoriales, o de cuentas nacionales, o técnicas econométricas.

A manera solo de referencia, tomando el estudio de Schneider et al (2010), que nos permite hacer un comparativo ente 162 países, se encuentra que Latinoamérica en promedio, supera a la media de esta muestra, registrando un estimado de 44% de informalidad respecto al 36% del total. Países como Bolivia, Perú y Haití registran niveles del 70%, 66% y 55%, respectivamente.

¿Por qué la informalidad es un problema y qué lo explica? La persistencia de una proporción alta de la población en estas condiciones guarda una estrecha relación endógena con los problemas de desigualdad, pobreza absoluta y protección social. Ella también limita la calidad y efectividad del Estado en estos países, pues dificulta su poder recaudatorio y su presencia real. Asimismo condiciona la efectividad de las políticas macro y obstruye la potencialidad de crecimiento de pequeñas empresas, con baja productividad, asociadas al bajo perfil educativo del empleo e ínfimo acceso al capital.

Los factores que lo explican son multidimensionales. El crecimiento es un factor relevante de acuerdo con la mayoría de estudios, pero su impacto para reducir la informalidad depende del entramado microeconómico e institucional. Factores como el clima de negocios, la sobrerregulación, políticas de Estado (ej. educación) y la estructura del mercado laboral se convierten en condicionantes claves. En el plano laboral, por ejemplo, hay conclusiones interesantes en la literatura que resaltan las dificultades impuestas por ley de ajustar el factor trabajo en el proceso productivo ante los cambios cíclicos, pues desalienta la contratación, eleva la tasa de desempleo natural y retroalimenta al mundo informal.

¿Qué hacer para reducirla? La tarea es titánica, con varias sendas y con impactos no inmediatos. Una de las líneas de acción recomendadas va en identificar aquellos aspectos relacionados a procesos ineficientes de gestión (ej. trámites burocráticos). Sobre este punto, recomendaciones como las de De Soto (1986), enfocadas en la formalización de la propiedad, pueden ser destacables. Pero los avances importantes en este ámbito dependen en gran medida de los recursos que se inviertan, y esto es un problema en los países con alta informalidad.

Siguiendo lo anterior, la informalidad trae de la mano la evasión del pago de impuestos, que se traduce en escasez de recursos y en el debilitamiento del Estado. Uno de los elementos detrás de una mayor base tributaria es el crecimiento económico, que ya América Latina viene experimentando pero que no se traduce en mejoras recaudatorias claras. Quizá en este contexto de mayor expansión valga la pena explorar políticas enfocadas en un mayor control e inspección del cumplimiento. Hay varios estudios que resaltan el efecto multiplicador de invertir en la tecnificación y capital humano en las agencias de impuestos. Con mayores recursos, ya se podrán ir diseñando otras medidas de mayor calado que coadyuven a una mayor presencia del Estado, una mejora en la calidad de sus servicios, y con ello a lograr un mayor sentido de pertenencia de la población a sus países.

Y no podemos olvidarnos de aspectos distorsionantes en los mercados laborales, que limitan los procesos de contratación, afectan el desempleo y se convierten en un factor importante en la generación de economías informales. El problema más complicado aquí para los hacedores de política es el de la economía política, pues cambios en este ámbito implican trastocar privilegios, o situaciones de confort de determinados grupos. En general, los responsables de los gobiernos deberán buscar espacios adecuados para ejecutar planes que mitiguen los efectos de medidas impopulares. Y al final del todo, ir gestando un círculo virtuoso de variables que refuercen el vínculo Estado-sociedad, que redunden en un mayor desarrollo y en un futuro realmente brillante para Latinoamérica. La informalidad hace un daño tremendo a los países. Tenemos que derrotarla.

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