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Colombia descubre las finanzas
Lun, 25/10/2010 - 10:46

John C. Edmunds

Milagro brasileño de doble filo
John C. Edmunds

John C. Edmunds es doctor en Administración de Empresas de la Universidad de Harvard, profesor de Finanzas de Babson College en Boston y coautor de Wealth by Association.

Hasta hace no mucho la frase “abrirse a la bolsa” resultaba exótica, tentadora y definitivamente tranjera. Las compañías estadounidenses lo hacían, pero las empresas latinas no. Sin embargo, la situación ha cambiado en el último tiempo con el creciente flujo de Ofertas Públicas Iniciales (OPI) que ahora se dirige hacia las bolsas de valores de numerosos países de América Latina. Colombia y Panamá son los últimos en probar esta nueva manera de reunir capital para las empresas y crear riqueza financiera para los inversionistas.

Colombia coquetea con la idea de impulsar una inyección de riqueza a través de una sucesión de OPI bien administradas, y está mostrando competencias para hacerlo. La seguidilla se interrumpió momentáneamente, pero está retomando el impulso
que traía. La colocación exitosa de acciones de la petrolera Ecopetrol en 2007 debió haber sido la primera de muchas operaciones similares por parte de empresas estatales, pero el peso colombiano se fortaleció demasiado rápido.
Exportadores y hombres de negocios fuera del sector financiero temieron que Colombia adquiriera demasiado protagonismo en los portafolios de los inversionistas internacionales. Ahora el timing podría ser el decuado para que estas empresas desfilen una por una por la bolsa colombiana.

Una razón es que al gobierno le gustaría hacer caja con estas operaciones y así reducir el déficit fiscal. Si logra equilibrar sus cuentas, el Estado mejoraría su grado de inversión por parte de las calificadoras internacionales. Luego bajaría el riesgo-país y subirían los precios de los bonos y de las acciones. Los colombianos de clase media se beneficiarían al incrementarse el valor de sus pensiones.

Otra razón por la que sería el momento propicio es que a la nueva administración del presidente Juan Manuel Santos le gustaría reactivar inmediatamente la economía para crear empleos y mantener (o si se puede incluso aumentar) la tasa de crecimiento real que el país ha podido sustentar en los últimos años. Si éstas no son razones suficientes, hay otra más mundana pero aún más convincente. Los nuevos títulos aumentarán el rango de opciones de inversión para los fondos de pensiones.

Estos fondos de rápido crecimiento tienen espacio en sus portafolios para más acciones comunes colombianas, y verían con ojos favorables los eventuales nuevos títulos de empresas con activos abundantes, que hoy están en la lista de espera por emitir. Poco valorados por los colombianos, los fondos de pensión han crecido rápidamente y su patrimonio total aumentó de US$ 78.733 millones en julio de 2009, a US$ 98.681 en julio pasado.

Esto es un salto importante de un 28% a un 34% del PIB en tan sólo un año. Se puede perdonar a los colombianos por no estar conscientes de la importancia de sus fondos de pensiones, y también por no darse cuenta de que su país está en el umbral de un auge económico impulsado por las finanzas. Los fondos de pensión colombianos, durante casi toda su existencia contemporánea, han invertido básicamente en bonos del gobierno.

Esto se debía, en parte, a restricciones que limitaban los activos en los cuales podían invertir y los niveles de riesgo que podían asumir, además del número reducido de instrumentos ofrecidos por el mercado. Los fondos de pensiones podrían ahora ganar más protagonismo. Están en posición de alimentar un círculo virtuoso: al comprar acciones nuevas, si los emisores son compañías estatales, ayudarían a reducir el déficit.

Esto mejoraría la clasificación internacional del país, cuyos bonos se cotizarían mejor. La disminución del déficit también reduciría la necesidad de nuevas emisiones.
Mientras tanto, cabe esperar que los fondos de pensión aumenten el monto invertido en nuevos títulos. Y que los nuevos bonos del gobierno atraigan a los inversionistas, en parte porque los fondos los comprarán siempre que haya disponibilidad en el mercado. A la vista de esta confluencia casi fortuita y feliz de condiciones de mercado, no es de sorprender que el peso colombiano se haya revaluado desde los casi 2.000 por dólar en mayo pasado, a 1.800 a comienzos de septiembre.

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